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Archive for septiembre 2017

«Agustín del Correo, 1944»: Foto cedida


A finales de julio estuvo de visita en el Barrio el nieto de doña Maravillas, maestra que ejerció en el pueblo en el primer lustro de los años cuarenta.

No imaginaba el buen hombre qué se le avecinaba cuando, recién instalado con su mujer en la Casa de Turismo Rural, le confesó a Conchita, la encargada del establecimiento, que habían decidido pasar un fin de semana en la localidad porque su abuela, Maravillas, había sido maestra allí en la posguerra. A Conchita le faltó tiempo para comentarlo en el bar del Salón Social, donde suele jugar al guiñote el único hermano vivo de los Perreques, antiguos alumnos de doña Maravillas. El menor de los Perreques  81 años muy trabajados—  que,  junto con su hermano mayor y Agustín del Correo, ya fallecidos, habían sido el azote infantil de la profesora, se puso enseguida a disposición del nieto, avisó a tres o cuatro alumnos y alumnas más de doña Maravillas y a las imprescindibles Tejedoras[1] y, en menos de dos horas, ya se había planificado un homenaje póstumo a la maestra en la persona de Jesús, su nieto.

Al día siguiente por la mañana, la Charangueta Fara rondó a los foráneos mientras desayunaban, con parte del ya escaso alumnado de doña Maravillas, en el bar del Salón Social, antes de visitar el Museo de la Escueleta Vieja donde, hasta 1972, se ubicó el recinto escolar.

Jesús y María Luisa, su mujer, pudieron ojear algunos de los cuadernos, cosidos con cintas y bien conservados, de los años de doña Maravillas en la escuela, así como admirar el restaurado mobiliario escolar de la época y la puntillosa recreación de las dos aulas, la leñera, la letrina, el gimnasio y el despachico. Lo que más asombró a Jesús fue una repisa del despachico con una vara de almendro y un rótulo indicando A BARETA[2] DE DOÑA MARAVILLAS. Relató el pequeño de los Perreques que, dado que tanto él como su hermano y su amigo Agustín del Correo no dejaban de hacer trastadas, el Perreque padre le entregó a la maestra una vara “para que nos diera una buena badejada[3] cuando fuera preciso”, aunque, al parecer, la maestra jamás la utilizó y a bareta terminó ardiendo en la estufa. Cuando, a principios de los ochenta, se creó el museo, alguien recordó la vara de almendro y se colocó, rotulada, una nueva en la repisa donde, durante una temporada, estuvo la original.

El último día de estancia de Jesús y María Luisa en el Barrio, las Tejedoras ofrecieron un almuerzo homenaje a la pareja y a las alumnas y alumnos de doña Maravillas que todavía quedaban en el pueblo; el Perreque menor, en nombre de todos, les entregó una fotografía en blanco y negro de la Escueleta Vieja con una dedicatoria en el reverso firmada por el alumnado vivo de doña Maravillas y un almidonado mantel tú y yo,  con sus dos servilletas, cedido por la señora Engracia, de 83 años, que bordó cuando era niña bajo la supervisión de la abuela de Jesús.


NOTAS

[1] Nombre que se da, en el Barrio, a las miembros de la Asociación de Mujeres.
[2] En aragonés, vara pequeña.
[3] Id, paliza.

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