«Desde el balcón principal»: Archivo personal
A mediados de los años sesenta, el Gobernador Civil (y, a la vez, Jefe Provincial del Movimiento) de la provincia visitó el Barrio. Unos dicen que de paso a la localidad vecina, donde iba a inaugurar unas bodegas; otros, que se trató de una visita privada para una jornada de caza en el Coto de Arriba que, en aquella época, pertenecía a los Artero, los más pudientes del pueblo según el canon de las apariencias y, en realidad, con menos posibles de los que se atribuían.
El caso es que pasar por el pueblo, el preboste de la provincia pasó, y no de largo, porque el Salón de Plenos del Ayuntamiento y varios vecinos fueron testigos del vino español con el que se agasajó a la autoridad y su comitiva, que el hombre, ya estuviera de inauguración, de caza o de parrandeo, apareció en compañía de un séquito de señores con la severidad cosida al rostro y la indumentaria reglada por el No-Do.
Trago va, mascadura viene —algo sólido habría, es un suponer, para acompañar la bebienda—, inició la tanda de peroratas el Alcalde que, combinando peloteo y surrealismo, ofrendó a la máxima autoridad provincial… un cochino. Sí, un cerdo, in absentia, se entiende, porque como era de recibo por razones sencillas de interpretar, el animal no se hallaba entre los asistentes a la recepción, aunque algunos de ellos, pese a ser bípedos, pudieran competir con el gorrino superándolo, “y no precisamente en inteligencia”, según la apreciación hecha años después por el señor Anselmo, el Anarquista, ante quien esto escribe.
Concluida la cháchara lisonjera del Alcalde, su compadre Artero, como ya lo había acordado con el regidor municipal, se apresuró a poner uno de los ejemplares porcinos de su finca —de los tres que cebaba para consumo particular, “el de mayor volumen”, recordaban que dijo— a disposición del Ayuntamiento y de la superioridad agasajada en cuanto finalizara el acto; mas no se precisó remolque con el yugo y las flechas entintados en los laterales ni armón con cinchas rojigualdas para trasladar el obsequio viviente a la sede gubernamental oscense porque al Jefe Provincial del Movimiento, tras aceptar, “muy agradecido”, tan honroso presente, le faltó tiempo para cederlo a su vez, campechano y generoso con lo ajeno, “al pueblo”, es decir, al Barrio, con lo que hasta el más babieca de los reunidos entendió que, cuando llegara la época de matanza, las morcillas, tortetas, jamones y restos del abundante despiece del dos veces regalado suido doméstico (de proporciones descomunales, al decir de su primer dador) se compartirían en populosa armonía en cualquiera de las festividades que abundaban en la localidad.
Pasadas unas semanas desde la marcha del Gobernador Civil, únicamente resultaron suculentos los dimes y diretes, porque si para catar morcillas hubiera tenido que esperar el vecindario a las resultantes del marrano obsequiado, aviados estaban, dado que del animal no se volvió a saber ni vivo ni muerto ni en efigie y pocos se aventuraron a informarse. Solo Agustín del Correo y Anselmo, el Anarquista, aprovecharon las partidas de guiñote que compartían con el Alcalde en el Café de Constancia —antecesor del bar del Salón Social— para preguntar, con notoria mala baba, si había noticias “del cerdo del Gobernador”; así un día y otro y otro. Tanto perseveraron con la malintencionada apostilla que el cabo de la Guardia Civil, que era el cuarto integrante del grupo de jugadores, harto de llamarlos al orden, dejó de visitar el Café una larga temporada.
Uy eran otros tiempos. Te mando un beso.
Fíjate si eran otros tiempos que han pasado casi sesenta años.
Otro beso para ti.
Me encantan estos relatos llenos de humor y socarronería. Mientras lo leía, me parecía estar escuchando y viendo al comentarista de esta crónica.
Eso de prometer está (ha estado y estará) muy de moda entre los mandatarios. Hay un refrán que reza «por la boca muere el pez». Si los susodichos rindieran cuentas de sus promesas, dejarían las aguas sin abastecimiento.
Entiéndase que quien dice aguas, dice prados o cochinillos. In absentia 🙂
Un abrazo, apreciado.
Contadora de Libros.
Lo cierto es que me reí mucho transcribiéndolo y mirando la imagen que iba a presidir el texto. Estas astracanadas, con el paso del tiempo, ganan en surrealismo; hay que imaginarlas en blanco y negro, con los cochazos negros blanqueados por el polvo de una carreterilla de tierra, el alcalde embutido en el traje de bodas y entierros, el careto de Artero escuchando al preboste regalar el cerdo que le acababan de ofrecer y el mal rato del guardiacivil en el bar, entre amigos, sin saber si meterles un paquete a los dos faltones reincidentes o salir por la puerta y no volver…
Otro abrazo, Gran Contadora.
En cierta empresa, el presidente era muy dado a jugar al golf y guardaba en un armarito paquetes con bolas. Algún iluminado tuvo la ocurrencia de poner un cartel advirtiendo de no tocar las pelotas del presidente.
Eso de aparentar más de lo que se tiene es muy humano, pero en España algunos lo llevan al extremo. Mejor unas vacaciones o un coche de marca, aunque luego no haya para comer.
Pero en lo que nos llevamos la palma es en lo de gastar el dinero de los demás.
Aquí el problema estuvo en que ni el munícipe ni el pudiente de boquilla se plantearon la jugada que les iba a gastar el del Gobierno Civil; si en vez de un cerdo bien lucido y bien vivo le hubieran ofrecido unas ristras de chorizo y un señor jamón, no les hubiera hecho ascos el hombre. Aquí lo de menos fue que la gente no llegara a catar los productos de ese cerdo, porque, en esos años, la mayoría de las casas del Barrio criaban su propio cerdo; fue el detalle de correr un velo opaco y no explicar que, puesto que el Gobernador no se había quedado con el cerdo, el animal seguía perteneciendo a su dueño y no valía compartición alguna.
Que de todo ello se puedan extraer actitudes generales españolas, qué quieres que te diga… En España, como en cualquier lugar, hay personas egoístas y generosas, acaparadoras y desprendidas. Cagüen… que te lo tenga que decir yo que no soy español de bien como tú.
Promesas incumplidas como siempre. Ahora están también de moda los cambios de opinión que son más llevaderos que las mentiras. Pero ni siquiera eso es nuevo, pues siempre se dijo lo de «donde dije digo, digo Diego» y santas pascuas. Ahora bien la engañifla con el cerdo del gobernador me parece muy fuerte y una afrenta al pueblo llano, deseoso de catar los jamones y chorizos del marrano. Sonrío imaginando las partidas de guiñote y esas hábiles indirectas muy directas lanzadas al viento en petición de alguna explicación del destino del cerdo del gobernador. Abrazo.
No imaginas lo porfiados que eran Anselmo y Agustín cuando se trataba de tocar las narices a quien hiciera falta… Lo del cerdo no hubiera tenido ningún recorrido si, una vez finalizada la visita del Gobernador, se hubieran dicho las cosas claras: que el cerdo era de Artero y en su finca seguiría, que era lo más normal porque, quien más quien menos, tenía su propio cerdo para la matacía; lo que jo…robó al personal es que se les tratara como si fueran cortos de entendederas. Pero eran otros tiempos y no había tradición de pedir explicaciones y menos al cacique para el que trabajaba mucha gente del pueblo..
Otro abrazo.
Qué risa.
Cuando he visto la foto he pensado: mira que campechano , saludando desde el balcón a los vecinos.
Jajaja, sí, es una fotografía curiosa hecha en Sóller, en la isla de Mallorca.
Se me ha escapado el dedo.
De los poderosos mejor esperar poco y así uno se evita decepciones.
Salud.
Y cuánta razón llevas.
Salud.
❤ ❤ ❤
Thanks!!
Parece una película de Berlanga…
Sí, un suceso muy berlanguiano que el director podría haber llevado a la pantalla en blanco, negro y grises.
Wow, no había visto nunca un cerdito asomado al balcón 😂😂😂, muy gracioso y a él nadie lo comerá.
😘
Cierto, es una pose graciosa, aunque no se trate de un cerdito de verdad.
Salud.
jajajaja ese párrafo final me ha hecho mucha gracia, es de un humor ácido, tanto por la esfigie como por eso de las «noticias del cerdo del Gobernador»
Un abrazo grande
Lo del cerdo del Gobernador tiene su miga, porque en aquellos tiempos lo que había en España era una dictadura y el tal personaje era un preboste, así que la maledicencia les podía haber costado cara a los dos jugadores de cartas.
Cordialidades.