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Archive for diciembre 2014

«A boira»: Archivo personal


Durante cinco días no dio tregua alguna la niebla, omnipresente, que transformó el Barrio en fantasmal pueblo de cuento gótico donde solamente los recién colocados reflectores de la carretera nueva dejaban entrever, entre tinieblas, que, más allá del muro húmedo de nubes rozando el suelo, la vida humana, envuelta en grises, desgranaba su rutina navideña con el mismo entusiasmo de cada temporada.

Ni siquiera la repentina sobrecarga eléctrica que dejó sin luz la urbanización y los edificios cercanos al río varió las actividades programadas por la Asociación de Mujeres.

Cuando se fue la luz, la mayor parte de las gentes del Barrio se hallaban en la Escueleta Vieja asistiendo a la audición de poemas de Agustín García Calvo que recitaba la chiquillería del Colegio Rural con el acompañamiento de la flauta travesera de Pilar-Carmen Gabarri y las guitarras de Madalina y Camelia Cristea. En el bar, también afectado   y a tope de clientes”, que diría Josefo, el encargado, después   Rafael de [Casa] Artero, dijo a voz en grito: “Así se jodan el puto anarquista ese de los poemas y todos los que les bailan el agua al hatajo de marimandonas que se están cargando el pueblo”; comentario que, con escrupulosa literalidad, llegó a la Escueleta Vieja aun antes de que volviera la luz y que no sirvió sino para amenizar la espera con historias pasadas y presentes de la familia Artero y los enfrentamientos de Rafael con la Asociación de Mujeres.


La tarde del día de Navidad, cuando las nubes parecían dispuestas a recogerse en las alturas, llegó al Barrio la noticia de la muerte de Ángela Martín, catedrática de Literatura, jubilada, del instituto Ramón y Cajal de la ciudad y profesora de casi todas las bachilleras del pueblo que la señorita Valvanera envió a estudiar a Huesca en los años sesenta. «Ángela Martín, por siempre La Gata», recordaban sus antiguas pupilas. Exigente  la describían  puntillosa, comprensiva, excelente transmisora de conocimientos… Y se les anegaban los ojos mientras leían y suscribían las sentidas palabras de despedida que le dedicaba Ánchel Conte:



A ÁNGELA MARTÍN CASABIEL IN MEMÓRIAM
tus palabras han sido rayo luminoso dándonos vida y hoy son luz muerta reflejada en nuestra vacía mirada
piedra es en los ojos tu silencio perdidos quienes te amamos en caminos sin regreso
dejo apagar la sangre que nada respire que todo languidezca
y en el dolor de tu voz robada quiero ahogarme hasta no ser sino boca sin palabras
corazón sin latido manos en las que no se agosta la viva roja rosa de tu ejemplo
de tu enorme humanidad que como reloj de nuestros días nos ha marcado el paso del tiempo

tu amor el que nos diste que para siempre continúa candente y nos alimenta

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«Estela funeraria. 1936-1945. Huesca»: Archivo personal


Todos los nombres. Quinientos cuarenta y cinco.

Uno a uno sonaron los nombres. Cada uno. Y se prendieron de la lluvia leve y silenciosa para regresar, con ella, a la tierra jubilosa donde, en unos meses, cimbrearán los diminutos árboles plantados.
Hijas, nietos, sobrinos, bisnietas, hermanos compusieron en sus labios los nombres silenciados de las quinientas cuarenta y cinco personas asesinadas en la invicta Huesca de los militares sublevados.

Todos los nombres. Uno a uno.

El anciano tozal  hoy parque Mártires de la Libertad—  desprendiéndose del olor a muerte y oprobio, mira a la ciudad bajo el cielo agrisado. Yérguese maquillado de fiesta, con sus imposibles cuestas arenosas y sus cimas alopécicas aseadas, con su ladera norte ocultando los rastros de los vergonzosos osarios bajo compasivas y diseminadas matas de hierba.

Ondean hoy banderas en sus cúspides redondeadas y se agrupa la ciudadanía en la cresta del homenaje con el esfuerzo del ascenso dibujado en el rostro.
Sones de gaitas, tamboriles, guitarras, chelos, violines… Y los nombres. Uno a uno.
Resucitan en el rejuvenecido tozal los prohibidos nombres durante años apenas susurrados.

Óyelos, ciudad invicta. Los hijos e hijas despreciados por la historia impuesta han vuelto a casa.

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