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Archive for marzo 2009

trapped

«Trapped»: Rudy Labordus

 

El general Vicente Navarro cambió la réplica de la Gran Cruz al Mérito Militar que había llevado en las dos primeras sesiones del juicio por un pin de la silueta de un avión. Esta acción sería irrelevante si las sesiones no se celebraran en la Audiencia Nacional, si no se tratara del juicio por las identificaciones erróneas de muchos de los cadáveres del accidente del Yak-42 y, sobre todo, si el general médico Vicente Navarro no fuera una de las tres personas juzgadas.

Al cambalache de la condecoración por el pin ha unido el Sr. Navarro su personalísima manera de argumentar las circunstancias que le llevaron a identificar incorrectamente treinta cadáveres. Así, cuando el fiscal interrogaba al dicharachero general del avioncito en la solapa sobre cómo era posible confundir el cadáver de un hombre negro con el de otro de raza blanca, don Vicente, con dignidad no exenta de cierta socarronería macabra, se escudaba en que los cuerpos presentaban idéntica envergadura y que uno de ellos no era exactamente de raza negra sino “canario mulatoide” (sic).

[…]

Fernando Burgos, fiscal: Un general como usted, ¿tiene alguna explicación para el hecho de que las 32 identificaciones que hicieron con los [forenses] turcos fueran correctas y las 30 que hicieron ustedes solos fueran erróneas?

General Navarro, acusado: No me lo explico. Llevo seis años preguntándome qué ocurrió. Hubo muchas manipulaciones, cambios de saco… Hice tres listas, me pudieron bailar números, puede ser. No hay ningún general infalible. Los generales también se equivocan.

[…]

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transistusanimadverto

«Transitus Animadverto»: Rick Simpson


«Hay un racismo silencioso. No nos constan agresiones físicas, pero sí verbales, y no sólo insultos, sino juicios o palabras que se dicen. Sigue habiendo un ambiente muy generalizado hacia los inmigrantes, también unas fronteras invisibles: yo suelo hacer recorridos de observación por buses, hospitales y bares; y veo cómo la gente se cruza las miradas; miradas que se esconden, otras que acusan, otras que señalan.«.- Fernando Rey Correa, presidente de la Plataforma para la Convivencia y la Diversidad Cultural de La Rioja.

En el territorio de la emigración. De las pavorosas filas de seres humanos recorriendo los abruptos kilómetros pirenaicos que creían antesala de la tranquilidad frente al horror y la represión. De los barcos atestados de cuerpos consumidos por los desastres de la guerra. De los obreros aferrados a sus modestas maletas de cartón que se enfrentaban a funcionarios de aduanas circunspectos y distantes en la década de los sesenta que el régimen proclamaba como «del desarrollo«.

En el territorio  -España-   donde habita el olvido.

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«Madonna Noir»: Lisle Drake


Encima de los tableros montados sobre caballetes que ejercen de protocolarios altares para el buffet de tortas de sardina, destacan las quince botellas de grueso cristal tallado -donadas por Marina a la Asociación de Mujeres, grupo más conocido en el Barrio, como Las Tejedoras-, generosamente llenadas con los preciados caldos de las vides que se cultivan, más allá del recuerdo de las gentes más viejas, al pie del saso (=Arag., elevación con paredes verticales y cumbre llana).

La Viña del Saso -como se la conoce- fue, siglos ha, dote mancomunada de las mujeres del Barrio, a la que tenían derecho por nacimiento y de la que, en razón de la cosecha obtenida, se entregaba una señal, a modo de beneficio, a cada mujer que matrimoniaba con varón de la localidad.

La dote fue suspendida durante muchos años, por presión eclesiástica, como castigo y penitencia a todas las mujeres que ejercían de camareras de la Virgen Negra, revertiendo los beneficios al mosén de turno. Como quiera que la mayoría de las mujeres tenían una ligazón, más o menos pública, con la conocida como Nuestra Señora de los Morros de Cebollón, la Iglesia y la Casa Parroquial recibían al completo los beneficios, destinándose el vino sobrante de la venta, al rito de la misa.

Fue durante la II República cuando Juliana, de Casa Viscasillas, reclamó y obtuvo la vuelta a la vieja tradición. Con la llegada de la democracia y la creación de la Asociación de Mujeres, la Viña del Saso dejó de estar vinculada a la dote matrimonial convirtiéndose en patrimonio gestionado por las imprescindibles Tejedoras, quedando como acto simbólico la entrega de un pequeño tonel de vino a todas las mujeres ligadas al Barrio, nacidas o no en la localidad.

En el bar del Salón Social, las gentes del Barrio y las foráneas que tienen su residencia de fin de semana en la urbanización, comparten el almuerzo previo al inicio de la Fiesteta Pequeña, que conmemora, sin tapujos, los sucesos que tuvieron lugar en el Limbo de las Peinadoras.

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