«Loveletter 2»: Christel Dall
El viejo luchador republicano despide, puño en alto, en la plaza de Navarra, la alborotadora riada de manifestantes que inician el recorrido contestatario por los Porches de Galicia, en dirección al Coso Alto. Apenas un ligero temblor en el ángulo del codo del brazo alzado; los ojuelos brillantes; con la mano izquierda asiendo las muletas que alivian la rigidez de sus músculos nonagenarios.
Mariano Viñuales Tierz nació en Huerto (Huesca) en febrero de 1919, en el seno de una familia campesina. Todavía adolescente, se incorporó como soldado en las filas del ejército republicano, pasando a Francia cuando el avance del ejército rebelde anunciaba la caída de la República Española. Las penalidades sufridas en el exilio forzoso no hicieron sino reafirmar su ideario. Miembro de la resistencia francesa y fugitivo de los nazis -se arrojó de un tren en marcha en el que era retenido para ser entregado a las autoridades ocupantes-, regresó a España en 1944 para organizar el maquis y fue detenido por la Guardia Civil apenas un mes después. Juzgado en Consejo de Guerra, fue condenado por rebelión militar a doce años y un día de prisión -terminó cumpliendo seis años de encierro en las cárceles de Torrero (Zaragoza) y San Miguel de los Reyes (Valencia)-. Obtuvo la libertad el 18 de julio de 1950.
Avanza el aluvión humano y resiguen los ojos húmedos del longeno guerrillero las sombras de los últimos integrantes de la marcha hasta que desaparecen detrás de la esquina. Entonces baja, despacio, muy despacio, el brazo, abre la mano con los nudillos entumecidos y saca del bolsillo un pañuelo de tejido azulado que se lleva, pausadamente, al rostro.