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Archive for noviembre 2019

Interruptio

«Gula»: Archivo personal


—Luisón, porfa… Cuando puedas, tráenos unas croquetas.
—¿Bacalao, boletus, jamón…?
—No, no. De las de pollo al chilindrón.
—De beber, ¿lo de siempre…?


Todas las mesas del cafetín están ocupadas y ellas se quedan, comprimidas, en el espacio reservado a los camareros, al lado de la pareja de la entidad bancaria que da cuenta, con envidiable voracidad, de las tostas con mermelada de uva y mousse de queso, gloria y especialidad del establecimiento. Cuando las chicas del salón de belleza se levantan de la mesa próxima a la puerta del office, se apresuran ellas a tomar el relevo adelantándose al auxiliar de la notaría y a la abogada de la aseguradora, que reculan, conformistas, mientras ellas se encogen de hombros, despejan parte de la mesa acumulando vasos y platillos en una esquina y se acomodan en las sillas dejando una a modo de perchero. Suenan la solitaria máquina tragaperras del fondo y los tenedores y cuchillos haciendo los honores al contenido de bandejas y platos, como bandas sonoras de las conversaciones de intensidad moderada de la familiar fauna que, en días laborables, consume su limitado tiempo de descanso en la céntrica cafetería.

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Puericia

«BookCrossing»: Archivo personal


«Pasaste con Bizén toda la noche del 26 al 27 de febrero: bebiendo y viendo la televisión, comentando los programas hasta la madrugada. A las siete de la mañana te entró hambre, bajaste a la calle a comprar pan. Querías hacerte una tortilla francesa. La casa de la calle Borrell no tiene ascensor. Vivíamos en un quinto piso, cuyas escaleras nos mataban cuando volvíamos borrachos, cuando llegábamos del mercado cargados de garrafas de agua, cuando regresábamos de pasar unos días en Zaragoza cargados de bolsas, cuando volvíamos con las manos en los bolsillos después de ir al apartado de correos.

Lo último que recuerda Bizén, porque después se durmió, es que te ofreciste a prepararle una tortilla. Te preparaste una tortilla francesa, y poco más tarde te tiraste por el balcón». -Fragmento de Amarillo, novela-elegía escrita por FÉLIX ROMEO (1968-2011).


En el rincón resguardado del cierzo donde el tiempo se ceba con los erosionados sillares de piedra calcárea de la muralla, deambula, incorpóreo, Félix Romeo; planea entre el escuálido ramaje del árbol y acaricia los peciolos de las hojas hasta que el siseo trémulo atrae al lector ensimismado que gira la cabeza y absorbe, con las pupilas expandidas, las deformidades del viejo muro y el desteñido verde del exiguo follaje donde gorriones e insectos se parapetan.

Él, el lector voraz que desafía, encapuchado, la fría mañana de mediados de noviembre, se remueve haciendo rechinar levemente las tablillas despintadas del banco que acoge su escueta humanidad; deja el libro de Romeo haciendo equilibrios sobre sus rodillas, retira la capucha de su cabeza, cierra los ojos unos instantes, se pone de pie, acomoda delicadamente a la izquierda del banco el ejemplar y se encamina, zarandeado por el cierzo, a la avenida ruidosa.

Habrá otras manos y otros ojos; quién sabe si otro rincón amurallado donde el espíritu de Romeo sobrevuele su propio escrito en busca de sí mismo y de Chusé Izuel, el amigo y compañero que un día escribiera que “un suicida, por muchas explicaciones que haya podido dejar tras de sí […], parece llevarse siempre consigo un secreto, un gran misterio que jamás podrá ser resuelto”, para acabar suicidándose él mismo unos meses después, el 27 de febrero de 1992, dejándole a Félix Romeo la dolorosa tarea de desentrañar el misterio de ese instante en que la opción de la vida quedó brutalmente descartada.



NOTA

Unos días antes de suicidarse, Chusé Izuel (1968-1992) remitió a la mujer que amaba un conjunto de dieciséis relatos que, en 1994, los amigos y compañeros de piso de Izuel, Félix Romeo y Bizén Ibarra, editaron bajo el título Todo sigue tranquilo.

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Puericia

«Toda una vida»: Archivo personal


Los españoles provectos no solo le han tomado gusto a alargar su estancia entre los vivos más allá de lo que dictan las buenas maneras, sino que, además, reciben por ello un estipendio público que asfixia cualquier intento de planificar dignos Presupuestos Generales sin que se dispare el gasto, hasta el punto de desquiciar a los próceres de la economía unioneuropeísta y al mismísimo FMI[1].

El manifiesto egoismo viejuno[2], su afán desmedido por aferrarse a una vida que erosiona la Hacienda Pública y desequilibra la Seguridad Social, está socavando los cimientos patrios con más celeridad que el independentismo. No es de recibo que quienes, durante sus años laborales, no quisieron planificar su vejez suscribiendo planes de pensiones privados, pretendan ahora que el Estado les subvencione sus onerosas dependencias[3].

Hagan ustedes, gravosos jubilados de clase media-baja, un postrer servicio a la patria a la que sangran y extorsionan: Muéranse[4].

[Interpretación libre, irónica y personal —no sin náuseas— de los abundantes discursos y artículos que los expertos liberales en economía, consejeros financieros conservadores y políticos desconocedores de la vergüenza, propulsan desde hace una década hacia la atmósfera social, con el acostumbrado desprecio a la ciudadanía].




NOTAS

[1] Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo, ¡y ya!”.- Christine Lagarde, 63 años, directora del FMI desde 2011 a julio de 2019.
[2] «Hay ya un número importante de pensionistas que está más tiempo en pasivo, es decir, cobrando la pensión, que en activo, trabajando«.- Celia Villalobos, 70 años, antigua política del PP.
[3] «Si el promedio de vida aumenta tres años más de lo previsto para 2050, el coste del envejecimiento -que ya es enorme para los Gobiernos, las empresas, aseguradoras y particulares- aumentaría un 50%» – José Viñals, 65 años, consejero financiero del FMI
[4] El problema no se resolverá a menos que ustedes se den prisa en morir”.- Taro Aso, 79 años, viceprimer ministro de Japón.

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Puericia

«Rugosidades»: Archivo personal


El pequeño auditorio, ocupando las sillas colocadas en semicírculo al pie del entarimado, la escucha a ella, a quien antaño fuera su maestra, con el mismo arrobamiento que derrochaban, de estudiantes, en el aula escolar donde la señorita Valvanera salpicaba de anécdotas amenas cualquier materia de estudio. “…Y cuando lo nombraron Hijo Predilecto de Huesca, no pasarían de siete u ocho culturetas los que habían oído hablar de él y aún menos quienes habían leído alguna obra suya. Con lo socarrón que era en las distancias cortas, yo misma hubiera dado todo lo que tengo por saber qué pensaba Ramón en esos momentos”, concluye.

Sobre la tarima, algo desgastada y crujiente, aguardan siete ejemplares, fotocopiados y encuadernados con canutillo, de Guadaña al resucitado, la farsa de Ramón Gil Novales propuesta por la vieja maestra para la próxima Matinal de Teatro Leído, a celebrar el último sábado de diciembre antes de Nochebuena, y tres volúmenes impolutos de la novela Mientras caen las hojas, sugerida como lectura complementaria “para quienes deseen profundizar en un autor injustamente dejado de lado”.

Cuando la alocución da paso a la asamblea, las ideas bullen y se agitan en el frío recinto, dejando parvas estelas de vaho. “Se me ocurre qué música de transición podría ser la más adecuada”. “¿Y si el público pasa a ejercer de figurante?”. “Las sombras chinescas gustaron cuando representamos a Ionesco. Igual podríamos utilizarlas en esta”. “También podríamos proyectar escenas distorsionadas sobre una pantalla en medio del escenario, con los actores y las actrices leyendo en los laterales…


Poco a poco las palabras van edificando un escenario invisible donde el alborozado pueblo, recreado por Gil Novales, celebra la muerte natural del cacique y el nacimiento de la libertad. Hombres y mujeres jalean, brincan, sueñan, ajenos al nuevo oligarca, el sucesor desconocido, que llegará dispuesto a resucitar los tiempos oscuros de los que únicamente se liberarán con el homicidio —la guadaña contra el renacido aspirante a caudillo opresor—.

¡Guadaña! ¡Guadaña al resucitado!

Danza de nuevo la plebe magnicida, emancipada y exonerada, nacida de la capacidad creadora de Ramón Gil Novales que, poco condescendiente con las actitudes aviesas de quienes se han liberado del yugo, obliga a sus personajes a reconocer sus intenciones viciadas, sus componendas y su falta de escrúpulos —herencias del viejo amo— como penitencia liberadora para poder interiorizar, al fin, el significado genuino de la democracia. De la libertad.

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«Versión de ‘Las Pajaritas‘ de R. Acín»: Archivo personal


«…cuando yo tenía la edad que ahora tú tienes, junto con Samblancat y otros amigos sacamos en Barcelona, allá por el año 1913, una publicación intitulada ‘La Ira’. Ya puedes deducir por el simbolismo de esta palabra cual sería el contenido de nuestro anhelado periódico, del que nos servíamos para poner en la picota injusticias, abusos y cuantos males sociales llegaban a nuestros oídos; pero no es de esto de lo que hoy me reprocho. Me entristece, eso sí, el recuerdo de aquel lenguaje; un lenguaje insultante, impregnado de agresividad y casi en los lindes de lo grosero y soez algunas veces. Equivocadamente creíamos en nuestro «sublime» papel de agitadores cuando sólo éramos pobres seres agitados por un impulso incontrolado que restaba valor informativo al mensaje y descalificaba a quienes lo emitían. Te cuento esto por si de algo puede servirte el fruto de mis experiencias y reflexiones; porque aun admitiendo que pueda ser cierto lo de que ‘nadie escarmienta en cabeza ajena’, he pensado que tratándose de un joven inquieto como tú, deseoso de ver incrementado el nivel cívico y cultural de su pueblo y que al mismo tiempo participa con ilusión en el proyecto libertario, entenderá a la perfección que con nuestra expresión violenta e incongruente, lo que conseguíamos era asustar a la gente y suscitar su rechazo hacia los ideales de liberación y de solidaridad humana que decíamos defender. A mí me parece que es más rentable y a la vez susceptible de aportarnos íntima satisfacción, intentar atraernos a las gentes por la fuerza de nuestros razonamientos, y que expuestos con ademán seguro y resuelto pero exento de nerviosismos y estridencias y permaneciendo abiertos siempre al diálogo con todo el mundo, nos harán acreedores a la confianza y respeto de quienes no nos comprenden todavía y habremos ganado la batalla al egoísmo y a la indiferencia que predominan por doquier».- RAMÓN ACÍN AQUILUÉ (1888-1936). Pintor, escultor, cartelista, articulista, pedagogo. Profesor de Dibujo de la Escuela Normal de Huesca. Anarquista. Palabras dirigidas, en 1931, a su joven correligionario FÉLIX CARRASQUER LAUNED (1905-1993).


Ante la tumba donde el maestro Acín, vejado y fusilado, duerme para la Historia junto a Conchita, su compañera martirizada y asesinada, y Sol y Katia, las hijas sobrevivientes obligadas a retener las lágrimas durante décadas desgarradoras, se detiene el caminante libertario acribillado por la lluvia que descarga su incruenta ira sobre lápidas, monolitos y ramos decaídos. Brava, oscurece la tormenta el recinto mortuorio y apremia a los deudos tardanos, que reculan, ágiles, hacia el lodazal del aparcamiento. Permanece el caminante, a modo de estela funérea latiente, ante la losa sepulcral hasta que la encargada del camposanto, cubierta con un chubasquero amarillo con franjas grises, vocea: “¡Oye, que tengo que cerrar!”, y lo devuelve al presente y a la lluvia; a sus ropas empapadas y al frío que le recorre la epidermis y lo estremece. “Ya voy. Perdona…”, musita; y camina hacia el exterior tras la mujer.

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«Periferias»: Archivo personal


Regresó el frío asido al oleaje del cierzo, barriendo la modorra gatuna de los tejados. Vino para quedarse y reinar en galerías y alcobas, patios, fresqueras y en los cuerpos, livianos de ropajes, que prenden cerillas en un fajo de periódicos y astillas bajo los troncos gruesos o trajinan, con la torpeza en los dedos, sobre la esperanzadora ruedecilla del termostato para conjurar la glacial superficie de los radiadores.

[…]

Domingo de urnas hambrientas, ilusiones y hastío.

[…]

Saltan, impacientes y gráciles, los gorriones pedigüeños que aguardan a los viejos fumadores que mojan madalenas en el café con leche en las mesas exteriores de la cafetería, sombreadas por las nubes de estorninos ruidosos en compacta cabalgata hacia el extrarradio vegetal.

Satur, el chapista jubilado, se acomoda en una de las desgastadas sillas y, sin alharacas de mago, llueven de sus manos cientos de granos de alpiste que el cierzo arremolina y los gorriones, apelotonados, degustan, indiferentes al tránsito humano que enfila, sin apresurarse, hacia el colegio electoral, pasadas las nueve y media.

En la mesa del viejo Satur, junto al café con leche y el platito de las madalenas, una hogaza de pan de chapata asomando de su bolsa de papel, un paquete de Ducados con un mechero de propaganda y una edición de bolsillo, muy manoseada, de Diario para los que creen en la gente, de Francisco Candel.

[…]

Domingo de urnas hambrientas, ilusiones, hastío y viejos anarquistas que fuman y conversan entre lanzadas de frío y gorriones nunca suficientemente saciados.

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«¡¡No!!»: Archivo personal


En el Derecho Penal español solo existe la calificación de agresión sexual cuando se demuestra que la satisfacción del ánimo lúbrico [sic] del demandado fue obtenida mediante el uso de la violencia y la intimidación contra la víctima. Cuando no queda probado el ejercicio de la fuerza física o no se determinaron amenazas explícitas o implícitas para doblegar la voluntad de la persona subyugada, aunque esta se halle anulada por la ingestión de cualquier sustancia, el delito, reflejado en el artículo 182 del Código Penal, se rebaja a la calificación de abuso sexual.

Tecnicismos.

La Jurisprudencia, que pese a ser un vocablo de género femenino, tiene ese perfume rancio de los clubes exclusivos donde antaño se reunían caballeros circunspectos a fumarse un buen puro, regodearse con una copa de brandy y leer el periódico, es una ciencia inexacta en lo general y particularmente tiquismiquis a la hora de encarar la sexualidad femenina violentada; con demasiada frecuencia suele alegar algún pero que revierte en detrimento de la demandante de justicia.


«Ius est ars boni et æqui»[*].



A PIE DE CALLE

Más de 40 ciudades se suman a las concentraciones contra la sentencia a La Manada de Manresa


NOTA

[*] «El Derecho es el arte de lo bueno y de lo justo».

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«Brotes»: Archivo personal


Cuando Marcelle Haurat regresó a Huesca, en noviembre de 1988, habían transcurrido cincuenta y dos años desde su precipitada marcha de la ciudad donde, según sus palabras, “había pasado los días más felices de mi vida y los momentos más dolorosos”. De la capital altoaragonesa tomada por el fascismo fue rescatada Marcelle —retenida en su propio domicilio por los sublevados contra la República— por su padre, comandante francés en el puesto fronterizo del Somport, que amenazó a las autoridades con un conflicto internacional si persistían en denegar el permiso para que la joven viuda, de 25 años y nacionalidad francesa, regresara a su país. Allí, en esa Huesca que ella siempre recordaría por su cielo luminoso, se quedaron sus ilusiones. Y su Manuel. Ay, su Manuel… Tan cariñoso, tan guapo, tan culto, tan bondadoso… Su Manuel, aquel joven que, en 1931, había anunciado a la ciudadanía oscense —su querida ciudadanía—, desde el balcón de Ayuntamiento, la proclamación de la II República.

Con Manuel —su Manuel—, al que había conocido en la parte francesa del puerto del Somport, se había casado en 1934 —en Canfranc, por el juzgado, y en la zaragozana iglesia de Santa Engracia, por el rito católico—. “Eran una pareja joven, agradable y cosmopolita”, se decía en Huesca, donde Manuel, que, pese a su juventud, había sido alcalde republicano de la ciudad, era muy apreciado.

Al despacho de Manuel Sender Garcés —exalcalde de Huesca, abogado de 31 años, hermanico (como él decía) del escritor Ramón J. Sender— se acercaron, el 20 de julio de 1936, los guardias de Gobernación a pedirle que se marchara, que huyera, que las cosas se habían puesto muy tensas. “Márchese, don Manuel, por favor. Váyase a Francia. Nosotros diremos que no le hemos encontrado. Pero márchese”. Pero Manuel, administrador de los fondos de la ciudad, se negó a ello. “Vamos, vamos, señores… Yo no he cometido ningún crimen y me debo al Ayuntamiento y a los ciudadanos”.

La última vez que lo vi, ya detenido, fue el 11 de agosto”, recordaba Marcelle en la entrevista que le hizo Luisa Pueyo para el Diario del AltoAragón, en 1988. “El día 13, a la una de la madrugada, lo fusilaron”.


El 13 de agosto de 1936 un camión transportó a cuatro hombres, unidos dos a dos por cordones de alambre, hasta la tapia del cementerio de Huesca. Mariano Carderera Riba, alcalde de la ciudad; Manuel Sender Garcés, exalcalde y concejal; Mariano Santamaría Cabrero, primer teniente de alcalde, y Miguel Saura Serveto, obrero afiliado a la CNT, que había bajado a Huesca desde Benasque para saber el alcance que había tenido en la capital la sublevación fascista; fue elegido al azar, de entre los presos, para ser el fusilado número cuatro, dado que se tenía por costumbre atar a los presos por parejas y los ediles sentenciados solo eran tres.

A la una de la madrugada se produjeron las descargas contra los cuatro hombres. Marcharon los asesinos y quedaron los cadáveres en amasijo para que, con las primeras luces, los enterradores hicieran su trabajo. Pero Mariano Santamaria, gravemente herido, consiguió levantarse y caminar rumbo a la ciudad llamando, angustiosamente, a su esposa. Fue rápidamente interceptado, llevado de nuevo a la tapia de la necrópolis y rematado.

La memoria de los enterradores guardó el lugar donde fueron sepultados aquellos cuatro seres humanos; fue esa memoria la que hizo posible que, cuando en junio de 1974 Ramón J. Sender accedió a dar una conferencia en Huesca, con la condición de que, previamente, se depositara un ramo de flores en la fosa clandestina donde estaba su hermano Manuel, las autoridades franquistas, haciendo de tripas corazón, cumplieran, vencidas y humilladas por el hermano del asesinado, la exigencia.


«Los rifles lo miraban todos secos
—ocho bocas de hierro lo miraban—
y era el hijo de Dios, era mi hermano»
.
Ramón J. Sender (1901-1982).- MONTE ODINA




NOTAS

  • Marcelle Haurat regresó a Hendaye con sus padres; en 1939 contrajo segundas nupcias con un primo lejano, se instaló en Biarritz y tuvo una hija, Madeleine. Regresó varias veces a Huesca a partir de 1988. Mantuvo, hasta su muerte, el contacto con la familia Sender.
  • El 14 de abril de 2003, el Ayuntamiento de Huesca colocó una lápida de respeto en la fosa del cementerio oscense donde yacen los restos de Manuel Sender Garcés y sus tres compañeros de salvaje infortunio. El lugar es conocido como la Tumba de los Ediles.
  • El lugar de un hombre, que da título al presente escrito, se corresponde con el de una magistral novela de Ramón J. Sender cuya primera versión se publicó en México, en 1939. La versión definitiva lo fue en 1958.

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