«Orilla»: Archivo personal
«Todos los que me gustan o son viejos o están muertos o se han acomodado en el sistema», suspira la muchacha.
Sobre la mesita marmórea del cenador todavía rodeado de flores que se resisten al otoño que va embozando el jardín, descansa la autobiografía de Emmett Grogan —temerario, ingenuo, anarquista, fantasioso, antihéroe, deprimido, generoso, drogadicto y muerto— con el rostro entre cínico y aniñado protegido del frío matinal por la solapa ligeramente raída. Y la dedicatoria, “To Iliane”, trazada con tosca rapidez por el actor Peter Coyote —compañero de indocilidades de Grogan en el San Francisco contracultural sesentero— sorprendido meses atrás en el Casco Viejo de San Sebastián por la decidida joven que blandía la manoseada edición en francés de Ringolevio al grito de “Mister Coyote…! Please!” Y la mirada alucinada del hombre yendo del libro a la muchacha y de la muchacha al libro…
Hace frío entre las palmeras y parterres del hotel de Bordighera y en todos los vergeles otoñales de la ciudad plasmados, años ha, por Monet en sus revalorizadas pinturas cuyas copias compran los turistas ingleses -siempre viejos- en las tiendas de souvenirs del centro.
«Vayamos a pasear y nos quitamos el frío», dice la muchacha.
El libro de Grogan descansa ahora en la mochila negra que tiene la forma de un enorme corazón perfilado con tachuelas plateadas. Lo acompaña Benoît Misère, novela autobiográfica y filosófica de Léo Ferré, el hombre —otro difunto exquisito— que, involuntariamente, guió la figura juvenil enfundada en leggins térmicos y cazadora de cuero hasta la fronteriza villa italiana en cuyo siniestro internado religioso estudió y padeció el artista en su literaturizada niñez.
A lo lejos, el mar, con las olas enfurruñadas laminando el arenal despoblado, ajeno al tráfico que galopa, intermitente, por la carretera.
Burlándose del ruido y el frío, expele Léo Ferré su rebeldía lírica y rabiosa al cielo encapotado de Bordighera. Pero únicamente los oídos de Iliane —diecinueve apresurados años— se regocijan con el irreductible chansonnier muerto.
NOTA
Il n’y a plus rien es el título de un disco de Léo Ferré, del año 1973, en el que muestra su desilusión con el Mayo Francés.
Referente a la frase del principio, Ferré había vivido mucho cuando murió y fue fiel a su concepto del mundo pero es verdad que si se le da a la moviola aparecen revolucionarios juveniles que años después terminan largando discursos rancios o fascistas sin disimulo.
Me ha sorprendido Coyote. No lo sigo como actor y no tenía idea que hubiera tenido un pasado anarquista o lo que en Norteamérica pasaba por ser anarquismo. De la novela de Ferré no habrá ni versión en castellano.
Estoy haciéndome viejo hasta para tu filósofa anarcoexistencialista.
Salud.
No hay mayor estímulo que defender en la práctica aquello sobre lo que se teoriza. Y en ello estriba la dificultad, en vivir y actuar consecuentemente. En ese «espejo» -nuevo o viejo- otean las jóvenes «filósofas» como Iliane.
Esto me supera…
Abrazos
No pasa nada, reina. Más abrazos para ti.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Amoroso Neruda… 😉
me ha encantado tu entrada con referencias de poemas soñados que trajeron a mi recuerdo momentos vividos en mi pasado
Celebro que te haya resultado evocadora, Mucha.
Gracias por tu visita y tu aportación.
Me da miedo entrar en tu blog como consecuencia de la ignorancia que me aflora al leer tus artículos, después de ir «estudiando» enlace por enlace, la satisfacción me va invadiendo, pero al terminar me encuentro que se algo más que cuando he llegado, pero no puedo aportar nada.
Me ha impresionado la canción de los anarquistas de Leo Ferre.
Me das infinitas vueltas en experiencias y conocimientos, que absorbo y valoro; si, además, aceptas que comparta contigo lo que he ido observando aquí y allá, me doy por satisfecho.
Es cierto que muchos al final se acomodan al sistema quizás piensan que sus años de lucha en la juventud ya son suficientes.
Buen día
…pero lo peor no es acomodarse sino contradecirse, Leodegundia.
Tienes razón y me temo que lo de contradecirse es todavía mas frecuente que lo de acomodarse.
He escuchado la canción q has puesto de Ferre y otras q he buscado en youtube. Es muy diferente a Brassens y a cualquiera de los cantantes sociales, con una música más estridente. Un dia tienes q contar cómo «cocinas» los posts.
Salu2.
Bueno, yo diría que música y palabras se combinan para componer el entorno de las ideas y los deseos…
(Los posts los cocino a la brasa, en el fogaril, por supuesto… 🙂 )
Me he quedado atrapado en el relato, imaginando el rostro de Peter Coyote (algo de ingenuo y aniñado, ingenuo y malicioso como quizás Adrien Brody). Hace poco descubrí quién es Peter Coyote, un personaje curioso y anómalo en el universo de Hollywood, un anarquista metido en el mundo de la farándula ostentosa de Los Angeles. Un actor que no vive en un chalet con piscina de Beverly Hills.
Aunque en realidad, lo que me ha enganchado al texto es esta frase al principio: «Los que me gustan…»
Sin duda, Peter Coyote demostró muchas tablas; que te llame, a voces, una supuesta fan para hacerte firmar la autobiografía de otro -por muy amigo tuyo que haya sido- cuando tú mismo has escrito la tuya… Tú, que eres escritor, lo entenderás mejor que otras personas.