Como cada veintiséis de diciembre, las Tejedoras[1] reparten, en el bar del Salón Social, chocolate cocido, café de puchero y generosas raciones de farinosos, tortas de anís y frutas de sartén, en el ya tradicional Desayuno Navideño. El diputado, que mantiene un pulso constante con las integrantes de la Asociación de Mujeres, asiste desde la barra al convite. “Ponme un carajillo, Josefo”, le dice al camarero mientras coge uno de los periódicos del día del cestillo de la prensa que se halla al final del mostrador.
El diputado culpa al grupo de Tejedoras de las demoras e incidentes que se desarrollaron durante la construcción de la urbanización que se halla en las inmediaciones del Barrio —en la que él mismo posee un adosado— y que tuvieron como consecuencia el enfrentamiento, no siempre exclusivamente verbal, y el cruce de denuncias entre partidarios y detractores —con la Asociación de Mujeres a la cabeza— del proyecto. Un Acto de Conciliación entre las partes atemperó, aparentemente, los ánimos pero no logró recomponer la vieja cordialidad.
“Éstas se creen que el pueblo es suyo”, se queja el diputado en privado, aunque tal privacidad dura lo que tarda el reproche en llegar a oídos de la Asociación de Mujeres, donde el diputado suele ser el protagonista de los chistes más hirientes para disfrute de quienes, en el Barrio, tienen un pésimo concepto de él.
Los discretos rayos del Sol hacen como si fundieran la cobertura de hielo que blanquea los árboles y se repliega el dorondón hacia los costados de la sierra para esperar el final de la jornada y flirtear con la rosada que motea el paisaje.
NOTA
[1] Nombre que reciben, en el Barrio, las componentes de la Asociación de Mujeres.