Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘historia’

«Lugar de Memoria»: Archivo personal

 

95º aniversario de la Sublevación Republicana de Jaca (1930).

 

Al otro lado del río Isuela, en la circunvalación que comunica con la modesta zona industrial de Huesca, el monumento [FOTO] a los capitanes Galán y García Hernández —a los pies de la loma conocida como Cerro de Las Mártires, a menos de un kilómetro del polvorín donde ambos militares fueron fusilados tras la fallida Sublevación Republicana de Jaca de 1930—, relanza recuerdos aprendidos que arrastran los pies del caminante hacia la pendiente que, mediante unas escalinatas, facilita la ruta hasta la cima del tozal.

Antes de entrar en la historia como Cerro de Las Mártires, la loma oscense fue conocida como Tozal de las Forcas, por ser lugar de ajusticiamiento en tiempos de los visigodos y del Islam. Pero el nombre que prevaleció fue el de Las Mártires.

 

Dícese que, en el siglo IX, las hermanas Nunilona y Alodia Ben Molit, nacidas en Adahuesca (Huesca), de padre musulmán y madre cristiana, fueron denunciadas por un tío suyo a Jalaf, emir de Alquézar, por profesar la religión cristiana cuando la ley obligaba a los hijos de padre musulmán a mantener la religión de su progenitor. Como Jalaf no emprendió acción alguna contra las niñas, el familiar trasladó la denuncia a Zumail, valí de Wasqa/Huesca, que ordenó la detención de las hermanas y su traslado y encarcelamiento en la ciudad, donde fueron presionadas para adjurar de su fe. Inamovibles Nunilona y Alodia, fueron decapitadas y sus cuerpos quedaron expuestos a las alimañas en el Tozal de las Forcas. Cuenta la tradición que los buitres velaron los cuerpos y que, por la noche, una luz cegadora envolvió los cadáveres, así que Zumail mandó arrojar los restos a un pozo del centro de la ciudad de donde fueron robados por los cristianos y trasladados secretamente a Pamplona y de ahí al monasterio de Leyre para retornar, siglos más tarde, a su Adahuesca natal. En el siglo XIII se construyó en el tozal una ermita dedicada a las mártires aboscenses que sería remodelada a principios del siglo XVIII.

 

Anexo a la ermita levantada en el Cerro de Las Mártires, se halla el cementerio viejo de Huesca donde se llevaron a cabo las vejaciones y asesinatos de hombres y mujeres oscenses antifascistas en los primeros años de la guerra (in)civil de 1936. Y allí mismo, testigo de la barbarie de la guerra, presidiendo la ladera norte, se levanta un monolito [FOTO], erigido en 1885, que recuerda a Manolín Abad y a los defensores de la I República, fusilados en 1848.

 

Manuel Abad, Manolín, nacido entre 1815 y 1818 en Huesca, dirigió al grupo de luchadores republicanos aragoneses —conocidos como partida de las Cinco Villas— levantados contra la monarquía borbónica que, tras asaltar, la madrugada del 26 de octubre de 1848, el cuartel de Ejea de los Caballeros y hacerse con dinero, armas y caballerías, pero sin causar víctimas, emprendieron una ruta sin retorno posible que les llevó por Rivas, Luna, Bolea y Ayerbe hasta Huesca, donde recalaron el 30 de octubre perseguidos por las tropas reales. De allí, tras liberar a los presos políticos, marcharon a Siétamo, donde se atrincheraron en el hoy inexistente castillo para terminar pactando una rendición cuyos términos traicionarían, aun antes de estamparse las firmas, los representantes de Isabel II. Detenidos los integrantes de la tropa republicana y trasladados a Huesca, Manolín Abad y siete de sus lugartenientes fueron pasados por las armas el 5 de noviembre. Dos días después, tras un macabro sorteo entre los detenidos, serían fusilados otros seis miembros de la partida republicana; del resto de los arrestados muy pocos quedaron en libertad; la mayoría fueron embarcados en Valencia con destino a Filipinas.

 

…Y soñaba la ciudad frente al cerro del otro lado del río que, algún día, ese tozal descuidado pero donde no habitaba el olvido, devendría en bosquecillo frondoso que agitaría el ramaje celebrando la lucha por la libertad. Y, así, el Círculo Republicano Manolín Abad de Huesca, con el apoyo de la CNT, propuso al Ayuntamiento oscense dignificar el Cerro de Las Mártires y hacer de él un Lugar de Memoria.

En el mes de diciembre de 2014, ya convertido en parque Mártires de la Libertad, el histórico tozal lució sus nuevas galas vegetales para ser testigo de la inauguración, en su cima, del Monumento a los Mártires de la Libertad, una pirámide truncada de hormigón [FOTO DE LA RÉPLICA DE RECUERDO] cubierta por 545 prismas de caliza —uno por cada víctima oscense documentada, amén de paneles con los nombres de todas las víctimas—, obra del arquitecto municipal, y la inscripción, con los logotipos del Consistorio y del Círculo Manolín Abad: “A los mártires de la libertad, mujeres y hombres asesinados en Huesca entre Julio de 1936 y Enero de 1945 y a sus familias destrozadas. Diciembre de 2014”, además de una placa de la CNT que reza: “En recuerdo de todos los antifascistas, hombres y mujeres que sufrieron la represión, la guerra, la cárcel, el exilio y la muerte, para que su vida, lucha y ejemplo no caigan en el olvido. Huesca, 14 de Diciembre de 2014”. Ambos textos se pueden leer también en Braille.

Read Full Post »

«Fuente del Ibón, en el parque Miguel Servet de Huesca»: Archivo personal

 

Preámbulo

Hace setenta y cinco años nació la Jota de San Lorenzo, la más emblemática del folclore oscense. Surgió en un emplazamiento asaz curioso: A bordo del buque Monte Ayala, que surcaba el Atlántico hacia Sudamérica con un grupo de jóvenes músicos y bailadores de los Coros y Danzas de Educación y Descanso entre los que se encontraban varias joteras y joteros de Huesca con su rondalla.

Durante la larga travesía, entre ensayo y ensayo, los representantes oscenses pensaron que sería buena idea ampliar su repertorio de baile y, así, la joven jotera Sarita Villacampa, que vivía por y para la jota, ideó la coreografía de la que bautizaron como Jota de San Lorenzo, en honor al patrón de Huesca, que tiene una parte cantada que, a día de hoy, no hay oscense que no haya entonado alguna vez: “San Lorenzo, mi patrón. / Viva Huesca que es mi pueblo.  / San Lorenzo, mi patrón. / Las mozas que van por agua / a la fuente del Ibón. / A la fuente del Ibón. / Viva Huesca que es mi pueblo”.

Tomando como punto de partida aquel viaje folclórico, el músico Marko Zaragoza —hijo de uno de los pasajeros del Monte Ayala que tocaba en la rondalla oscense— publicó en 2019 una digna y entretenida novela, La silueta del Monte Ayala, en la que los sucesos reales y la ficción se amalgaman para componer una trepidante historia de conspiraciones y espionaje.

 
 
UNO: Vida y muerte de la histórica fuente del Ibón

Volvamos un instante a la letra de la Jota de San Lorenzo, donde dice… Las mozas que van por agua a la fuente del Ibón. Porque es ella, la fuente a la que alude la jota, la protagonista de este artículo. La fuente del Ibón ya aparece documentada como «antiguo manadero para el abastecimiento de agua» en el siglo XV; sus aguas procedían de un manantial próximo a la ciudad que, por una conducción de piedras, fluía hasta decantarse en la bóveda de la que salía al exterior. Aunque el paso del tiempo fue erosionando su estructura, las reparaciones que se llevaron a cabo en los siglos XVI a XIX en el encajonamiento de la conducción hídrica y la bóveda, pero respetando su apariencia, le devolvieron el viejo esplendor.

El fontanar estaba decorado en su frontal con un escudo en alabastro en el que aparecían cincelados dos ángeles que sostenían una cartela donde figuraban un lienzo de muralla, con su portalón y dos torreones, y una muesca —que eso significa Osca/Huesca, «muesca»— que caía sobre los caños de agua.

Parece ser que, a principios del siglo XIX, el Ayuntamiento oscense consideró que las abundantes huertas que copaban las tierras entre el manantial de origen y la fuente, podían ser un foco que contaminara el agua de boca, así que mandó construir, en distintos puntos de la ciudad, ocho nuevas fuentes de abastecimiento para sustituir a la emblemática del Ibón que, pese a todo, siguió siendo  —a la par que la fuente del Ángel, otro surtidor histórico—  la fontana de referencia y punto de encuentro de mozos y mozas, congregados con sus trajes de domingo en las inmediaciones para flirteos y requiebros, como así se había hecho «de toda la vida».

Pero, señoras y señores, en los años cincuenta del siglo XX llegó a Huesca el progreso en forma de Plan de Desarrollo Urbanístico ¿trazado sobre plano desde Madrid…? Y como los señores ingenieros de la capital de España no habían pisado Huesca en su vida —no se me ocurre otra explicación— tuvieron la portentosa ocurrencia de dibujar una calle allí donde, desde hacía quinientos años, se ubicaba la fuente del Ibón. El servil alcalde oscense dijo amén y la fuente icónica, la más entrañable para los oscenses, fue destruida. Solo se salvó el escudo de su frontal, que alguna mente algo más lúcida de la Casa Consistorial decidió que no merecía caer bajo los picos y martillos destructores y mandó que lo guardaran en el Ayuntamiento donde, al parecer, continúa, aunque bastante deteriorado.

 
 
DOS: La fuente del Ibón de las nuevas generaciones

En la década de 1960 el Ayuntamiento de Huesca acometió la ampliación del parque Miguel Servet. Entre los nuevos espacios que se crearon hubo uno que pronto llamó la atención de la ciudadanía: Una fuente llamada… del Ibón. No se trataba de una reconstrucción de la fuente histórica que había estado emplazada a menos de doscientos metros de la recién construida sino una especie de ¿homenaje?, ¿desagravio? a la fontana medieval cuyo derribo había causado tanto pesar en quienes la consideraban un símbolo oscense. La novedosa fuente del Ibón solo se asemejaba a la desaparecida en el nombre. En nada más.

Tuvo la gallardía el Ayuntamiento de no usar el frontal de la anterior para evitar más controversias de las que hubo, pero se dejó caer que, algún día, volvería a erigirse la icónica fuente con su primitiva arquitectura y su escudo en alabastro. “¿En qué lugar?”, preguntaba la gente. “Cerca de donde estuvo siempre”, respondían. Cerca, claro, porque en el sitio original se yergue un edificio de oficinas y viviendas que no se va a demoler para dar gusto a los oscenses nostálgicos.

Para las nuevas generaciones, que habían oído hablar de la antigua fuente del Ibón pero solo conocían la del parque Miguel Servet, el discreto rincón de la fuente sustituta fue un remanso. La de charlas, besos, risas, lecturas, lametones y juegos que habrán tenido lugar allí, en ese banco de piedra que tantos secretos guarda y en esa mesa encementada que, si tuviera un atisbo de vida para escribir sus Memorias, haría sonrojar a más de uno o una.

La fuente del Ibón del parque Miguel Servet brilla, desde hace años, con luz propia; ya no es un remedo de la antigua ni se pronuncia su nombre con cierto retintín. Este verano, dentro de las actividades organizadas por el Ayuntamiento en el programa Huesca es otra historia, la que se ha llevado a cabo en el entorno de la fuente del Ibón ha sido la que más público ha concitado.

Bajo la dirección del escritor oscense Óscar Sipán, acompañado al violín por Daniela Nikolova, se ha desarrollado en este espacio del parque la actividad titulada Crímenes en la fuente del Ibón, en la que, durante ocho sesiones que han reunido a un total de 2.080 personas, Óscar ha hecho viajar a los presentes por algunos de los crímenes ocurridos en la ciudad desde finales del siglo XIX, además de visitar algunos de los lugares donde se cometieron.

Al éxito de la iniciativa y a su excelente desarrollo hay que sumar la interactuación entre narrador y asistentes, la presencia entre el público de descendientes y allegados de víctimas y victimarios, incluso la de un forense que aportó su experiencia personal sobre uno de los crímenes que se estaban relatando, y, cómo no, el inigualable marco del entorno de la fuente del Ibón, idóneo para sumergirse, en las noches veraniegas, en estas muertes a mano airada.

Read Full Post »

«Catedral Ortodoxa de Alejandro Nevski, en Sofía»: Archivo personal


Nunca había aspirado tanto humo de velas e incienso”, comentaba Marís cuando se dirigían al monasterio de Rila, a menos de dos horas de Sofía. En la capital búlgara, les habían maravillado dos de los templos visitados: la catedral patriarcal de Alejandro Nevski [FOTO DEL INTERIOR], de estilo neobizantino —una de las diez iglesias orientales más grandes del mundo—, construida a finales del siglo XIX y que lleva el nombre de un príncipe medieval ruso defensor del Cristianismo Ortodoxo, y la de Santa Nedelya [FOTO], erigida en el siglo X pero remodelada y reconstruida en los siglos posteriores; en 1928 un atentado con bomba, no solo la destruyó por completo, sino que se cobró la vida de 128 personas. Sin embargo, ningún templo es comparable al complejo espiritual que se alza en las faldas de las montañas de Rila y que tuvo sus inicios en una cueva; en ella vivió, en el siglo X, el eremita Iván Rilski —San Juan de Rila—, santo milagrero venerado en Bulgaria —que lo honra como patrón— y en los países limítrofes. El monasterio [FOTO] posee un claustro pentagonal y, como todos los templos ortodoxos, los muros interiores están profusamente decorados [FOTO], [FOTO]. El paisaje que lo circunda es espectacular, con lagos glaciares, cumbres de 3 000 metros y exuberante vegetación que embellecen, aún más, esta magnífica construcción religiosa en la que llegaron a residir trescientos monjes, aunque, en la actualidad, solo lo hagan unos diez.

Sofía, al igual que Bucarest y otras capitales del antiguo bloque comunista, muestra esa arquitectura brutal y nada comedida de su pasado reciente: edificios de amplitud desmedida cuyo uniforme de hormigón los convierte en inquietantes; sus moles grisáceas y rugosas parecen avasallar las construcciones más antiguas e incluso las modernas. No es de extrañar que Yoly y Asier, amantes de las novelas de Graham Greene y John le Carré, observaran la ciudad como si sus calles y avenidas fueran escenarios montados al aire libre para asistir a las correrías de los contraespías de la vieja guardia roja. Escuchándoles fantasear, tanto Étienne como la veterinaria y Marís, imaginábanse a un sicario de la Darzhavna Sigurnost —vestido con un terno arrugado y armado con un paraguas con una cápsula de ricina oculta en la contera— aguardando la salida del infiltrado X, que hacia hora en el patio de butacas del Teatro Nacional Iván Vazov [FOTO], fingiendo interesarse por la obra representada. “Pero como se trata de hacer una pedorreta a las películas de espías con finales cantados, diremos que, pese a percatarse la víctima del peligro que corría y huir hacia el metro para esconderse entre las ruinas romanas anexas del Complejo Arqueológico de Serdica [FOTO], no tuvo escapatoria”, concluyó Asier.

Septiembre, 2025

Read Full Post »

«Trajes típicos búlgaros en Veliko Tarnovo»: Archivo personal


A modo de prólogo

Nada sabían de los Dimitrov —y muy poco de Bulgaria— los dos viajeros y las tres viajeras que planeaban poner rumbo al país balcánico la ultima semana de agosto, pero, unos días antes de hacer las maletas, cuando la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio le contó a maman Malika los lugares que pretendían visitar, ésta le dijo: “Entonces tendrás que pasar a saludar a los Dimitrov, que viven en Plovdiv. Haré unas llamadas para saber la dirección y te la diré”. “Pero maman, si no tengo ni idea de quién es esa gente y…”, protestó la veterinaria. “Estamos emparentados. Una de las primas Gherghina de Rumanía está casada con un Dimitrov. No puedes ir a Plovdiv y pasar de puntillas por la casa de nuestros parientes. Solo tienes que darte a conocer y saludar en nombre de nuestra familia. La prima no te conoce a ti pero sabrá de quién eres nieta. ¿Qué te cuesta?


La familia Dimitrov

Los Dimitrov son descendientes de un grupo de romaníes kalderash rusos que, a finales del siglo XVIII, emigraron a Bulgaria y se instalaron en la histórica ciudad medieval de Veliko Tarnovo [FOTO], enclavada entre tres colinas y bañada por el río Yantra. Allí, en la llamada Ciudad de los Zares, donde surgió el Primer Imperio Búlgaro, trocaron su oficio de artesanos del cobre por el de constructores, arreglando caminos y levantando y reconstruyendo casas. Un enfrentamiento con las autoridades de Veliko Tarnovo —del que los Dimitrov actuales afirman desconocer las razones— tuvo como consecuencia una orden de destierro contra la familia, que se asentó en Plovdiv, donde continúan residiendo. Una rama de la familia sigue trabajando en su propia empresa de construcción, habiéndose especializado en la rehabilitación y mantenimiento de edificios históricos por todo el país y, por supuesto, en el Casco Histórico de su propia ciudad, donde se han recuperado joyas arquitectónicas del Renacimiento búlgaro [FOTO], [FOTO].


La Ciudad de las Siete Colinas y un gueto

En compañía de Vesela, una búlgara no gitana estudiante de Historia, novia de Georgi —nieto por vía materna del patriarca de los Dimitrov—, y atendiendo a sus muy completas explicaciones en inglés, los cinco viajeros procedentes de España recorrieron Plovdiv que, habitada de manera ininterrumpida desde hace 8 000 años, es la ciudad más antigua de Europa. Se trata de una población protegida por siete colinas y bañada por el río Maritsa, que fue fundada por Filipo I de Macedonia, padre de Alejandro Magno. La puerta medieval Hisar Kapia [FOTO], asentada sobre cimientos de la época romana, que sirve de entrada a su Casco Histórico, es solo un aperitivo de las excelencias que aguardan al otro lado. Bulgaria fue territorio conquistado por los Romanos —los emperadores Galerio, Maximino el Tracio y Justiniano I nacieron en tierras búlgaras— y, como en todos los lugares donde se impusieron, dejaron su magnífica impronta; en Plovdiv se puede admirar una sección restaurada [FOTO] del Estadio Romano de Filipópolis —el resto de secciones se hallan sepultadas bajo el pavimento de la calle  peatonal y los cimientos de varias viviendas, aberración común a tantos lugares—, que cuenta la historia de una construcción de doscientos cuarenta metros de largo y cincuenta de ancho, con capacidad para 30 000 espectadores [FOTO DE LA MAQUETA], en la que se celebraban diferentes eventos como los Juegos Píticos, similares a las Olimpiadas. Otra muestra de la presencia romana es el Teatro Romano, en el que, como en el caso del de Mérida, se realizan concurridas representaciones teatrales y operísticas.

Plovdiv es un museo vivo de la historia desde el Neolítico hasta nuestros días; una ciudad de pendientes por las que sube y baja el pasado y se abraza al presente; donde los monumentos, las tradiciones [FOTO], las mezquitas, los templos ortodoxos [FOTO]  y la diversidad étnica son la prueba de un crisol de culturas. Pero, a la vez, como en otras ciudades europeas, Plovdiv posee un segundo rostro que los viajeros descubrieron a espaldas de sus gentiles anfitriones: el gueto romaní de Stolipinovo, ubicado a las afueras, en el que la miseria ajena golpea a quienes se aventuran a cruzar la invisible alambrada que separa dos mundos que, levantados uno junto al otro, no pueden ser más opuestos. Y ese segundo mundo, paupérrimo y descorazonador, oculto al turismo gozoso, pregona el fracaso de una sociedad que no ha querido o sabido actuar con justicia.

Agosto, 2025

Read Full Post »

1730558950025a

«El senderista»: Archivo personal


En el somonte de la reverdecida estampa montuosa de la sierra de Leyre, se agolpan las aguas del embalse de Yesa, a las que mira —desde la balconada pétrea donde fue erigido— el milenario monasterio. Danzan los pies viajeros por los senderos de tierra reblandecida y tatuada de surcos en los que el persistente sirimiri deposita con paciencia los alfileres acuosos a los que el Sol, aún no batido, hace destellar como si de caprichosas vetas de plata se tratara.

El aire dulcemente húmedo trae aromas a tomillo y espliego que se expanden entre abetos, encinas, avellanos y arces montejos, protectores de las pequeñas colonias de orgullosos agaricales [FOTO] que brotan aquí y allá, arropados por un mantillo de hojarasca que recibe, esponjoso, la firme acometida de las pisadas humanas.

Ascienden los senderistas por la pendiente herbácea, bajo la vigilancia de un águila culebrera, tal vez desplazada desde su hábitat en las espectaculares foces serranas en las que las rapaces mantienen su cuartel general; a medio camino, le toman el relevo una pareja de águilas calzadas que desaparecen tras el farallón de dolomitas y calizas entre las que se abre el Paso del Oso [FOTO].

Se aposentan los andarines frente a la abertura natural que enmarca las tierras del valle del río Aragón, en el viejo y pequeño condado que el gran monarca navarro Sancho III el Mayor dejó en herencia a su hijo Ramiro y del que este fue rey —el primer rey de Aragón—. Y allí, en el Paso del Oso, donde Aragón y Navarra se abrazan, parece detenerse el tiempo para los caminantes, que aspiran y otean, almuerzan, callan, reposan y olvidan la hora como si, en su fuero interno, pretendieran emular a Virila, el santo abad medieval del monasterio de Leyre que, un día, salió a pasear por las inmediaciones del cenobio y, abstraído en sus reflexiones y en el canto de un esforzado ruiseñor, cuando regresó al monasterio habían transcurrido trescientos años.

Read Full Post »

1729090939774a

«La diosa en el Olimpo de lo cotidiano»: Archivo personal


Son femeninos los símbolos de la Revolución Francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.

Pero la Revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, marchó presa, el Tribunal Revolucionario la sentenció y la guillotina le cortó la cabeza.

Al pie del cadalso, Olympia preguntó:
—Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?

No podían. No podían hablar, no podían votar. La Convención, el Parlamento Revolucionario, había clausurado todas las asociaciones políticas femeninas y había prohibido que las mujeres discutieran con los hombres en pie de igualdad.

Las compañeras de la lucha de Olympia de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Y poco después de su ejecución, fue el turno de Manon Roland. Manon era la esposa del ministro del Interior, pero ni eso la salvó. La condenaron por “su antinatural tendencia a la actividad política”. Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de Estado.
Y la guillotina volvió a caer.

Olympia, texto perteneciente a la antología Mujeres (2015), de Eduardo Galeano—.


Poco antes de morir, Eduardo Galeano (1940-2015) preparó y revisó el que sería su libro póstumo, Mujeres, una antología de textos desperdigados en sus obras que quiso reunir en un solo volumen y en el que las mujeres, conocidas y anónimas, protagonizan ese universo galeaniano de trazado literario aparentemente simple pero de tal intensidad que se entremete por los ojos y explosiona en el ala cerebral donde se abrazan comprensión y sentimientos. Santas y putas; doctas e ignorantes. Novelistas, poetas, sindicalistas, obreras, pintoras, actrices. Jóvenes y maduras; de perfil público o anónimas viandantes de lo cotidiano; aristócratas y plebeyas. Reales o ficticias. Tan distintas y, a la vez, tan iguales y tenaces dignificando una condición femenina opuesta en significado a la que la sociedad diseñó para ellas. Mujeres que lucharon por ellas y por otras, que se batieron por un mundo justo, que se reivindicaron a sí mismas con sus actos dejando un rastro de integridad, a modo de miguitas, junto a las que no se puede pasar sin percibirlas y admirarlas. Sherezade, Josephine Baker, Teresa de Ávila, Alfonsina Storni, Marilyn Monroe, Juana de Arco, Camille Claudel, Rigoberta Menchú, Frida Kahlo, Rosa Luxemburgo, Juana Inés de la Cruz, Marie Curie, Harriet Tubman, mujeres revolucionarias, antiesclavistas… Mujeres defensoras del feminismo cuando el término carecía de sentido… Todo un retablo de acciones realizadas por mujeres, solas o como colectivo, que fue recuperando durante años el autor uruguayo sin dejar resquicios a la indiferencia.

Read Full Post »

IMG-20231111-WA0006(1)(1)(1)ZaragozaEbro

«El Ebro, besando Zaragoza, caminito de la mar»: Archivo personal


Entre la tarde del 9 y la mañana del día 10 de septiembre de 2001, fueron llegando a Bruselas, en autobuses y vehículos particulares, los manifestantes. Cuarenta y nueve días antes, José Luis Martínez, mensajero aragonés de la Marcha, había iniciado su andadura en Biscarrués (Huesca) para cubrir a pie los casi mil cuatrocientos kilómetros que separan la localidad oscense —símbolo de la lucha, por la cruzada de sus habitantes contra la construcción de un proyectado pantano que iba a anegar su futuro— de la sede de la Comisión Europea.

Bruselas recibió a los viajeros fría, gris; con rachas de lluvia heladora que saludaba a aquellas decididas gentes extranjeras que iban tomando posiciones en la Estación del Norte, punto de partida de la manifestación.


Todo había comenzado en febrero de 2000, cuando el ministro de Medio Ambiente del gobierno de José María Aznar, Jaume Matas, anunció el Plan Hidrológico Nacional y su macroproyecto estrella: el trasvase de agua del Ebro a Alicante, Almería, Barcelona, Castellón, Murcia y Valencia. La respuesta en Aragón y el delta del Ebro se tradujo en manifestaciones de protesta que se intensificaron al ser aprobado en las Cortes —con los votos de PP, Convergencia i Unió y Coalición Canaria— un proyecto que las gentes de los territorios cedentes consideraban faraónico, altamente lesivo y contrario a las recomendaciones de la Nueva Cultura del Agua. Tras su publicación en el BOE, el 5 de julio de 2001 —con entrada en vigor el 26 del mismo mes— y conocerse que se había dispuesto la detracción anual de 1.050 hm3 de agua y que el presupuesto para acometer las monumentales obras de infraestructura se elevaba a 3,6 billones de pesetas que se pretendían financiar con fondos europeos, las organizaciones antitrasvasistas, que no habían dejado de clamar contra el dislate y atropello de un PHN que tenía más de beneficioso negocio que de proyecto para paliar la escasez de agua, comprendieron que sus alegaciones sobre el impacto ambiental y socioeconómico de aquel PHN debían ser expuestas sin dilaciones ante quien, en última instancia, poseía la llave de la caja de donde saldría el dinero: la Comisión Europea, con sede en la capital belga.


A las 13 horas de ese 10 de septiembre, bajo una tromba de agua espectacular y con no más de 10° de temperatura, las personas concentradas echaron a andar por las calles de Bruselas. A esa misma hora, lo hacían también, por sus respectivas localidades, cientos de manifestantes concentrados en Zaragoza, Teruel, Huesca y las tierras del delta del Ebro. Diferentes lugares; igual causa. Entre 12.000 y 14.000 personas llenaron Bruselas de música, cánticos, banderas, pancartas, lemas y colorido, mientras arreciaba la lluvia y los pocos bruselenses —resguardados bajo paraguas y chubasqueros— que circulaban por las calles miraban con pasmo a los manifestantes, calados pero resueltos, que en alegre alboroto iban salvando los tres kilómetros que separaban la Estación del Norte de la del Mediodía, final de la Marcha. Como diría después Manel Tomás, de la Plataforma en Defensa del Ebro: En la Comisión Europea, a los antitrasvasistas no nos conocían, así que la Marcha Azul fue nuestra carta de presentación.



EPÍLOGO

Las protestas y manifestaciones masivas contra el trasvase del Ebro en Zaragoza, Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Valencia y otras localidades continuaron a lo largo de todo el mandato de Aznar, cuyo ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, llegó a afirmar en Murcia que «el trasvase se hará por cojones». En 2005, el gobierno de Rodríguez Zapatero derogó los artículos del PHN referidos al trasvase del Ebro.

El Estatuto de Autonomía de Aragón en su reforma de 2014 señala que no se podrán realizar disposiciones sobre las aguas del Ebro sin la conformidad del gobierno aragonés y que, en cualquier caso, la Comunidad Autónoma de Aragón garantizará 6.550 hm3 para uso exclusivo de las personas residentes en la Comunidad.

Read Full Post »

1723977175012embalseBelesar

«Embalse de Belesar, en el río Miño (Lugo)»: Archivo personal


El extraordinario paraje que brinda a la vista el pantano de Belesar  —donde se embalsan las aguas del Miño—  oculta en el fondo de su depresión los once poblados lucenses que, náufragos, muestran, cuando el volumen hídrico decrece, los restos de un pasado detenido que acompaña al histórico puente romano que sufrió, también, la tromba para yacer, sin honores, en las entrañas del húmedo cementerio. Es el mismo puente que, allá por 1112, mandó destruir la resuelta Urraca I de León para poner agua de por medio entre ella y su segundo marido, el rey aragonés Alfonso I el Batallador, de quien huía tras un periplo matrimonial bronco a cuyo fracaso habían contribuido tanto la disparidad de caracteres de la pareja como las camarillas de una y otro. Ocho años tardaría la soberana leonesa —primera mujer europea en reinar de pleno derecho sobre un territorio— en ordenar la reconstrucción del antiguo puente, cuya soberbia arquitectura resistiría hasta el siglo XIX, cuando dos riadas, en 1891 y 1895, se llevaron por delante parte de sus once arcos y menguaron sus 152 metros de longitud originales. En 1962, con la inauguración del embalse de Belesar, el Miño —sobre el que, herido pero orgulloso, se alzaba el puente— lo cubrió definitivamente.

Pero no todo se perdió bajo las aguas. Portomarín, un pueblo medieval en la ruta del Camino de Santiago que tenía la consideración de Conjunto Histórico Artístico, fue reedificado a un kilómetro de donde había sido anegado y algunas de sus construcciones se trasladaron piedra a piedra [FOTO] al nuevo emplazamiento, replicándose, en las nuevas edificaciones, la esencia de las cubiertas por el agua en una disposición que, de no conocerse el destino del pueblo viejo, podría pasar por genuina.



El Camino de Santiago tenemos que hacerlo alguna vez… Un trecho, al menos. Que no sería nada religioso, mamá; solo una aventura. ¿Cuánto hay de Portomarín a Santiago?¿Cien kilómetros…? El verano que viene podríamos venir hasta aquí con la camper y hacernos el resto andando”. Y de esa manera Jenabou, mientras planificaba a su aire el siguiente verano, corría a tocar la Campana de la Libertad [FOTO], que tañen los peregrinos al llegar a Portomarín, y expresaba en voz alta, frente a la Estrella de los Deseos [FOTO], su aspiración de recorrer —“cuando se pueda”, decía— la última parte del Camino. “No te embales, que ya lo hablaremos a su tiempo. Ahora, sube al coche, que nos esperan en Oporto”.

Read Full Post »

44261f25-c077-48bf-a3aa-046033190469(1)

«Monasterio de San Pedro de Siresa (Huesca)»: Miguelheneres


En el Real Monasterio de las Benedictinas de Jaca, en un sarcófago románico muy bien conservado, se hallan los restos de algunas damas regias de Aragón y Pamplona, entre ellos, los de la ilustre Sancha Ramírez (1045-1097), condesa-viuda de Urgell, hija del primer rey de Aragón y hermana del monarca aragonés y rey de Pamplona Sancho Ramírez, que la tenia en tan alta consideración que además de dejar a su cargo la educación de los vástagos reales (los futuros reyes Pedro I y Alfonso I el Batallador) y otorgarle atribuciones de Consejera Real y, no pocas veces, de cogobernadora en los asuntos del Reyno, le encomendó la sede episcopal de Pamplona, convirtiéndose así en la única mujer de la historia del Catolicismo en obtener la dignidad de obispo.


Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona, había peregrinado a Roma rindiendo vasallaje al Papado, en la persona del pontífice Alejandro II, comprometiéndose a desterrar de sus territorios el rito mozárabe en beneficio del romano y obteniendo diferentes prebendas, entre ellas, el nombramiento de su hermano, García Ramírez, obispo de la diócesis aragonesa de Jaca, como jerarca religioso también de la de Pamplona.

De vuelta el rey a territorio aragonés, el desacuerdo en la introducción del rito romano y, sobre todo, las desavenencias entre los hermanos, al acusar García Ramírez al rey de sustraerle parte de las rentas que le correspondían como factótum de la diócesis navarra para engrosar las arcas regias y expandir el reino pirenaico, molestaron a Sancho Ramírez, que relegó al obispo García a la diócesis de Jaca y lo sustituyó en la de Pamplona por la hermana de ambos, Sancha Ramírez, que gobernó con firmeza, entre 1082 y 1083, la diócesis encomendada convirtiéndose, en calidad de obispo auxiliar, en administradora de las copiosas rentas que llevaba aparejadas el cargo y que no dudó en destinar, sin descuidar por ello los dominios eclesiásticos navarros que regía, a las conquistas territoriales de su hermano el rey.

Al singular gobierno episcopal de Sancha de Aragón puso fin el papa Gregorio VII que, enterado de que la regidora del obispado era una mujer, amenazó, a través de un enviado, con excomulgar a todos los implicados, empezando por el propio rey, si no subsanaban semejante dislate.


En un contexto de dominio masculino, la influyente y empoderada condesa doña Sancha demostró su valía no solo como insólito obispo de sexo femenino para el que no necesitó ni consagración ni vestidura talar ni tonsura, sino que, tras su obligado cese en el obispado navarro, gobernó hasta su muerte, sin Papa que la demonizara ni más hábito que su inteligencia, el monasterio de regla masculina de San Pedro de Siresa.

Read Full Post »

IMG-20230815-WA0001(1)(1)a

«En aguas ibicencas»: Archivo personal


Acechaba la noche y una pared de sombra alzose entre los bañistas y el fondo de la cueva. Tras aquel candado de opacidad rimbombaban todavía los relatos de Tom, un licenciado en Historia metido a barquero, que, además de narrarles viejos cuentos de piratas y cuevas con tesoros escondidos  —que deleitaron especialmente a las jóvenes Jenabou y Loreto—, les habló de Ibiza. De la Ibosim fundada por los cartagineses, de la Ebosus conquistada por Roma y de la Yebisah musulmana que acabaría, en 1235, como otro de los territorios insulares de la Corona de Aragón.

Encallada en la arena, la barca, y un archipiélago de toallas aguardando las pieles mojadas de quienes apuraban el tiempo, entre risas y chácharas, chapoteando en la orilla. Después, la recogida y el regreso, con el ruido del motor de popa combatiendo el mutismo de los ocho pasajeros imbuidos de una cierta lasitud no exenta de dicha.


Y en ese momento, mientras retornábamos al otro lado de la isla, pensé en las pateras y cayucos atestados de mugrienta esperanza y zarandeados por la incertidumbre; en esas chabolas flotantes al raso hacinadas de seres humanos cuyos sueños de futuro se transforman, al cabo de horas de angustia, en uno solo y obsesivo: Sobrevivir a la inquietante navegación.

Read Full Post »

Older Posts »