Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘música’

IMG-20230211-WA0004-1

«A mantel puesto»: Archivo personal


El Mia-te tú está al completo. Suenan las voces de los primeros tiempos de Mocedades mientras Mariángel sirve el timbal de puré de patatas, borrajas y jamón entre los comensales que, por lo bajo, canturrean el Más allá, apenas audible en los altavoces del comedor. Alguien pide que se suba el volumen cuando se inician los compases de La guerra cruel y las catorce personas que copan el pequeño restaurante van dando cuenta del primer plato en un silencio más propio de un auditorio que de un gastrobar.

En la mesa más cercana a la cristalera que da al jardín, Mª Ríos, la chef, —poniendo en práctica el cartel «Aquí se chapurrea cualquier idioma», expuesto en una columna de atrezzo— les aclara a una pareja de señoras alemanas de edad madura que los brotes de borrajas del timbal son las borretsch que sirven de base a la salsa verde de Frankfurt. Las mujeres reparten su atención entre las explicaciones de la restauradora, que se dirige a ellas en una divertida mezcla de francés e inglés, y las miradas, no exentas de asombro, que lanzan a sus compañeros de condumio, que unen sus voces a las del grupo vasco en el Pange Lingua.

Cuando esas dos regresen a Alemania, dirán que han comido en un restaurante donde se juntan todos los dementes de los alrededores”, dice Marís. “Con lo secos y serios que son allí…”. “Pues no parece disgustarles lo que se cuece en estos lares porque me ha dicho Conchita, la de la Casa de Turismo Rural, que han apalabrado dos días más para subir a ver la carrasca milenaria”, explica Mariángel en tanto reparte las raciones de anchoas en salsa de ajilimojili [FOTO].

A los postres, cuando Mocedades están a punto de terminar el estribillo de La música, ya han logrado Emil y Yolanda que las dos turistas acerquen sus sillas al grupo de ocho jacarandosos comensales sobre cuya mesa van depositando Mariángel y Mª Ríos los cafés y licores.

Read Full Post »

48800920717_6c89c1ebfe_b(1)-1-2

«Quietud»: Archivo personal


Desayunan en la chocolatería entre aromas, retiñidos y bisbiseos, concentrados en los líquidos y viandas que sus estómagos acogen con complacencia antes del comienzo de una jornada ociosa. Sobre la mesa, una fotografía; fue tomada, les han dicho, en 1979, en un descanso del baile de las fiestas de la localidad, el año que la Corporación Municipal contrató a la orquesta Osca, grupo musical muy reputado entonces en la provincia. En la imagen, una atractiva y jovencísima Olarieta posa junto al elegante y maduro señor Anselmo, el Anarquista, y, en medio de los dos, uno de los músicos, muy sonriente, vestido con una suerte de mono azul cielo con mangas de volantes en las que, pese al tono mate de la fotografía, resaltan infinidad de brillos. “¿No reconoces al músico, Gorka?”, pregunta la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio. Y ante el gesto de extrañeza del hombre que la acompaña, añade: “Pues me han contado que fue tu brigada en el cuartel y el director de la banda militar en la que tocabas los platillos”. “¡No jodas! ¿Es Sampériz?”. “Ese mismo”. “Muy buena gente, el tío”, suspira Gorka, que durante su servicio militar voluntario se ocupaba de la puesta a punto del coche del brigada Sampériz amén de hacer uso subrepticio del vehículo para pasear a amigas y novietas.


José Luis Sampériz Morera (1934-2011), músico militar, integrante de la afamada orquesta Osca y director de la Banda de Música oscense, fue, además, sobrino carnal de dos grandes intelectuales de ideas anarquistas, los hermanos José y Cosme Sampériz Janín. José [*], escritor, periodista e integrante del Comité Ejecutivo de la CNT, se refugió en Francia tras la guerra española, alistándose en la 118 Compagnie de Travailleurs Étrangers; fue apresado por los nazis en Dunkerque y llevado al campo de concentración de Mauthausen. El 26 de septiembre de 1941, enfermo y extenuado, falleció en Gusen, en un anexo del campo de exterminio. Su hermano Cosme, pedagogo vanguardista, fue asesinado, el 8 de mayo de 1937, en un enfrentamiento con colectivistas libertarios, que lo acusaron de haberse adscrito a la ideología comunista, siendo arrojado su cuerpo al río Cinca. Otro hermano, Ricardo Sampériz Janín, murió a consecuencia de un bombardeo. José Luis, el sobrino músico y militar, nunca olvidó a sus tíos paternos, a quienes llegó a conocer de niño, ni las terribles huellas que la guerra (in)civil dejó en su familia. Fue, como dicen quienes le trataron, un hombre bueno a quien la ciudadanía oscense sigue recordando con el apelativo que se le dio como director y compositor de la Banda de Música de la ciudad: el Maestro Sampériz.







NOTA

[*] En 1998 se publicó el libro José Sampériz Janín (1910-1941). Un intelectual de Candasnos asesinado por los nazis, escrito por Valeriano C. Labara Ballestar.

Read Full Post »

C Redín 2 (2)-1

«Calle Redín»: Archivo personal


Dejan los Limones negros de Javier Valenzuela el Tánger nocturno desde el que se avistan las luces de Tarifa para recorrer   —livianos, en un bolsillo lateral de la mochila—  el viejo bastión pamplonés del Redín, la parte más antigua de la muralla abaluartada de la ciudad.

Celebra, sonoro, el empedrado el ascenso por la calle donde los cordeleros domaban el esparto y transformaban el cáñamo en cuerdas de distintos grosores al son del trajín de los peregrinos en ruta a Compostela que accedían a la villa fortificada por el portal de Francia [FOTO] para recalar en los chacolines, las tabernas de mesas lacradas por el vino agrio derramado en los innumerables trasiegos.

Se acomodan los paseantes actuales en el mirador [FOTO], allí donde el frío sigue batallando sobre la soledad de la terraza del mesón del Caballo Blanco [FOTO], falso enclave medieval construido en 1961 con los restos del derribo del palacio de Aguerre y la bóveda gótica de la que fuera la famosa taberna de Culoancho, guardando en sus hechuras la esencia de aquella Pamplona guerrera y defensiva, pero acogedora, del siglo XVI.


Y, entonces, la casa natal del tío Sabas, que me habéis dicho, ¿está por aquí?”, pregunta Pilar-Carmen, impaciente, rompiendo el hechizo. “¿De Sabicas? Está cerca, detrás de la catedral. Ahora mismo vamos”, dice la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio. Deshacen el camino andado. En el banco del mirador, los Limones negros de Javier Valenzuela —concienzudamente olvidados—  aguardan que algún otro amante de los libros los haga suyos.

Read Full Post »

pf_1665836654

«La hojarasca»: Archivo personal


En un recodo del inmueble donde se halla el Centro de Cultura Popular, bajo el voladizo en el que resiste  —cubierto de excrementos de estorninos—  el único banco de piedra salvado de la destrucción, ha ido agrupando el viento las hojas muertas expulsadas de los árboles caducos que exponen sus desnudeces al otoño que asoma, aún tímido, entre los bordes ondulados de la sierra. Ligeramente humedecidas, se amontonan al pie del ajimez abierto de la Biblioteca, donde Presen y Maruja, dos de las Tejedoras [*], andan de limpieza acompañadas por la voz y el piano de la irrepetible transgresora Liliana Felipe, pitorreándose de Freud. Liliana, junto a Jesusa Rodríguez, cuenta con una genuina peña de incondicionales en la Asociación de Mujeres.

¡Las histéricas somos lo máximo!
¡Las histéricas somos lo máximo!
Extraviadas, voyeristas, seductoras, compulsivas…”, se escucha y se expande desde el interior de la Sala de Lectura.


El viandante se acerca a la abertura  deslizándose sobre la hojarasca colorida y resbaladiza. Sonríe, apretando bajo el brazo El baile de las locas, de Victoria Mas, que deposita en el alféizar para luego impulsarse y sentarse a la derecha del libro. Una ráfaga de viento deshace el montículo de hojas. El observador chista a las mujeres entretenidas entre las estanterías, carraspea y une su voz a la de Liliana Felipe:

¡Las histéricas somos lo máximo!
¡Las histéricas somos lo máximo!
Solidarias, fabulosas, planetarias, amorosas…


[…]


Se escabulle la mañana del domingo entre sones y hojas zarandeadas.


[…]


El paseante abandona la atalaya y espera a las dos mujeres en la puerta lateral del edificio. Marcha el trío hacia el bar del Salón Social, con las decimonónicas cobayas humanas del doctor Charcot —recluidas en el ala psiquiátrica para mujeres del hospital de La Salpêtrière— aguardando el escrutinio lector entre las páginas de la novela olvidada en la repisa del ventanal.










NOTA

[*] Nombre que reciben en el Barrio las integrantes de la Asociación de Mujeres.

Read Full Post »

Peña Telera - copia

«Sierra de la Partacua (Aragón)»: Archivo personal


Los árboles
¿serán acaso solidarios?

¿Digamos el castaño de los Campos Elíseos
con el quebrancho de Entre Ríos
o los olivos de Jaén
con los sauces de Tacuarembó?

¿Le avisará la encina de Westfalia
al flaco alerce de Tirol
que administre mejor su trementina?

Y el caucho de Pará
o el baobab en las márgenes del Cuanza
¿provocarán al fin la verde angustia
de aquel ciprés de la mission Dolores
que cabeceaba en Frisco, California?

¿Se sentirá el ombú en su Pampa de rocío
casi un hermano de la ceiba antillana?

Los de este parque o aquella floresta
¿se dirán de copa a copa que el muérdago
otrora tan sagrado entre los galos
ahora es apenas un parásito
con chupadores corticales?

¿Sabrán los cedros del Líbano
y los caobos de Corinto
que sus voraces enemigos
no son la palma de Camagüey
ni el eucalipto de Tasmania
sino el hacha tenaz del leñador
la sierra de las grandes madereras
el rayo como látigo en la noche?

Mario Benedetti (1920-2009): De árbol a árbol (versión original del poema).




«Aún hay mucha gente que, lamentablemente, confunde el paisaje con la naturaleza. Gente que, aunque no trate necesariamente mal el entorno en el que vive, lo mira como si fuera algo ajeno. Y como algo ajeno lo tratan. Como trataría a un cuadro bonito que tiene colgado en el comedor de su casa y al que, de vez en cuando, hay que sacarle el polvo. Pero la experiencia nos ha demostrado claramente que nosotros no somos una cosa y la naturaleza otra, sino que, en el mejor de los casos, nosotros somos naturaleza. Y que es ella la que nos acoge y la que nos incluye. Y que amar y defender la naturaleza no es otra cosa que amarnos y defendernos a nosotros. Porque nuestros caminos van unidos, como están unidas las raíces del olivo y la tierra, como están unidas las historias de los auténticos amantes. Por eso, defender la naturaleza no es más que actuar en pura defensa propia. Porque nadie podrá salvarse sin salvarla a ella. Porque todo lo que a ella la hiere, nos hace sangrar a nosotros».- Joan Manuel Serrat, cantautor.





Read Full Post »

pf_1636323830

«Preludio de la noche»: Archivo personal


Pinta la tarde adioses encarnados sobre el arcaico camino de servidumbre que atraviesa la antigua granja porcina de Casa Zerigüel, por detrás de la torrontera. A la izquierda de la construción de adobes anaranjados donde vive la cuadrilla de esquiladores polacos, aún se aprecia la hondonada donde, en tiempos, se hallaba la nauseabunda balseta de purines que convertía los aledaños de aquel terreno en los únicos lugares evitados por la chiquillería en sus escaramuzas por la periferia del pueblo. Pese al hormigón que sella en la actualidad el inmundo agujero, arrugan la nariz las caminantes y apresuran el paso descendiendo hasta la vaguada para trepar, asiéndose a los matojos de hierba asentados en los escarpes de la foz, hasta el límite norte del Barrio, donde se levanta la parte de atrás del Salón Social. “Cualquier día os vais a romper la crisma”, las saluda desde el cenador iluminado Olarieta, la cocinera del bar de Salón Social. “Entrad, que acabo de freír unos crespillos”.

Se alejan la tarde y sus granates y se llega la noche vestida de sombras atezadas, con las voces de La Bullonera inundando el interior del bar y el fuego de la chimenea lamiendo, cálido, los rostros fríos de las recién llegadas.

Read Full Post »

«Refugio»: Archivo personal


En el cementerio de Montparnasse está enterrado Étienne Roda-Gil  —no lejos de Baudelaire—  en una discreta tumba donde solo se lee el nombre de su esposa, Nadine Delahaye, fallecida de leucemia en 1990, catorce años antes que él.

Étienne (Esteve) Roda-Gil  —anarquista, militante en la Agrupación de la CNT de Ménilmontant, escritor, actor, dialoguista cinematográfico y, sobre todo, afamado autor de más de setecientas letras de canciones—  nació el 1 de agosto de 1941 en el campo de internamiento para refugiados españoles de Septfonds (Montauban, Francia), donde había sido detenida su familia. En ese horrendo emplazamiento llegaron a hacinarse, en 30 insalubres barracones, 16.000 personas hambrientas  —muchas de ellas enfermas de tifus y tuberculosis—  cuyo único crimen consistía en haber huido de una muerte anunciada en un país, España, donde al final de la guerra le siguió el comienzo de la venganza.

La infancia del pequeño apátrida Étienne transcurrió entre Réalville  —donde sus padres formaron parte de la Agrupación de Trabajadores Extranjeros del campo de internamiento en el que fueron reubicados—  y el suburbio parisino de Antony; allí sufrió la intolerancia y la xenofobia que marcarían sus ideas futuras.
Buen estudiante y lector avezado  —Mallarmé y Lorca le apasionaban—, pronto destacó en Literatura, licenciándose en Letras.

Rebelde, ácrata, antiautoritario, antimilitarista e insumiso, cuando las autoridades francesas le ofrecieron, en 1959, la nacionalidad a cambio de vestir el uniforme francés en la Guerra de Argelia, Étienne Roda-Gil no sólo rehusó, sino que huyó a Londres. Regresó a Francia casi dos años después convertido en representante de productos farmacéuticos y se instaló con su madre, Leonor Gil García, en el barrio de su infancia, Antony. Allí continuó tras su matrimonio, en 1965, con la pintora Nadine Delahaye  —hija bohemia de una familia pudiente—  y en ese mismo lugar y en los bistrós del Quartier Latin, entre whiskies y cigarrillos, escribió muchos de los poemas que, unos años después, trocará en letras de canciones  —entre ellas, la de la Makhnovtchina, himno anarquista dedicado al Ejército Negro de Ucrania, que Roda-Gil escribió en 1961 y que, pese a haber sido registrado en la Sociedad de Autores en 1972, muchos siguen creyendo que se trata de una composición original de 1919—.

A partir de 1967 Étienne Roda-Gil se convierte en un reconocido letrista; sus textos, en ocasiones, herméticos y, casi siempre, simbolistas y surrealistas, se transforman en éxitos en las voces de Julien Clerc, France Gall, Vanessa Paradis, Pink Floyd, Juliette Gréco, Serge Utgé-Royo

En 1981 publicó su primer libro, la novela «La Porte Marine«, a la que seguirán «Mala Pata«, «Moi, Attila«, «Terminé«, «Ibertao» y la recopilación de textos «Paroles libertaires. À bas tous les pouvoirs«. Pero ni el éxito ni el dinero lo alejaron del ideario anarquista.

Étienne Roda-Gil falleció en París, el 31 de mayo de 2004. Tenía 62 años. Meses antes de su muerte escribió un poema, Réfugié, para que fuera musicado por su recién recuperado amigo el cantante Julien Clerc, que había sido nombrado Embajador de Buena Voluntad del ACNUR.

De él dijo la cantante Juliette Gréco: «Fue un torrente de generosidad, de ternura… Un hombre refinado y culto que siempre estuvo atento a las necesidades de los demás».


«La Makhnovtchina», himno anarquista con letra de Étienne Roda-Gil

Read Full Post »

«Hylotrupes bajulus»: Archivo personal


Cuentan que, poco tiempo después de finalizada la segunda Gran Guerra, el comprometido cantante Pete Seeger (1919-2014), actuando en una pequeña sala de un pueblo norteamericano, dedicó la primera canción  la vieja Hold The Fort—  a los anarcosindicalistas wobblies y al Batallón Lincoln. Años después, esa dedicatoria junto con otras actitudes de su vida personal y profesional, servirían como «pruebas incontestables de su antiamericanismo«. Las consecuencias fueron contundentes: encarcelamiento y ostracismo. Porque Hold The Fort, transformada en los años sesenta  en la versión de Seeger—  en un clásico del folk americano, fue, en las primeras décadas del siglo XX, el himno del combativo sindicato IWW, con cuyos miembros las autoridades se ensañaron hasta, en demasiados casos, el asesinato.


En la novela 1919, segundo libro de la Trilogía USA, narra el magnífico pero olvidado escritor John Dos Passos (1896-1970) la historia del wobbly Wesley Everest (1890-1919). Lo describe como un hombre joven, callado y sonriente, veterano de la I Guerra Mundial y excelente tirador, que recala en la sede del sindicato en Centralia mientras en la calle se celebra el desfile del Armisticio presidido por la Legión Americana, con cuyos miembros los sindicalistas del IWW mantienen constantes enfrentamientos.


«El Día del Armisticio fue frío y crudo; la niebla avanzaba desde Puget Sound y goteaba de las oscuras ramas de los abetos y los relucientes escaparates del pueblo. Warren O. Grimm mandaba la sección Centralia del desfile. Los exsoldados iban de uniforme. Cuando el desfile pasó por delante del local del sindicato sin detenerse, los leñadores que estaban dentro respiraron a gusto. Alguien silbó con los dedos en la boca. Alguien gritó:
—¡Adelante! ¡A por ellos, muchachos!
Y los exsoldados corrieron hacia la sede de los wobblies. Tres hombres echaron la puerta abajo. Un rifle disparó. Los rifles tableteaban en las colinas situadas detrás del pueblo, tronaban en la parte de atrás del local
»


Relata Dos Passos que Wesley Everest se ve obligado a disparar a los asaltantes antes de huir, junto a otros miembros del sindicato, perseguidos por la multitud. «Wesley Everest corrió hacia el río y empezó a vadearlo. Cuando el agua le llegó a la cintura se detuvo y dio media vuelta.
Wesley Everest se volvió para plantar cara, con una extraña sonrisa pacífica, a la multitud que le perseguía. Había perdido el sombrero y le goteaba agua y sudor de los cabellos. Se le echaron encima.
—¡Atrás! -gritó-. Si hay policías en el grupo me entregaré.
La multitud estaba ya sobre él.

[…] Disparó cuatro veces, después se le encasquilló el arma. Manipuló el gatillo y disparó hacia una de las personas que se encontraban en primera fila y la mató. Esa persona era Dale Hubbard, otro exsoldado, sobrino de uno de los grandes madereros de Centralia. Después tiró el arma vacía y empezó a luchar con las manos. La multitud lo apresó. Un hombre le rompió los dientes con la culata de una escopeta. Otro trajo una cuerda. Una mujer se abrió paso a codazos entre la multitud y le puso la cuerda al cuello.
—No tienen agallas para colgar a un hombre en este día -les dijo Wesley Everest.
Lo llevaron a la cárcel y lo lanzaron sobre el piso
[..]»


Pero como «ser rojo en 1919 era peor que ser pacifista o alemán en 1917», la (desdichada) suerte del aserrador y sindicalista Everest ya estaba sentenciada. Aquella misma noche, la multitud, con la connivencia de las autoridades, asaltó, sin encontrar apenas resistencia, la prisión y se llevó a Wesley Everest, que fue torturado, mutilado, baleado y, finalmente, colgado de un puente en la madrugada del 11 de noviembre de 1919.


«La investigación judicial resultó ser un completo y macabro chiste. El juez del caso concluyó que Wesley Everest había escapado de la prisión, se había dirigido hacia el puente sobre el río Chehails, se había atado una soga al cuello y había saltado. Como la cuerda era demasiado corta, había tenido que saltar de nuevo rompiéndose, en esta ocasión, el cuello; además, se había disparado un tiro.
Tras sentenciar que se trataba de un suicidio, los restos de Everest fueron introducidos en una caja y enterrados.

Nadie sabe dónde está sepultado el cuerpo de Wesley Everest, pero los seis leñadores que apresaron con él fueron inhumados en la penitenciaria de Walla Walla.»

Read Full Post »

«Brunch»: Archivo personal


En el jardín de la parte trasera del Mia-te tú suena, durante el almuerzo privado, Adolfo Celdrán. “¿Y esa música?”, se sorprende María Petra. “Gentileza de Mam’zelle [*]”, dice Arturo. “Nos trajo unos discos de vinilo por si nos parecía bien ponerlos. No le íbamos a decir que no”, explica Alberto, que, como la mayoría de integrantes del pequeño grupo que monopoliza el bar restaurante, fue alumno de la señorita Valvanera.

Miguel Hernández, Antonio Machado, León Felipe y Bertol(d)t Brecht, exquisitamente vivos en la voz de Celdrán, acompañan el puerro en tempura con relleno de gambas y el coulis frío de cangrejo de río; mientras, en la barra del interior, Arturo y Alberto preparan mojitos de granada ayudados por Étienne.

Al otro lado de la persiana metálica que protege la entrada principal del Mia-te tú, un cartel escrito a mano y colocado junto al hombro derecho de una repintada Betty Boop, reza: “Abrimos la terraza a las cinco”.





NOTA

[*] Apelativo que dan a la vieja maestra sus antiguos pupilos.

Read Full Post »

pf_1592052096

«Alféizar»: Archivo personal


A menos de una semana para el regreso de la señorita Valvanera y Agnès Hummel al Barrio, ya andan las ajetreadas bachilleras trasteando en la casa de la primera, dejándola, en palabras de Presen, «limpia como la vena del agua«, con el imprescindible Emil repescado para aquellas tareas que requieren el uso de la escalera de mano, no fuera que las ya maduras exalumnas sufrieran algún contratiempo lidiando, en las alturas, con los soportes y rieles de las cortinas. La limpieza, como siempre que se ponen en faena para la vieja maestra, está siendo minuciosa y también incluye el repintado de los tiestos, jardineras y bordillos del patio exterior y el solario, actividad que las añosas expupilas han dejado en manos de la gente más joven para acallar a quienes las acusan, no sin razón, de actuar como aquellos validos reales que frenaban a quienes ellos, y no el rey, consideraban inoportunos.

Presen y Maruja, que gobiernan a su albedrío a todos los voluntarios que se pasan por la casa, ya han tenido un par de encontronazos con María Petra y la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio, que, relegadas a pintar bordillos y macetas, han mostrado su desacuerdo abandonando brochas y latas de pintura para dirigirse al salón a organizar las dos vetustas librerías abarrotadas de volúmenes. Como las rivalidades no son suficiente motivo para enturbiar las relaciones cordiales que mantienen quienes, a lo largo de cuarenta y un años y en diferentes tandas y épocas, pasaron por el aula de la vieja profesora, las dos exalumnas más contestatarias han aceptado volver a hacerse cargo de la pintura y Presen y Maruja, a cambio, han accedido a que, en los recesos, se ocupen también de la biblioteca.

A media tarde, entre chácharas y vaivenes del viento, se interrumpen los trabajos y se reúnen en el patio ajardinado, alrededor de la mesa redonda de tablero marmolado cubierto de botellines de cerveza y refrescos, donde, olvidados los desencuentros iniciales, se planifican las últimas labores a realizar la tarde siguiente. Suena, en el antiguo tocadiscos situado en la recocina, Sam Cooke, del que mam’zelle Valvanera, fan incuestionable, atesoró varios vinilos y cuya fotografía preside, desde un póster satinado, el zaguán de la casa.


«It’s been a long, a long time coming
But I know a change gonna come, oh yes it will…
» [VÍDEO]
(Ha pasado mucho, mucho tiempo / pero sé que vendrá un cambio, oh si, lo hará…)



NOTA

A Change Is Gonna Come (Un cambio vendrá), es una canción popularizada por Sam Cooke que se convirtió en uno de los himnos del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos.

Read Full Post »

Older Posts »