«Bureaucrat 1»: Katrin Rüütli
[…] Que Gadafi era un dictador, un tirano ególatra y brutal es algo sabido, incluso por quienes hace pocos años lo apoyaban, porque les interesaba, y ahora lo han derrocado, o sea los países que integran la OTAN. Que es un motivo de satisfacción su derrocamiento, por supuesto. Que pocos, salvo algunos fieles libios, van a llorar su muerte, es igualmente cierto. Pero no lo es menos que no se han respetado sus derechos como ser humano, como persona. Y precisamente lo que debería diferenciar a su régimen del nuevo escenario es ese respeto por los derechos de cada individuo. […].- Fran Sevilla: Libia, Gadafi y la democracia
La Europa política respira. Ha vuelto el color primigenio a las fachadas de los edificios donde, dicen, reside la soberanía popular.
Petróleo, petróleo… Reconstrucción, reconstrucción… Maratón de países en pos del botín.
No resucitará el estrafalario personaje al que besuqueaban y reían las astracanadas los ahora mentores de los nuevos amos de la tribal Yamahiriya. No elevará la voz, desde el estrado de los reos, para narrar el periplo de dádivas, fraudes y negocios ilegales que se escenificaron entre banderolas, himnos nacionales y alfombras protocolarias.
Los antiguos partenaires occidentales celebran las oportunas balas y se lavan las manos con esencia de alcanfor para erradicar las últimas partículas gadafistas; para asear sus conciencias -si acaso algún avezado buscador tuviera la improbable suerte de hallarlas- no habría suficientes minas de liparita de donde extraer la piedra pómez necesaria para pulimentarlas hasta dejarlas en óptimas condiciones de uso.
Dicebamus hesterna die…