«Autumn/Otoño»: Cristina Garrosa Navarro
Cerca la calígine las sinuosidades del familiar tozal donde preparan las necrófagas sus vuelos y se cierne un mediodía gris sobre el tejadillo del porche del restaurante del Salón Social, donde las voces de la Orquestina del Fabirol rememoran la historia de Mariano Gavín Suñén, celebrado bandolero al que Olarieta, la mañosa cocinera, considera medio pariente por compartir con él primer apellido y procedencia geográfica.
Los platos del día —patas de cordero en salsa de almendras y tartaleta de ternera al vino rancio— inundan el comedor de envidiables aromas. La señorita Valvanera, sentada ante su ración, se arremanga el jersey de cuello cisne y, desdeñando los cubiertos, recoge una pieza de cordero entre los dedos y se la lleva a la boca con deleite; la saborea, la desprovee de la carne y deposita los huesecillos en un lado del plato; después, sumerge los dedos en un bol con agua y limón, los seca suavemente con una servilleta de papel y procede a dar buena cuenta del siguiente trozo. “Esta mujer es elegante hasta cuando come con los dedos”, susurra Josefo, el hijo de Olarieta, a la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio, entretenida en separar, bien pertrechada con cuchillo y tenedor, las pequeñas extremidades de su gelatinosa carne.
Cuando los empanadicos, las trenzas, los cafés y los licores consiguen desvanecer los rastros del almuerzo, ya ha cubierto la niebla, con su ahumado tul, muros, tejados, lomas, campos y arboledas.
El corrido mexicano es originalísmo en aragonés y tu escrito muy sabroso. Las patitas no me agradan pero en la fotografía semejan delicias.
Feliz semana y muy, muy, muy dichosos días. Un beso.
La verdad es que el «corriu» les sale bordado a los de la orquestina. Y, en cuestiones culinarias, cada cual tiene sus gustos. A mí las patitas me parecen exquisitas, siempre y cuando las cocine alguien de confianza -por aquello de limpiarlas requetebién-.
Muy buenas y provechosas vacaciones, Pili.
Estas historias de me meten tan dentro que hasta consigues que se me salte alguna lágrima.
Parece que estaba allí con ellas.
Además, ahora mismo lo que se ve desde mi ventana es niebla.
Abrazos
La niebla tiene un puntito de nostalgia, un regusto por lo familiar, casero, sensible y entrañable.
Besos, Trini.
Este artículo tiene otro color y sabor, en primer lugar se nota que hoy arranca la semana grande de Peña Guara, ofreciendo desde hoy en las fiestas de San Úrbez un completo ciclo de proyecciones montañeras.
Claro que por otra parte, la Zambra d’agüerro ha terminado sus fiestas precisamente hoy.
Se me hace la boca agua pensando en las dos delicatessen que nos has preparado, por cierto que las patas de cordero, hace mucho que no me las prepara mi mujer.
Y no digamos nada de los postres. El primer Tolosana que creó la trenza de Almudévar, era casi, casi familiar mio, conocido personalmente al ir a comprar el pan a su panadería y en cierta ocasión me visitó en Broto.
Las fiestas siempre van encadenadas; termina una y comienza la siguiente. Y quien dice fiesta dice festín para el gusto… Insístele a tu esposa para que te prepare unas patetas de las de chuparse los dedos, Jubilado, y tú aportas una trenza de la panadería… También soy tolosanista; hacen unos saladitos de salmón, gambas y otras exquisiteces que quitan el sentido, además de toda la gama de dulces y pasteles.
No conocía la historia de ese bandolero que es realmente curiosa sobre todo cuando se entera una de que al final el envenenador se convierte en bandolero. ¿Se habrá llevado el veneno para tomarlo el también?
De la comida me quedo con los dos postres, tanto los empanadicos como las trenzas tienen que estar riquísimos.
Buen día
…y como toda buena historia, la de Mariano, El Cucaracha, también tiene dos versiones: la del bandolero justiciero y la del forajido sanguinario…
Los postres están de vicio, Leodegundia; palabrita de honor.
Puede que no sean exactamente dos versiones, sino que de ambas cosas, justiciero y sanguinario, tuviera el tal Mariano.
Pena que los postres me pillen tan lejos.
No he comido nunca esas patas de cordero, pero estoy segura de que me gustarían porque de él me gustan hasta los andares (como se dice del cerdo). Además, mi madre me hablaba de ellas y teníamos los mismos gustos.
No lo dudes, Senior Citizen; si te gusta el sabor de la carne de cordero, las patitas son un manjar de deliciosos jugos. Claro que, como en todo, siempre depende de la buena mano de quien las cocina.
Seguro que me tienen que gustar, pues del cordero siempre prefiero las partes con más hueso, como las chuletas, el costillar, el cuello… La pierna es lo que menos me gusta.
A ver q yo me entere, ¿se podían pedir los dos platos o uno solo? A los dos postres tb me apunto, a café con una nube de leche y a probar de todos los licores.
Salu2.
Por pedir se puede todo aquello que cada cual sea capaz de comer; ahora que el atracón… 🙂 🙂
Mi estómago se adapta a lo q haya 😉
He salido como anónimo.
Ya siento, Leodegundia, no poderte enviar por mail un empanadico y una trenza; lo mismo te digo respecto a las patas, Senior Citizen. Pero todo se andará… Quizás de aquí a unos años, los manjares culinarios serán teletransportables y los degustaremos en comunidad.
Dejando aparte las cosas de comer, ese bandolero parece escapado de Sierra Morena.
Supongo que mucho en común -además de dedicarse a asaltar al prójimo- tendría con los bandoleros románticos andaluces. Hace unos años, compré un libro sobre el bandolerismo aragonés y resulta que entre el siglo XIX y principios del XX, pululaban… ¡¡trescientos bandoleros!!! por tierras aragonesas.
Aquí, en la posguerra se sustituyeron los bandoleros por los maquis, que eran casi lo mismo.
Aprovecho a orquestina para deixar a coda:
«Salú, tierra y libertá
y que se floran os diners».
Salú, gaté.
…como soi coleutibista me dizen cucarachero y a más de que no m’ofenden, a yo me sirbe d’argüello… 😉
Salud, Fer.
Por aquí decimos … Está más bueno que comer con los dedos
También se dice a este lado del Atántico, y es bien cierto.