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Posts Tagged ‘Manolín Abad’

«Il fiore che sembrava eterno (Venus)»: Giovanni Auriemma


Al otro lado del río Isuela, en la circunvalación que comunica con la modesta zona industrial de Huesca, el monumento a Galán y García Hernández  —a los pies del Tozal de las Mártires, a menos de un kilómetro del polvorín donde ambos militares fueron fusilados—  relanza recuerdos aprendidos que arrastran los pies del caminante hacia la ligera pendiente que facilita la ruta hasta la cima del tozal.

Antes de entrar en la historia como Cerro de las Mártires, la loma oscense fue conocida como Tozal de las Forcas, por ser lugar de ajusticiamiento en tiempos de los visigodos y del Islam. Pero el nombre que prevaleció fue el de Las Mártires.

Dícese que, en el siglo IX, las hermanas Nunilo y Alodia Ben Molit, nacidas en Adahuesca, de padre musulmán y madre cristiana, fueron denunciadas por un tío suyo a Jalaf, emir de Alquézar, por profesar la religión cristiana cuando la ley obligaba a los hijos de padre musulmán a mantener la religión de su progenitor. Como Jalaf no emprendió acción alguna contra las niñas, el familiar trasladó la denuncia a Zumail, valí de Huesca, que ordenó la detención de las hermanas y su traslado y encarcelamiento en la ciudad, donde fueron presionadas para adjurar de su fe. Inamovibles Nunilo y Alodia, fueron decapitadas y sus cuerpos quedaron expuestos a las alimañas en el Tozal de las Forcas. Cuenta la tradición que los buitres velaron los cuerpos y que, por la noche, una luz cegadora envolvió los cadáveres, así que Zumail mandó arrojar los restos a un pozo del centro de la ciudad de donde fueron robados por los cristianos y trasladados secretamente a Pamplona y de ahí al monasterio de Leyre para retornar, siglos más tarde, a su Adahuesca natal. En el siglo XIII se construyó, en el tozal, una ermita dedicada a las mártires aboscenses que sería remodelada a principios del siglo XVIII.

Anexo a la ermita  —casi olvidada—  levantada en el Tozal de la Mártires, se halla el descuidado cementerio viejo de Huesca donde se llevaron a cabo las vejaciones y asesinatos de hombres y mujeres oscenses antifascistas. Y allí mismo, testigo de la barbarie de la guerra, presidiendo la ladera norte, se levanta un monolito erigido en 1885 que recuerda a Manolín Abad y a los defensores de la I República, fusilados en 1848.

Manuel Abad, Manolín, nacido entre 1815 y 1818 en Huesca, dirigió al grupo de luchadores republicanos aragoneses  —conocidos como partida de las Cinco Villas—  levantados contra la monarquía que, tras asaltar, la madrugada del 26 de octubre de 1848, el cuartel de Ejea de los Caballeros y hacerse con dinero, armas y caballerías, pero sin causar víctimas, emprendieron una ruta sin retorno posible que les llevó por Rivas, Luna, Bolea y Ayerbe hasta Huesca, donde recalaron el 30 de octubre perseguidos por las tropas reales. De allí, tras liberar a los presos políticos, marcharon a Siétamo, donde se atrincheraron en el hoy inexistente castillo para terminar pactando una rendición cuyos términos traicionarían, aun antes de estamparse las firmas, los representantes de Isabel II. Detenidos los integrantes de la tropa republicana y trasladados a Huesca, Manolín Abad y siete de sus lugartenientes fueron pasados por las armas el 5 de noviembre. Dos días después, tras un macabro sorteo entre los detenidos, serían fusilados otros seis miembros de la partida republicana; del resto de los arrestados muy pocos quedaron en libertad; la mayoría fueron embarcados en Valencia con destino a Filipinas.


…Y sueña la ciudad frente al cerro del otro lado del río que, algún día, ese tozal descuidado pero donde no habita el olvido, devendrá en bosquecillo frondoso que agitará el ramaje celebrando la lucha por la libertad.

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