«La mariposa»: Archivo personal
Por la abertura del lucernario de la galería donde verdean y florecen las plantas de interior, se ha introducido, en vuelo rizado, una pálida mariposa que ha arribado, sin titubeos, a las recién floridas plumas de Santa Teresa, cuyas hojas cuelgan, pródigas, de la olla azulona y descascarillada fijada con mortero en la pared de piedra. En esa galería, construida con tan buen ojo que el sol solo la roza de refilón, hubiera querido despedirse de la vida el señor Anselmo, en el sillón de mimbre donde se sentaba a leer, bajo la fotografía de Joaquín Ascaso, aquellos libros de Eduardo de Guzmán y Ángel María de Lera que conformaban una ínfima parte de su nutrida y ecléctica biblioteca. Pero fue a morir en la cama articulada de un centro hospitalario, lejos de sus plantas y sus colmenas, del huerto y de la rojinegra de colores desvaídos tras años de ondear en el balcón con vistas a la plaza y la iglesia. “Date una vuelta por las flores”, le decía a Martina, la hija de su única hermana. “Que no se me mueran ellas”. Sobrevivieron las plantas al señor Anselmo y aun a la propia Martina, que falleció al año siguiente de dispersar las cenizas de su tío por el hayedo. Otras manos, las de Lorién, el hijo de Martina, tomaron el relevo y las plantas originales y sus esquejes siguieron hermoseando la galería del sillón de mimbre siempre colocado bajo la foto del admirado Ascaso; allí, debajo del lucernario, donde la mariposa inicia otro corto vuelo y acopla su fina probóscide en los róseos pétalos de la exuberante alegría.
Muy, muy bonito
Muchas gracias, compañero.
Muy interesantes las entradas de Joaquín Ascaso y Eduardo de Guzmán. Salgo de aquí sabiendo mucho que ignoraba. De Lera algún libro si he leído.
Saludos.
JBernal
Unas vidas muy, muy, muy marcadas por la guerra. Merecen que, de vez en cuando, se los recuerde, ¿verdad?
Salud(os).
No tengo una fotografía de Joaquín Ascaso en la pared, tengo una de mi tío y mía descansando de la siega, pero te puedo asegurar que ni mariposillas, ni ningún minúsculo bichito volador, por aquí la primavera no se ha insinuado todavía, hace frío, aunque no tanto como el que debería de hacer en esta época del año.
Esta semana y media de temperaturas primaverales -se llegó a 17º- ha hecho mella hasta en algunos almendros, que han florecido; como hiele, ¡pobrecillos!.
El otro día, bajé a la costa y, al pasar por el Valle de Lecrín, estaban todos los almendros en flor. Con sus distintas tonalidades, desde el blanco al rosa intenso. Impresionante el espectáculo, pero difícil de fotografiar desde el coche en una autovía.
Son los primeros en vestirse de primavera en cuanto el tiempo es benigno. Y, sí, es impresionante verlos floridos.
Sobre todo, cuando es todo un valle, el de la Alegría (Lecrín) el que está cubierto de almendros.
Y alegría darán, desde luego.
En este caso, las plantas sobrevivieron a las personas, pero otras veces parece como si no pudieran hacerlo, como si notaran la ausencia de quien las cuidaba y no aceptaran la sustitución.
Estas de la galería no han conocido sino mimos y desvelos. Pero tienes razón; las plantas se hacen a quien se ha ocupado de ellas y, muchas veces, cuando la persona que las ha cuidado con dedicación desaparece, ellas van perdiendo la lozanía y llegan a fenecer.
Lindo!
Muchas gracias.
Bueno, así como en ese lucernario tienes tu falsa primavera, con lo que ha bajado la temperatura esta última semana por acá (después de varios días de 40º C) podemos decir que tenemos nuestro falso otoño… aunque todavía falta encontrar la hoja seca
A mí me gusta la huerta, tengo lo que puedo (ají, tomates, aromáticas, nada grande). Pero… esas no son de sobrevivir a la temporada, por suerte por ahora las sobrevivo yo
Abrazos!
Ocuparse de un pedazo de tierra -aunque sea en macetas- es una provechosa actividad. Nunca te sabrán tan buenos los tomates si eres tú mismo quien los cultiva.
Como nuestra climatología es opuesta, es imposible que troquemos mi falsa primavera con tu falso otoño, así que tendremos que vivir bajo el manto que nos ha tocado.
Otro abrazo.
Las plantas nos recuerdan que estamos aquí de paso, las mariposas para que no nos olvidemos de vivir cada instante como si fuera el último.
…y qué pocas veces reflexonamos sobre esa brevedad de instantes desaprovechados.
Una idílica estampa: Las flores con el mimo y cuidado de su dueño (y de las personas que le sucedieron), el sillón de mimbre, los libros, el lucernario……y en esta ocasión un cuadro y una mariposa.
No me extraña que quisiera morir allí y eternizar las sensaciones vividas.
Una entrada muy expresiva, Una mirada…, de esas que nos dejan el vaso de las sensaciones bien colmado.
Muy bonito.
Un abrazo!
Ciertamente, tiene todos los elementos para entender por qué el señor Anselmo hubiera deseado decir su adiós a la vida en ese lugar donde tantos buenos ratos pasaba. Incluso años después de la muerte de él, conserva esa especie de halo de espiritualidad atea.
Abrazos.