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Archive for diciembre 2017

«Pitanza»: Archivo personal


A las diez de la mañana del día anterior a la Nochebuena, ya estaba el bar del Salón Social con el aforo tomado por parroquianos, turistas y las dos parejas finalistas del Campeonato de Guiñote, con Josefo atendiendo a los habituales acodados en la barra y Olarieta yendo y viniendo, con las bandejas de cazuelitas de lasaña de verduras en imposible equilibrio, entre el personal aposentado alrededor de las mesas, y parte de los miembros de la Charangueta Fara amenizando, en el exterior, a quienes, en la Terraceta de los Fumetas, desafiaban la brisa gélida de la sierra entre rayos solares desdibujados e ineficientes.

Al otro lado de la calle, las encargadas del Mercadillo de los Encantes bailoteaban al ritmo de la música mientras montaban los caballetes para los distintos puestos y organizaban ropas de segunda y hasta tercera mano, restos de vajillas añosas, viejos pucheros de barro cocido, aguamaniles, baúles y un sinfín de objetos y trastos de antigüedad indefinida rescatados de falsas[*] y graneros y adecentados y pulidos a beneficio de Luis, el exmosén, y sus causas solidarias en México, país en el que vive y trabaja entre las personas más necesitadas, tras abandonar el sacerdocio y hacer suya la reflexión del exjesuita Freixedo: “Si ese Dios es mi padre, a mí que me borre de la lista de sus hijos”.


NOTA

[*] En aragonés, desván, buhardilla.

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«Nevazo»: Archivo personal


Apenas recorridos tres o cuatro kilómetros desde el túnel transfronterizo, recomenzó a nevar y los copos, que parecían engrosar conforme el monovolumen avanzaba, se mantuvieron constantes hasta las inmediaciones de Saint-Lary, donde empezaron a espaciarse hasta desaparecer, dejando en el aire una gélida estela que transitó el rostro de los viajeros cuando descendieron, notablemente abrigados, del vehículo.

      ¿Cuándo podremos ver a Bingo?, preguntó la pequeña, que todavía recordaba la visita a la Maison de l’Ours del año anterior y su primer contacto con Bingo, un oso pardo cercano a la treintena, criado en cautividad, e hijo de Charlotte, maltratada osa circense, que fue rescatada en 1991, junto con sus hijos, Bingo, Bouba y Apolo, de las penosas condiciones en las que se hallaban. De la familia úrsida inicialmente acogida, solamene sobrevivió Bingo, cuidado por humanos y, debido a ello, incapacitado para subsistir por sí mismo en libertad.


En la casa, Anne-Laure, la dueña —un bellezón de cabellos castaños y enormes ojos color miel— sirve rebosantes platos de garbure a sus huéspedes y en la espartana estancia, caldeada por una enorme chimenea de ladrillos agrisados, sólo se escucha el chisporroteo de las llamas lamiendo los chamuscados tizones y el cantarín roce de los cubiertos en la porcelana.

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