«Home sweet home»: Freshwater2006
Rutilan, bajo un sol esforzado pero apenas cálido, las diseminadas manchas níveas que maquillan, a brochazos desiguales, el rostro boscoso de la sierra. Y se llega el frío, disfrazado de domingo soleado, hasta la puerta del Salón Social, donde la ociosidad y el calor del fogaril lentifican el tiempo entre chácharas, bocados y hojas de periódico pasadas sin premura.
Las Tejedoras de la Asociación de Cultura Popular, van y vienen, vienen y van, entre las mesas, sirviendo chiretas y longaniza a la brasa a la siempre agradecida parroquia local y foránea.
Un grupo de vascos que tomaron el albergue el viernes por la tarde en alegre pero discreta procesión, observan con curiosidad los cuasi uniformes envoltorios humeantes dispuestos en una fuerte térrea y cuyo aroma a especias abraza al de los generosos trozos de longaniza. “Probad las chiretas (así se llaman) y luego os cuento de qué están hechas”, les dice la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio mientras reparte platos y vasos metálicos, cubiertos de plástico y servilletas de celulosa.
Cerca de los troncos que sirven de alimento al orgulloso fuego que templa el ambiente, una descolorida bandera de Aragón parece ejercer de guardiana de una rústica estantería donde, en apretado desorden, conviven el Diccionario Aragonés de Rafael Andolz, la Gramática Aragonesa de Francho Nagore, varios ejemplares de flora y fauna del Alto Aragón, la Vida de Pedro Saputo de Braulio Foz, A lueca de Chuana Coscujuela, cuatro o cinco libros de Fernando Lalana, la colección completa de novelas infantiles de Asun Velilla y diversos volúmenes de poemas en las diferentes variantes del aragonés.
En un lateral de la estantería, en dos hojas manuscritas amarilleadas por el tiempo y el humo y sujetas a las irregularidades de la madera por ocho chinchetas, todavía pueden leerse unos fragmentos del poema en cheso de Veremundo Méndez, Las flamas de lo fogaril:
[…]
Una nuey, recién cenáus,
mirando las flamas yeran,
prexinando cada cual
u pensando a su manera,
rodiando lo fogaril
toda una familia entera,
en aquella nuey d’ivierno
que l’ausín chiflaba fuera,
chelando a la nieu que empliba
los telláus y las carreras.
Yeran bien aposentáus
en dreita y zurda cadiera,
y, cara a cara lo fuego,
bellos en escamilletas
escuitando, que lo güelo
fablaba d’estas maneras:
– A mí, porque ya só viello,
muita vida no me queda;
pero a estos fogaríls
y polidas chamineras,
que por cientos las añadas
todas, u cuasi, las cuentan,
a morir son condenadas,
como yo, por estar viellas.
[…]
La vida que ve trayendo
con lo tiempo cosas nuevas,
fa aquí, como en otros puestos,
que muitas cosas se pierdan:
levan calzóns cuatro viellos,
ya se´n fueron las gorgueras,
rondas no’n sientes dinguna,
¡lo tañer ye una fatera!,
¿bailar la jota? ¡soniando!:
ixo, antis más, diz que feban.
Albadas y palotiáus,
romances y sobremesas
iz que cien años ta zaga
aqui’n lo lugar bi-n-heba.
[…]
Ya no tartié más lo güelo;
miré lo fuego que ardeba
y lo altas que puyaban
las flamas la nuey aquella.
Poco a poco se apagueron
como si s’hesen dau cuenta
de lo que d’ellas fablaba
y s’hesen muerto ¡de pena!
NOTA
Poema musicado por Pepe Lera e interpretado por el Grupo Val d’Echo.