«El pedestal de los sueños»: Archivo personal
«Las injusticias espantosas de que los gitanos han sido víctimas durante siglos y cuyo resultado fue privar a mi generación y a las precedentes de todos los derechos cívicos, habrían podido continuar en nuestro país si Katarina Taikon no hubiera emprendido, hacia 1960, la lucha contra los prejuicios y el racismo bajo todas sus formas, mediante sus libros de carácter social, sus incontables artículos publicados en la prensa y sus gestiones ante miembros del gobierno, del Parlamento y de los partidos políticos.»– Rosa Taikon (1926-2017), hermana de Katarina (1932-1995) y reputada orfebre sueca de etnia gitana. Premio Olof Palme 2013 por su defensa de los derechos humanos.
Los Taikon procedían de Rusia, donde el abuelo, músico itinerante, ejercía el oficio de platero que también enseñó a su hijo mayor, Johan. Al declararse la guerra ruso-japonesa en 1905, el clan Taikon emigró a Suecia, instalándose en un campamento temporal —las leyes suecas sólo permitían la acampada de gitanos en un mismo lugar durante tres semanas, pasado ese tiempo, eran obligados a trasladarse a otra ubicación—. Johan Taikon, que se ganaba la vida tocando el violín, conoció, en 1923, en un restaurante de Göteborg, a la camarera gadjé [*] Agda Karlsson. Enamorados ambos, Agda se trasladó al campamento romaní y se integró en el grupo. La felicidad de la pareja apenas duró 9 años. Unos meses después del nacimiento de la cuarta de sus hijos —Katarina, nacida el 29 de julio de 1932— Agda Karlsson falleció de tuberculosis. Rosa, la segunda hija de Johan y Agda, y seis años mayor que la pequeña Katarina, asumió las tareas de la madre fallecida, cuidando y protegiendo a sus hermanos hasta que Johan Taikon volvió a matrimoniar con una mujer gadjé cuyo comportamiento con sus hijastros difería poco del que, tradicionalmente, se describe en los cuentos infantiles.
Cuando sus hijas tuvieron edad suficiente, Johan Taikon hizo algo que no contemplaba la rígida sociedad sueca que habitaba lejos de los infectos terrenos donde se obligaba a vivir a los gitanos: Pretendió escolarizar a sus hijas. No llegó a un año la aventura escolar. Los insultos y los golpes que recibían las hermanas Taikon de sus compañeras, ante la indiferencia de las profesoras, las obligó a abandonar el aprendizaje soñado.
A los catorce años, presionada por su entorno, Katarina contrajo matrimonio con un muchacho veinteañero cuyos malos tratos la obligaron a abortar y, en última instancia, a regresar con su familia. De nuevo juntas, Rosa y Katarina Taikon se replantearon sus vidas. Querían trabajar, estudiar y vivir en un piso —derechos estos, el de educación y el de acceso de los gitanos a una vivienda, que las leyes suecas sólo recogerían, restrictivamente, en 1959; hasta 1956 se mantuvieron las deportaciones de gitanos a campamentos especiales y entre 1934 y 1974 estuvo en vigor una ley que contemplaba la esterilización de hombres y mujeres de etnia gitana si así lo decidían las autoridades— . Decididas a relacionarse de igual a igual con las personas no gitanas, abandonaron el campamento y se mezclaron, como dos suecas más, en la populosa ciudad de Estocolmo.
A finales de 1940, Katarina y Rosa Taikon intervinieron en algunas películas suecas y obtuvieron, por fin, el acceso a una vivienda. En 1958, con 26 y 32 años, pudieron reanudar sus estudios lo que, en su caso, implicaba, aprender a leer y escribir correctamente. Era el primer paso hacia la meta que ambas ya se habían trazado: Hacer extensibles todos los derechos al conjunto de la ciudadanía, independientemente de su etnia o creencias.
En las postrimerías de la década de los cincuenta, conoció Katarina a su segundo marido, el fotógrafo Björn Langhammer, que se convertirá en el documentalista de su lucha en la siguiente década. Un hecho luctuoso e incomprensible dará más fuerza al empeño de las hermanas Taikon: El asesinato, por motivos étnicos, de Paul Taikon, de 38 años, el hermano mayor, acaecido en 1962. Rosa decidirá, entonces, proseguir con la tradición familiar de trabajar la plata; Katarina publicará su primer libro para mostrar a la sociedad sueca la miserable vida de sus compatriotas gitanos. Conferencias, artículos, libros, documentales, intervenciones en radio y televisión y manifestaciones cada vez más numerosas por las calles del país serán las plataformas desde las que denunciar las condiciones de vida de los romaníes. Katarina empieza a ser una activista conocida. Y molesta. Su pequeña hija Angelica sufrirá en el colegio las consecuencias —agresiones verbales y físicas— de las denuncias públicas de su madre.
En 1964, Katarina Taikon consigue mantener una reunión pública con Martin Luther King —desplazado a Suecia para recoger el Premio Nobel de la Paz—, que las autoridades suecas no consiguieron ocultar pese a la complicidad de los grandes medios escritos.
En 1969 —y hasta 1981— convencida de que la educación en la solidaridad y el respeto por las diferencias ha de empezar en la infancia, Katarina Taikon inicia la publicación de las exitosas novelas semiautobiográficas que bajo el título genérico de Katitzi, narran, en trece libros, la vida de una niña gitana que lucha por mantenerse en una sociedad sueca que sueña convertir en igualitaria y acogedora y donde, con un lenguaje sin artificios, recrea sus propias vivencias en los diferentes campamentos gitanos de su infancia. Katarina quería, además, terminar con esa visión romántica y falsa dada por los escritores suecos sobre los gitanos y que, según sus propias palabras, “tanto deforman la realidad de quienes, durante siglos, se han visto afectados por leyes injustas y discriminatorias”.
El exceso de trabajo y los continuos viajes terminaron por deteriorar la salud de Katarina Taikon. En 1982, exhausta, sufrió un accidente cardiovascular que la mantuvo en coma irreversible durante trece años. Falleció el 30 de diciembre de 1995.
APÉNDICE
- En el año 2000 las leyes suecas reconocieron a los gitanos como minoría étnica y el rromanés como lengua propia del Pueblo Gitano, reconocimiento por el que tanto lucharon las hermanas Taikon, que consideraban que los gitanos podían conservar su propia cultura y sus tradiciones, el idioma, la música y el folklore sin dejar de ser parte de la sociedad sueca.
- Lawen Mohtadi, periodista y escritora sueca de origen kurdo, publicó en el año 2012 una completa biografía de Katarina Taikon bajo el título Den dag jag blir fri —El día que sea libre—, convertida posteriormente en el documental Taikon, estrenado en 2015 y codirigido por la propia Mohtadi.
[*] Dícese, en rromanés, de la persona que no pertenece a la etnia gitana.
NOTA
Edición revisada de un artículo publicado en esta bitácora el día 10 de marzo de 2013.
Interesante y durísima vida la da las hermanas Taikon. Impresionante, solo le faltaba ese fatídico final. Y ley entre 1934 y 1974 que permitía la esterilización de hombres y mujeres de etnia gitana me deja sin palabras. Una ley de hace «dos días». En fin, el poder de los poderosos y los demás.
Salud.
Ser de etnia gitana en Europa no ha sido una bicoca. Suecia, que ensalzaba y premiaba a Luther King por la defensa de los derechos civiles de los negros mientras llevaba a cabo una política denigrante contra las personas gitanas suecas, no fue el único país que dictó leyes de esterilización (se calcula que más de 200.000 personas la sufrieron) que, en la práctica, se llevaron a cabo hasta 1996; también Suiza hizo lo mismo y hace escasos años, el gobierno helvético se vio obligado a pedir perdón tras las denuncias investigadas por una comisión que destapó toda una trama que se desarrolló en ese territorio contra la minoría gitana que, en muchos casos, habían llegado huyendo de la persecucion nazi.
Salud.
Y todo ello en Suecia, cierto que hace muchos años, pero era Suecia, una sociedad tan «adelantada». Como dice Azurea, los pelos como escarpias con la ley de esterilización. Una vida muy dura la de esta familia Taikon. Abundaré en conocer más a las hermanas. Gracias por compartir una historia tan interesante que, yo al menos, ignoraba hasta hoy. Un abrazo.
En muchos países europeos adelantados no es preciso levantar mucho la alfombra para ver que tienen más mierda que el palo de un gallinero, y con las minorías étnicas como los gitanos se han cometido y aún se cometen, tropelías a mansalva. Yo escuché decir a un activista gitano francés, ya fallecido, que, y cito textual, «si Hitler se hubiera limitado a exterminarnos a nosotros, lo hubieran declarado benefactor de la humanidad«.
Cordialidades.
Madre mía, que frase más dura y más triste.
¿Y si te dijera que las autoridades alemanas no reconocieron oficialmente el genocido nazi contra los gitanos hasta… ¡¡¡1982!!!, por boca del canciller Helmut Khol, que se refirió al exterminio olvidado de los romaníes…? Ítem más: las leyes raciales contra los gitanos alemanes se mantuvieron vigentes hasta bien entrados los años sesenta, lo cual tiene su miga porque habían pasado más de veinte años desde los juicios de Nuremberg, en los que, casualmente, ningún superviviente gitano fue invitado a declarar porque el presidente del tribunal lo consideró… irrelevante.
¿Verdad que, analizando ciertas actitudes, la frase adquiere todo su sentido trágico?
(Me alargo. Siempre me alargo. Sorry).
Siempre es interesante que te alargues. Desde luego que la frase cobra sentido, con la información histórica que cuentas. Demoledor, que en Nuremberg no fuera relevante la presencia de supervivientes gitanos. Y lo de Khol en el 82. Mientras tanto, una montaña de prejuicios cada vez más alta. Gracias por compartir. Buen sábado.
Es un tema en el que, a poco que se ahonde, descubre una realidad que sería esperpéntica si no fuera porque ha supuesto una tragedia humana para miles de personas.
Me has dejado de piedra… Nunca imaginé que en ese norte de Europa, al que todos miramos como ejemplo, hubiera ocurrido algo así. Con la enseñanza, mucho antes de eso, aquí, en donde los suecos consideran que empieza África, se luchaba porque los gitanos tuvieran escuela y enseñanza igual -o mejor- que los payos.
https://el-macasar.blogspot.com/2020/03/escuela-publicaescuela-privada.html?m=0
Hasta el propio gobierno sueco entonó el mea culpa y reconoció los abusos cometidos contra la población gitana, extensibles a otras minorías. Incapacitados sociales, era la denominación oficial; y no estamos hablando del siglo XIX de las escuelas del padre Manjón sino de finales del siglo XX, con una Carta de Derechos Humanos suscrita por todos los países democráticos. Solo faltó el auge de la extrema derecha en la sociedad sueca que, al igual que en otros países europeos, extendió proclamas racistas y xenófobas que suponen una metástasis de difícil tratamiento en las relaciones humanas.
La etnia gitana en Europa ha sido masacrada, ninguneada, desdeñada.
Para que un activista francés llegara a decir “si Hitler se hubiera limitado a exterminarnos a nosotros, lo hubieran declarado benefactor de la humanidad“, tienen que haber sufrido mucho.
Cuando un grupo es machacado por sistema durante siglos y no se rebela contra la opresión, la única posibilidad de sobrevivir como colectivo es aislarse de sus opresores, recluirse en un redil marginal al amparo de su propia gente, pero las consecuencias han demostrado ser inapropiadas y nefastas porque, no solo no ha cesado el acoso sino que la sociedad no gitana ha terminado por componer un álbum de prejuicios que se va agrandando con los años. Hasta bien entrada la década de 1960, no levantaron la voz las primeras organizaciones gitanas, tras más de quinientos años de silencio en Europa.
En la provincia de Granada está Motril, una ciudad con el puerto que rivaliza con el de Málaga y Algeciras y que en 2018 tenía 60.592 habitantes. O sea, es grande y con buen nivel de vida. Bueno, pues de siempre, en Motril los gitanos han estado muy integrados y hace 40 años, cuando yo la frecuentaba, te los encontrabas en todos los oficios. De camareros en los bares, empleados en las tiendas o con tiendas propias, hasta en oficinas administrativas había gitanos atendiéndote. Se decía que conservaban sus costumbres, sus bodas de tres días con el tradicional rito del pañuelo, sus bailes… todo, pero en otros aspectos eran motrileños como los demás desde muchas generaciones. Y, en estas condiciones, resulta inconcebible algo como lo de Suecia.
Es que esa ha de ser la constante, ya sea en Motril o en cualquier parte. Las sociedades la conforman las personas y la etnia nunca ha de ser un condicionante; ni privilegio ni obstáculo, que ya marca bastante la economia el devenir humano. Las personas son seres individuales y no se puede juzgar a todo un grupo con actitudes generales porque cada cual únicamente es responsable de sus propias actuaciones.
Caramba, qué interesante esta entrada, Una mirada.
No me es ajeno el mal de los demás, y un lugar privilegiado lo tienen la etnia gitana pues a lo largo de la historia y de distintos lugares del mundo lo pasaron francamente mal. Leyéndote me entran escalofrios por tanta injustica, tantos contratiempos, pero en el fondo me surge un candor en el interior cuando veo cómo se crecen ante las vicisitudes y consiguen cosas increíbles como así hicieron estas dos hermanas. Sin duda un referente en tiempos convulsos, un punto de inflexión, un atisbo de justicia al que los demás querían agarrarse. Me sorprendió que sus últimos (12+1) años los pasara en coma, parece ser que hasta el final la suerte no le sonrió y la hizo sufrir tanto.
Dan ganas de conocer más y mejor a estas mujeres, dan ganas de leer esos libros y que se traduzcan a muchos idiomas para que así más gente sepa de primera mano cómo vivieron los gitanos en aquella época y cómo hasta llegar al día de hoy su Historia es tan larga como dura.
Muchas gracias por dar visibilidad y por ponernos delante alicientes no solo para concienciarnos (más si cabe) sino para querer saber más y que su Historia no se olvide nunca. Ni su historia ni su presente, porque quedan muchos flecos sueltos hoy en día.
Un beso. Feliz domingo.
Las Talkion son un símbolo, no solo de lucha contra la discriminación sino contra ese fatalismo que va de la mano con la historia del Pueblo Gitano y que se convirtió, con los años, en un obstáculo para la rebelión, en un conformismo que únicamente sirvió para quedarse, durante siglos, flotando en el océano sin atreverse a bracear y nadar buscando tierra firme. Pero como la voluntad humana no carece de osadía, hubo quienes se movieron hasta encontrar esa franja de tierra seca y salieron adelante desprendiéndose de atavismos, sin renunciar a su pasado pero valorando el presente y sembrando un futuro distinto para las siguienets generaciones.
Otro beso para ti.
Es fácil ensalzar a alguien que está al otro lado del Atlántico, pero solucionar los problemas que tienes en tu propia casa ya es harina de otro costal. Tremenda historia sobre una discriminación tan reciente y en uno de esos países que consideramos avanzados.
Como es habitual, es la lucha de unos pocos la que consigue ir dando la vuelta a la tortilla, porque es mucho lo que todavía nos queda por hacer. Peleamos contra unos prejuicios enquistados desde hace muchos siglos.
Entiendo cuando dices que después de tantas persecuciones lo normal sea aislarse, pero me parece un error. Creo que se verían más favorecidos si decidiesen integrarse, sin que ello signifique renunciar a sus costumbres. El rechazo proviene del miedo, de la desconfianza hacia el que es diferente, y dar a conocer su cultura y convertirse en «uno más» ayudaría a que se les conozca mejor.
Hace muchos años que la gran mayoría de gitanos y gitanas viven en una sociedad multiétnica dentro del contexto de los países donde habitan. El problema persiste porque, cuando una persona de etnia gitana actúa contra la sociedad, se juzga al conjunto del Pueblo Gitano; contra ese prejuicio tan extendido es muy difícil luchar. Claro que hay gitanos marginales; como los hay no gitanos en las mismas circunstancias. El día que la sociedad mayoritaria entienda que no existen etnias/razas/pueblos con genes criminosos se habrá dado una gran zancada para desterrar los prejuicios. En el interín, los gitanos y gitanas que se mueven en todos los ámbitos sociolaborales son la prueba de que ese aislamiento de supervivencia empieza a ser solo un recuerdo lejano.
Cuando leo estas cosas se esfuma mi fe en la humanidad. Puede ser contra la etnia gitana o contra los judíos que a su vez se ensañan con los palestinos o contra los rohingyas o los kurdos…y ahí lo dejo. El caso es maltratar al distinto, al que no es como tú, como si no fuéramos todos los mismos mortales humanos.
Pero también hay esperanza al leer el ejemplo de estas dos hermanas, tan luchadoras y resistentes, pese a tenerlo todo en contra.
Exacto. La lacra del supremacismo que condena al diferente y lo convierte en diana de sus temores, su ignorancia y en justificación de sus desmanes. Pero nunca hay que perder la fe en la Humanidad porque está poblada de más generosidad que maledicencia, aunque sea esta última más visible.
Puede que sea eso, el mal es más visible y ruidoso y el bien más callado, pasa desapercibido.
Me gusta cómo has adjetivado el bien y el mal.
🤗♥️♥️
Otro abrazo para ti.
Impecable, Una Mirada…
Dan ganas de leer todos los libros mencionados.
¡Qué vida! ¡Qué viaje! El de ella y el del pueblo gitano.
Vos sabés que en un grupo de whastapp tengo a un amigo de amigos, que vaya uno a saber por qué, cada tanto opina en contra de los judíos, de los inmigrantes, de los «villeros» (los pobres marginales excluídos por el sistema en nuestro país), y ocasionalmente de los gitanos.
Hay que cuidarse, la metamorfosis del pensamiento facho neonazi anda por todos lados, incluyéndonos a nosotros, un pueblo hecho entre inmigrantes y los que se salvaron del genocidio de la colonización.
Cordialidades
Despreciar al prójimo es un deporte muy antiguo que no ha producido sino tragedias. Los prejuicios son una pésima compañía y quien los utiliza pretendiendo estar por encima de otros seres humanos solo demuestra su pobreza mental; desde luego, la grandeza humana no se halla en la pertenencia a una raza/etnia o estatus determinado y quien se cree superior por su tono de piel o su tarjeta de crédito no le llega ni al polvo de los zapatos a aquel a quien critica.
Abrazos.