“Felicia”: Archivo personal
“Miro a mi gato y me pregunto: ¿Cómo puede alguien en sus cabales llamarle irracional a esta criatura? Tiene unas razones claras para hacer todo lo que hace, y ha adquirido los conocimientos suficientes para convivir en un piso sin abandonar su condición de felino. Su capacidad de adaptación a los nuevos espacios, cada vez que viajamos, es muy superior a la mía. Analiza con mayor rapidez el nuevo lugar y llega enseguida a conclusiones solventes y definitivas. Desconfía y se previene lo justo, hasta que codifica el entorno y se ajusta a él. Cuando yo todavía no he empezado a deshacer la maleta, él ya se dispone a descansar un rato en el sitio que ha definido como suyo y que en verdad casi siempre lo es. El diccionario de la RAE define irracional como «que carece de razón», y especifica que, usado como sustantivo, es «el bruto, esencialmente distinto del hombre». ¿Tienen animales domésticos los académicos? ¿Les han mirado alguna vez a los ojos? Sé que han leído las brutales páginas protagonizadas por el ser humano en la Tierra, por eso me cuesta tanto que le atribuyan la denominación de brutos a los demás animales. ¿Hay alguien más bruto que nosotros, a juzgar por nuestra Historia? Hoy le he pedido perdón a mi gato. Racionalmente, claro“.- Carlos G. Reigosa
…y en este tejado donde la atalaya se levanta, encarándose a la sierra nívea y legendaria que suaviza al bochorno y amansa al cierzo, dormitan, se relamen y deambulan los felinos -amalgama mestiza que trazó el pincel de los múltiples cruces- asomados a la oxidada balaustrada de los canalones, en observación permanente de gorriones despistados, hambrientos roedores y lagartijas somnolientas y anegados los oídos de las voces humanas familiares que ascienden hasta el otero transformándose en caricia o latigazo, llamada a la ternura o preludio de la huída. Y aun cuando enmudecieran hasta el fin de los tiempos las gargantas de quienes habitan las casas y transitan por las calles y se desmoronara la atalaya y se hundieran los muros que sostienen el tejado, mantendrían los gatos sus añejas costumbres, en asilvestrada armonía con la Madre Naturaleza.