«À table!»: Archivo personal
En abril de 2022, coincidiendo con la apertura de la exposición literaria sobre Bertolt Brecht (1898-1956) en la Biblioteca de Cultura Popular, parió una de las gatas del huerto cuatro gatitos a los que se dieron nombres relacionados con el autor alemán. Una vez destetados, a Brecht y Zoff —apellido de la primera esposa del escritor— los adoptó una familia de Pamplona; Weigel —apellido de la segunda esposa de Bertolt Brecht— fue acogido por la secretaria del Ayuntamiento y Groschen, que recibió tal apelativo por la obra de teatro épico La ópera de tres peniques —Die Dreigroschenoper, en el original alemán—, encontró acomodo con una pareja oscense de recién casados que lo recogieron tras el viaje de luna de miel. Un año después, el matrimonio que se había hecho cargo de Groschen contactó con la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio para explicarle que, pese al cariño que le tenían al gatito, había surgido una circunstancia «que impedía la normal convivencia con el animal» (sic): esperaban un bebé y temían que el pequeño felino, de carácter inquieto, «pudiera hacerle daño» (sic). Así que Groschen regresó al Barrio, al cobijo de la veterinaria, y ahí sigue, tan amoroso como perillán, bien avenido con la vieja perra Yaiza, las gatas y las personas de la casa, atento a los gorriones, a los que controla desde una de las troneras de la buhardilla, su espacio favorito, y, en los últimos días, ensimismado con el devenir de las bandadas de grullas que abandonan los humedales cercanos para remontar los Pirineos. Voluntarioso gastrónomo, Groschen se aventura a catar cualquiera de los productos que comen sus convivientes humanos, ya sea calabacín [VÍDEO], melón, aguacate [VÍDEO], huevo frito [VÍDEO]…, sin que esos bocaditos, que engulle con deleite, le mermen el apetito hacia su menú favorito, el pienso gatuno.
Como dirían en mi pueblo el gatito es de «buena boca».
Es una monada. Deliciosa ilustración.
Un abrazo.
Salud.
No le hace ascos a casi ninguna comida; luego le podrá gustar o no, pero, al menor descuido, trastea por la encimera para ver qué se guisa.
Salud.
Esos peludos que se hacen dueños de la casa…
Por eso, vivir con gatos es hacerlo en régimen de copropiedad para un mejor entendimiento.
Salud.
Uy los gatitos enamoran. A pesar que me gustan más los perros. Son criaturas bellas que deben ser cuidadas. Te mando un beso.
En mi caso es al revés; no me disgustan los perros pero me gustan más los gatos.
Otro beso.
Yo tenía un canario que comía literalmente lo que le pusieras en la jaula, pero ya veo que este gato no le va a la zaga. Me tenías preocupado con tu ausencia.
Los animales nunca dejan de sorprender.
(No era mi intención preocupar a nadie, así que lo siento).
Nunca he tenido un animal en casa, posiblemente ha sido como consecuencia de que dos de mis hijos han sido alérgicos a ellos.
Yo he convivido con un perro de caza y dos gatos, en Bailo… con el perro me llevaba bien y se venía conmigo cuando salía al monte, pero lo de convivir con los gatos, si ellos pudieran hablar te dirían que nunca nos hemos llevado bien, ellos accedían a todas las habitaciones a través de las gateras, y cuando yo llegaba de crio, y trataban de subirse a la cadiera conmigo a que les diera de comer o a comer de mi plato, los echaba fuera, al segundo o tercer día nada más que les decía «Misino, FUERA» salían disparados de la cocina, y eso que nunca les golpeé.
Alguna vez ya comentaste que los gatos y tú como que no había sintonía. Hay mucha gente que no simpatiza con los mininos y no se sienten a gusto en su compañía; como bien dices, no se les hace daño pero mejor evitar su presencia.
Algo tengo en común con Groschen y es su gusto por los huevos fritos. Mi abuela tenía gatos y perros que convivían en sorprendente armonía. Yo tuve perro hace años, pero su pérdida fue tal tragedia familiar, especialmente para mis hijos cuando eran pequeños, que decidimos no tener mascota, más allá del hamster de rigor o la tortuga de turno. Eso si, te confieso que me llevo especialmente bien con los perros. Un hermano mio tiene un mastín de casi 60 kilos que me quiere con locura, para envidia de mi hermano y familia. Es verme y se vuelve corriendo hacia mí a pedirme y hacerme mimos … me refiero al mastín, no mi hermano jajajaja. Un abrazo y cordialidades.
Eso es lo más duro de convivir con un animal, que enferman o tienen accidentes o desparecen o mueren, y solo quien ha pasado por esa experiencia sabe la inmensa angustia que se siente y el duelo posterior.
Los mastines, por apariencia, tienen mala prensa porque imponen, pero la mayoría son unos benditos. Contento puedes estar de las atenciones del mastín que nombras, es señal que te olfatea como buena gente.
Más abrazos.
Vaya nombres que tienen los gatos… Una camada muy intelectual.
Yo ya he dicho varias veces que a los animales los respeto, pero no los quiero conmigo, no en un piso. Por su bien y por el mío.
Tener animales en casa es una responsabilidad porque requieren atención y cuidados. A veces se tienen por moda o por compañía, pero si no se les puede atender es mejor no tenerlos.
Cómo son los gatos. Nunca he convivido con uno, sólo con perros, pero me resultan casi como enigmáticos.
Me ha encantado cómo defines tu a Groschen: «tan amoroso como perillán». Qué mezcla tan atractiva! 🙂
Un abrazo, amigo
Quizás los gatos sean más autónomos que los perros; su manera de expresar que nos quieren es diferente porque van a su ritmo y eso hace que se diga que son desafectos, pero solo con escuchar el ronroneo que emiten a tu lado es como si te dijeran: «¿Sabes, humano/humana…? Soy feliz contigo«.
Muy lindo el gatito 😍🥰
¿A que sí?
Un abrazo, Allegra.
Qué bien se le ve al gato.
En buenas manos ha terminado, que le dan sustentos tan apetitosos, además de inmenso cariño que hasta traspasa la pantalla de un ordenador.
Me ha encantado la historia del nombre que eligieron para él.
En principio se iba a llamar Mackie, por el malote de la ópera, pero le quedaba mejor Groschen y creo que se acertó. Y sí, se le tiene cariño. Mucho.
Un beso grande.