«A la sombra del brezo»: Archivo personal
Hundíanse los pasos del caminante en el huello arenoso marcando fugaces relieves en la ribera dorada que alcanzaban las olas mediterráneas lamiendo con sus blondas de espuma los pies en movimiento. Alejado del agua, tejía el artesano cambrilense las ramitas de brezo expuestas en brazadas junto al taburete a ras de suelo que le servía de asiento. Domaban las manos vezadas el ramaje; lo estrujaban, alisaban, entretejían, lazaban, humedecían. Iba tomando forma el parasol, con la urdimbre del extensor fija y la contera terminada en escobilla, ante los dos únicos espectadores —uno, el de más edad, de pie y el caminante acuclillado— que asistían, atentos y silenciosos, a la diligencia manual del hombre del taburete que, como un actor con mucho recorrido, se embebía en su tarea sin mirar en ninguna ocasión hacia el público. Después, el regreso del caminante a Salou; la arena, la espuma, el mar; el recién recordado “coge pan vienés cuando vuelvas”; el portero del edificio tendiéndole el libro “que se dejó usted anoche en la zona de descanso del hall”; el delicioso aroma a comida que saludó apremiante su bulbo olfativo nada más entrar en el apartamento; el tierno bullicio en el salón comedor; Jenabou tomándole la mano con un “ven, ya verás qué menú más chulo han preparado Agnès y Mam’zelle”. Sobre la mesa, los platos, con la señorial estética de su contenido [FOTO] introduciéndose en su retina y sus efluvios desbordándole aún más las fosas nasales mientras la señorita Valvanera le decía: “A ver si te gusta nuestra versión de los pelmeni”. Y, entre bocado y bocado, el caminante, bogando en la placidez, miraba hacia el balcón para entrever, una vez más, las cabriolas del oleaje.
Qué recuerdos. Hace años que no voy a Salou, pero durante mucho tiempo en la noche de San Juan allí estaba yo y unos cuantos zaragozanos más Jajajaja.
Salud.
Pa’que luego digan que Aragón no tiene mar, con esas playas de la Costa Dorada que colonizamos hace décadas… Lo que pasa es que somos muy a la pata la llana y no las incluimos en el mapa aragonés, jajaja.
Salud.
Parece un hermoso lugar para relajarse y pensar. Te mando un beso.
Esa era la idea; relajarse mínimamente.
Otro beso.
Esta es la buena época para ir a la playa. Buen tiempo ya y sin la aglomeración del verano.
Y, sobre todo, cambiar de aires un fin de semana en una zona costera que no está tan lejos.
Ir a la playa a contracorriente de la mayoría es una idea magnífica para ese cambio de aires tan necesario siempre. Conozco la zona, a veces voy a ver a mi tio más mayor que pasa seis meses al año en Comarruga. Me ha gustado tu comentario a Azurea, eso de que los aragoneses sois muy «a la pata llana» y no incluís la playa en el mapa. Anda que si fueses de Bilbao… jajaja. La foto del plato es una tentación para abrir el apetito. Un abrazo.
Las zonas turísticas muestran otro rostro fuera de la temporada de agobio, pero incluso entonces, entre la gente que te encuentras por la Costa Dorada, no falta alguien de Zaragoza o Huesca (de Teruel, menos, que se concentran más por la zona de Sagunto). En Aragón nos pierde que, en general, somos gente escrupulosa a la hora de apropiarnos de lo ajeno; no es el caso de los vecinos, que no tienen el mínimo empacho en establecer un mapa de los Paisos Catalans añadiendo a su territorio los pueblos limítrofes aragoneses, señalando el Aneto como el pico más alto de Cataluña o catalogando como propias piezas de arte de Aragón. De la historia compartida, mejor no hablar. Pues eso.
Abrazos.
Las imagenes son muy bonitas, el mar gris y el cielo azul 😍❤️
No estaba azul el mar no. Algo revuelto.
Impagable e inestimable. ¡Bendito sosiego!
No sé qué tiene el trabajo artesanal que consigue embelesarme, sucumbo al arte de unas manos que poseen el don de crear algo, mientras compruebo cómo no salen dos trabajos iguales, de ahí también el valor que les doy.
No me extraña que nuestro protagonista termine el día con esa sensación, al llegar a casa, con los suyos esperándole, en medio de suculentos platos, y rememorando el aroma del paseo y sus entresijos.
Un abrazo, Una mirada, desde este (mi) rinconcito del Atlántico.
Contemplar unas manos creativas es un gozo; se me van los ojos con independencia de la actividad que se realice, incluso me sucede cundo asisto a la preparación de una comida, pero, sobre todo, en esa artesanía de siempre donde las manos son poderosas herramientas que dominan la materia más anodina y la van transformando. Y sí, mirar deviene en una acción relajante.
Besos dominicales con algo de viento.
Te agradezco una vez más por los enlaces, iba a ir a buscar qué es un pelmeni si no enlazabas. A la vista parece lo que aquí conocemos como agnolotis que supongo ustedes en España tmabién conocerán. Pero viendo los tipos de rellenos empiezan las diferencias.
«Orejas» de pan. Mucho más ingenioso que nuestras «empanadas».
Un abrazo, camarada
No, no conocía los agnelotti; ahora he estado mirando las variedades, que, como en cualquier pata rellena, hay muchas. Algo así son los pelmeni, a los que se da forma de ravioli o tortelloni, y, como dices, hay diferentes tipos de relleno. La pasta es un plato muy socorrido y diverso, incluso en la forma de presentarse.
Abrazos.