«Soledades»: Archivo personal
Se solazan los rayos del Sol refractándose en el charco del camino por donde sus pies, sorprendentemente ágiles, sorteaban las piedras que resbalaban del promontorio donde cada caminante depositaba, a modo de ritual inexplicable, las inanimadas ofrendas del suelo. Ella recogía una de las que se encontraban a los pies del improvisado monumento y la colocaba junto a las otras con parsimonia casi reverencial, como si de una valiosa reliquia se tratara. Después, daba un par de pasos hacia atrás y observaba el conjunto entrecerrando la azulada vivacidad de sus ojos.
Hoy, otros ojos contemplan, entre la neblina de las lágrimas retenidas, la acumulación de piedras. Y, como si no hubieran transcurrido diecisiete inviernos desde la última vez, todavía les parece verla —a ella, eternamente viva— disponiéndose a cumplir con el ceremonial.
«Mai, mira-me as mans;
as trayo buedas,
lasas d’amar…
Son dos alas
d’un biello pardal
que no puede
sisquiera bolar.
Mai, mira-me os güellos,
n’o zielo perdius
n’un fondo silenzio…
Son dos purnas
chitadas d’o fuego
que no alumbran
ni matan o chelo.
Mai, mira-me l’alma
aflamada de sete,
enxuta d’asperanza…
Ye un campo labrau
an no i crexen qu’allagas
que punchan a bida
dica qu’a matan.
Mai, mira-me a yo.
Me reconoxes, mai?
Fué o tuyo ninon…
Güei so un ome
que no se como so.
Mai, me reconoxes?
Mai, ni sisquiera tú?!!»[*]
–MAI, poema en lengua aragonesa de Ánchel Conte–
Interpretación del poema, con música de Gabriel Sopeña, por Olga y los Ministriles:
[*]«Madre, mírame las manos; las traigo vacías, cansadas de amar… Son dos alas de un viejo gorrión que ni siquiera puede volar.
Madre, mírame los ojos, en el cielo perdidos en un hondo silencio… Son dos chispas echadas del fuego que no alumbran ni matan el hielo.
Madre, mírame el alma inflamada de sed, seca de esperanza… Es un campo labrado donde sólo crecen aliagas que pinchan en la vida hasta que la matan.
Madre, mírame a mi. ¿Me reconoces, madre? Fui tu niñito… Hoy soy un hombre que no sé cómo soy. ¿Madre, me reconoces? ¡¡¿Madre, ni siquiera tú?!!.»