Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘feminismo’

1729090939774a

«La diosa en el Olimpo de lo cotidiano»: Archivo personal


Son femeninos los símbolos de la Revolución Francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.

Pero la Revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, marchó presa, el Tribunal Revolucionario la sentenció y la guillotina le cortó la cabeza.

Al pie del cadalso, Olympia preguntó:
—Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?

No podían. No podían hablar, no podían votar. La Convención, el Parlamento Revolucionario, había clausurado todas las asociaciones políticas femeninas y había prohibido que las mujeres discutieran con los hombres en pie de igualdad.

Las compañeras de la lucha de Olympia de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Y poco después de su ejecución, fue el turno de Manon Roland. Manon era la esposa del ministro del Interior, pero ni eso la salvó. La condenaron por “su antinatural tendencia a la actividad política”. Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de Estado.
Y la guillotina volvió a caer.

Olympia, texto perteneciente a la antología Mujeres (2015), de Eduardo Galeano—.


Poco antes de morir, Eduardo Galeano (1940-2015) preparó y revisó el que sería su libro póstumo, Mujeres, una antología de textos desperdigados en sus obras que quiso reunir en un solo volumen y en el que las mujeres, conocidas y anónimas, protagonizan ese universo galeaniano de trazado literario aparentemente simple pero de tal intensidad que se entremete por los ojos y explosiona en el ala cerebral donde se abrazan comprensión y sentimientos. Santas y putas; doctas e ignorantes. Novelistas, poetas, sindicalistas, obreras, pintoras, actrices. Jóvenes y maduras; de perfil público o anónimas viandantes de lo cotidiano; aristócratas y plebeyas. Reales o ficticias. Tan distintas y, a la vez, tan iguales y tenaces dignificando una condición femenina opuesta en significado a la que la sociedad diseñó para ellas. Mujeres que lucharon por ellas y por otras, que se batieron por un mundo justo, que se reivindicaron a sí mismas con sus actos dejando un rastro de integridad, a modo de miguitas, junto a las que no se puede pasar sin percibirlas y admirarlas. Sherezade, Josephine Baker, Teresa de Ávila, Alfonsina Storni, Marilyn Monroe, Juana de Arco, Camille Claudel, Rigoberta Menchú, Frida Kahlo, Rosa Luxemburgo, Juana Inés de la Cruz, Marie Curie, Harriet Tubman, mujeres revolucionarias, antiesclavistas… Mujeres defensoras del feminismo cuando el término carecía de sentido… Todo un retablo de acciones realizadas por mujeres, solas o como colectivo, que fue recuperando durante años el autor uruguayo sin dejar resquicios a la indiferencia.

Read Full Post »

10julio1910

«Primera manifestación feminista. Barcelona, 1910»


A las cuatro de la tarde de aquel calurosísimo 10 de julio de 1910, comenzaron a llegar los primeros grupos de mujeres a la barcelonesa plaza de Urquinaona. Habían sido convocadas por la Sociedad Progresiva Femenina, entidad que aglutinaba a diversas asociaciones de ideario feminista que seguían la estela de su fundadora, Ángeles López de Ayala Molero (1856-1926), una intelectual republicana, librepensadora y laicista que, ya en 1891, había constituido, junto con la anarquista Teresa Claramunt Creus (1862-1931) y la espiritista Amalia Domingo Soler (1835-1909), la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona, una de las primeras organizaciones feministas de la historia.

A las cuatro y media de la tarde, la riada de manifestantes (se calcula que había más de 20.000) se puso en marcha en dirección al Gobierno Civil, coreando el lema principal que podía leerse en la pancarta-estandarte de color rojo que encabezaba la manifestación: Abajo el clericalismo. Viva la libertad.

Apoyadas por las Juventudes Radicales, que ejercían de cordón de seguridad para evitar incidentes con los viandantes, las mujeres  —algunas portando pequeñas caricaturas de la República dando una patada en el culo de un fraile—  llegaron a su destino. Antes de la alocución de López de Ayala recordando a sus compañeras las razones de la convocatoria y el compromiso personal de las asistentes en la defensa de sus derechos, se entregó en la Secretaría del organismo gubernamental un pliego —refrendado con las firmas de 22.000 mujeres— exigiendo la limitación del poder de la Iglesia Católica. Porque de lo que se trataba era de exponer públicamente el rechazo femenino al dominio eclesiástico en todos los ámbitos de la vida, dejando claro que “las mujeres somos seres humanos con capacidad para pensar por nosotras mismas, tomar nuestras propias decisiones y actuar en consecuencia”.


Que la perseverancia en las proclamas de aquellas protagonistas de la primera manifestación feminista de la historia de España tenía más detractores que avalistas lo demuestran los continuos sinsabores padecidos por Ángeles López de Ayala que, además de ser encarcelada en tres ocasiones por la exposición de sus ideas, sufrió diversos atentados contra su integridad y el incendio provocado de su vivienda en Santander. Que en la actualidad, transcurridos ciento catorce años de la histórica marcha, pervivan actitudes patriarcales edulcoradas, cuando no abiertamente sexistas, evidencian que, pese a todo el camino avanzado, resta todavía un buen trecho por desbrozar.

Read Full Post »

IMG-20230719-WA0028-1

«El efecto mariposa»: Archivo personal


Sucedió en el juicio contra los entonces presuntos autores  —aquellos a los que se dio en llamar La Manada— de la violación múltiple en Pamplona durante las fiestas de 2016. La defensa presentó un video, realizado por una agencia de detectives, que mostraba a la victima, días después del brutal suceso, “haciendo vida normal”. A saber: No se había cortado las venas ni arrojado por un puente ni se hallaba en estado catatónico, sino que salía a la calle e incluso, ¡oh, dioses!, sonreía. Vamos, que no había sido para tanto, venían a decir, que el papelón de afectada le estaba grande y no seguía el guion de la perfecta damnificada que mandan los cánones. Lo mismo que la señora Hermoso, besada a traición por el presidente gañán de la federación futbolera, que en vez de ir dándose cabezazos por las esquinas y soltando lágrimas de sangre, como exige el morbo,  celebraba el triunfo del equipo femenino sin cortapisas. ¿Con el escándalo en auge y la ínclita sin síntomas de depresión y marcándose un posado en biquini mientras el patán besucón lloraba la pérdida del sueldico y se le hacían canicas los cojones? Hum… Qué cosas, oiga, clamaba la coral de cerriles machos cantores. La que han formado las feministonas por una simple arremetida labial. Esto pasa por darles cancha y no haberlas puesto en su sitio, a ellas y a los pichaflojas que las jalean, cuando empezaron con tanta vindicación y tanta gaita. Un par de bayetas, como las regaladas acertadamente a las señoras por el Ayuntamiento de Albondón, habría que encasquetarles a cada una, como recordatorio de lo que se corresponde con su sexo, y se terminaba la tontería. Que las mujeres, otra cosa no, pero maldad…



MORALEJA: Veintiún siglos oficiales de cerrazón y lo que te rondaré, Casilda.

Read Full Post »

IMG-20210703-WA0031-ABCD

«Ellas, imbatibles»: Archivo personal


Miradnos.
Somos la luz de nuestra propia sombra,
el reflejo de la carne que nos ha acompañado,
la fuerza que impulsa a las olas más minúsculas.

Somos el azar de lo oportuno,
la paz que termina con las guerras ajenas,
dos rodillas arañadas que resisten con valentía.

Miradnos.
Decidimos cambiar la dirección del puño
porque nosotras no nos defendemos:
nosotras luchamos.

Miradnos.
Somos, también, dolor,
somos miedo,
somos un tropiezo fruto de la zancadilla de otro
que pretende marcar un camino que no existe.
Somos, también, una espalda torcida,
una mirada maltratada, una piel obligada,
pero la misma mano que alzamos
abre todas las puertas,
la misma boca con la que negamos
hace que el mundo avance,
y somos las únicas capaces de enseñar
a un pájaro a volar.

Miradnos.
Somos música,
inabarcables, invencibles, incontenibles, inhabitables,
luz en un lugar que aún no es capaz de
abarcarnos, vencernos, contenernos, habitarnos,
porque la belleza siempre cegó los ojos
de aquel que no sabía mirar.

Nuestro animal es una bestia indomable
que dormía tranquila hasta que decidisteis
abrirle los ojos con vuestros palos,
con vuestros insultos, con este desprecio
que, oídnos:
no aceptamos.

Miradnos.
Porque yo lo he visto en nuestros ojos,
lo he visto cuando nos reconocemos humanas
en esta selva que no siempre nos comprende
pero que hemos conquistado.

He visto en nosotras
la armonía de la vida y de la muerte,
la quietud del cielo y del suelo,
la unión del comienzo y del fin,
el fuego de la nieve y la madera,
la libertad del sí y el no,
el valor de quien llega y quien se va,
el don de quien puede y lo consigue.

Miradnos,
y nunca olvidéis que el universo y la luz
salen de nuestras piernas.

Porque un mundo sin mujeres
no es más que un mundo vacío y a oscuras.
Y nosotras
estamos aquí
para despertaros
y encender la mecha.

—Poema SOMOS MUJERES, de Elvira Sastre Sanz, poeta segoviana nacida en 1992—

Read Full Post »

pf_1665836654

«La hojarasca»: Archivo personal


En un recodo del inmueble donde se halla el Centro de Cultura Popular, bajo el voladizo en el que resiste  —cubierto de excrementos de estorninos—  el único banco de piedra salvado de la destrucción, ha ido agrupando el viento las hojas muertas expulsadas de los árboles caducos que exponen sus desnudeces al otoño que asoma, aún tímido, entre los bordes ondulados de la sierra. Ligeramente humedecidas, se amontonan al pie del ajimez abierto de la Biblioteca, donde Presen y Maruja, dos de las Tejedoras [*], andan de limpieza acompañadas por la voz y el piano de la irrepetible transgresora Liliana Felipe, pitorreándose de Freud. Liliana, junto a Jesusa Rodríguez, cuenta con una genuina peña de incondicionales en la Asociación de Mujeres.

¡Las histéricas somos lo máximo!
¡Las histéricas somos lo máximo!
Extraviadas, voyeristas, seductoras, compulsivas…”, se escucha y se expande desde el interior de la Sala de Lectura.


El viandante se acerca a la abertura  deslizándose sobre la hojarasca colorida y resbaladiza. Sonríe, apretando bajo el brazo El baile de las locas, de Victoria Mas, que deposita en el alféizar para luego impulsarse y sentarse a la derecha del libro. Una ráfaga de viento deshace el montículo de hojas. El observador chista a las mujeres entretenidas entre las estanterías, carraspea y une su voz a la de Liliana Felipe:

¡Las histéricas somos lo máximo!
¡Las histéricas somos lo máximo!
Solidarias, fabulosas, planetarias, amorosas…


[…]


Se escabulle la mañana del domingo entre sones y hojas zarandeadas.


[…]


El paseante abandona la atalaya y espera a las dos mujeres en la puerta lateral del edificio. Marcha el trío hacia el bar del Salón Social, con las decimonónicas cobayas humanas del doctor Charcot —recluidas en el ala psiquiátrica para mujeres del hospital de La Salpêtrière— aguardando el escrutinio lector entre las páginas de la novela olvidada en la repisa del ventanal.








NOTA

[*] Nombre que reciben en el Barrio las integrantes de la Asociación de Mujeres.

Read Full Post »

IMG-20221006-WA0001

«La (in)consistencia de la paja»: Archivo personal


En esta sociedad sobrada de boquirrotos y especímenes humanos con el cerebro en el epidídimo, pretende sentar cátedra de Machote Summa Cum Laude el Excelentísimo Señor Presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos, que ha querido resaltar, urbi et orbi, un hecho «insólito» en la historia de la humanidad: Las mujeres poseen la capacidad de quedar embarazadas y parir. !Repámpanos, córcholis y caramba, don Antonio! Ahora me explico por qué, en mis taitantos años de meticulosa contemplación del vuelo de las cigüeñas, jamás observé que pendiera de su pico el consabido pañuelo paquetero en el que  —al decir de mi abuela—  portaban un rorró cagoncete y llorón que, alguna vez, terminó depositado a la vera de mi madre, desplazada al hospital porque, al parecer, tenían en dicho centro un aparcamiento para aves cicónidas en la azotea y una amplia nursery en la segunda planta.

Deshecho el entuerto y asimilado el dato biológico  —que me ha sido confirmado por mi señora madre, que no es experta en Medicina pero sí en parir—, lo que les chirría a mis circunvalaciones cerebrales es la relación que usted establece entre embarazo, parto y crianza y el “agravamiento de la medicina privada” (sic) por el hecho de ejercitarla un número mayor de mujeres que de hombres. En la próxima cena colegial a la que asista, don Antonio, y contemple  —¿aterrorizado, escandalizado, airado…?—  que, como en la que usted relata, “en las mesas por cada ocho o cada diez mujeres había un hombre” (sic), mándelas  a todas a sus casas  —si acaso se lo tolera el organismo que preside y que ya le ha enmendado a usted la plana—   a que redacten la renuncia al puesto para que un macho, un hombre de la enjundia  —amén de testículos—  que usted posee, ocupe el lugar de cada uno de esos… ¿úteros con piernas…? Ellas, al hogar, que alguna lavadora habrá que poner. O, mejor, a la Sanidad Pública, donde se necesitan profesionales sanitarios sin distinción de sexo.

Read Full Post »

IMG-20210717-WA0007 - copia

«De cara a la luz»: Archivo personal


Puño en alto mujeres de Iberia
hacia horizontes preñados de luz,
por rutas ardientes,
los pies en la tierra,
la frente en lo azul.

Afirmando promesas de vida
desafiemos la tradición,
modelemos la arcilla caliente
de un mundo nacido
del dolor.

Que el pasado se hunda en la nada.

¡Qué nos importa el ayer!
Queremos escribir de nuevo
la palabra MUJER.

Adelante, mujeres de Iberia,
con el puño elevado al azul,
por rutas ardientes.
¡Adelante,
de cara a la luz!

Lucía Sánchez Saornil (1895-1970). Himno de Mujeres Libres (versión original). Valencia, 1937—






ANEXO

Lucía Sánchez Saornil; una vida y una obra alternativas a la sociedad de su tiempo, de Luz Sanfeliu Gimeno.

Read Full Post »

pf_1598974869

«De la tenacidad»: Archivo personal


«Perderé, como tú, si se da el caso,
la cabeza pero nunca las alas».

Lucía Sánchez Saornil, en referencia a la Victoria de Samotracia.


La vida por delante…

Detrás, empujando, las cicatrices ajenas que aún supuran el tiempo machacado; los lamentos, el silencio; el feroz cuchillo que recortó las alas; las invisibles cuerdas que amarraron los sueños a la estaca; las reprobaciones, las normas, la sumisión, las conveniencias.

La vida por delante…

De cada mujer, una arenga, un argumento para sumar al propio; un paso firme para encauzar los otros; una mano enlazada a la siguiente.

Todas unas, muchas y distintas. Porque acelera la vida por delante.


«Somos sonámbulas atormentadas por pesadillas,
encerramos nuestra imagen en cuartos selllados, renunciando,
solo cuando quebremos el espejo y recuperemos nuestra imagen,
solo cuando seamos el viento que fluye y canta,
solo en nuestros sueños los huesos pueden ser lanzas,
porque somos reales
y estamos despiertas».

Peggy Kornegger: Anarquismo, la conexión feminista

Read Full Post »

«En el ángulo del horror»: Archivo personal


Suena una radio… pero tardo en darme cuenta. Solo después percibo que alguien está cantando. Sí, es una radio. Música ligera: cielo, estrellas, corazón, amor… Amor… Tengo una rodilla, solo una, clavada en la espalda… Como si quien está detrás tuviera la otra apoyada en el suelo… Con sus manos sujeta las mías muy fuerte, retorciéndomelas. Especialmente la izquierda. No sé porqué, se me ocurre pensar que quizás es zurdo. Yo… yo no estoy entendiendo nada de lo que me está sucediendo. Siento el espanto de quien está a punto de perder la cabeza, la voz… La palabra.

¡Dios! ¡Qué confusión! ¿Cómo he subido a esta furgoneta? ¿He llegado yo sola moviendo los pies uno detrás de otro a golpe de sus empujones o me han metido ellos, llevándome cogida? No lo sé, no lo sé.

Es el corazón, que me golpea furioso contra las costillas, lo que me impide razonar… Es el dolor en la mano izquierda, que se está haciendo verdaderamente insoportable. ¿Pero por qué me la tuercen tanto?

No intento ningún movimiento. Yo estoy… Estoy como congelada.

Ahora, el que me sujeta por detrás, ya no tiene su rodilla contra mi espalda… Se ha sentado, cómodo… Me sujeta entre sus piernas separadas, como vi, hace años, que sujetaban a los niños cuando les quitaban las anginas. Es la única imagen que me viene a la cabeza.

Pero ¿por qué la radio? ¿Por qué bajan el volumen? Quizás es porque no grito. No hay mucha luz y tampoco mucho espacio… Por eso me tienen medio tumbada. Además del que me sujeta por detrás, hay otros tres.

Los siento tranquilos. Muy seguros. ¿Qué hacen? Encienden un cigarrillo. ¿Fuman? ¿Ahora? ¿Por qué me sujetan así y fuman? Tengo miedo. Va a suceder algo, lo siento… Respiro hondo… Dos, tres veces. No consigo despejarme… Solo tengo miedo…

Uno se mueve, se queda aquí, de pie, delante de mí. El otro se agacha a mi izquierda, el otro a mi derecha. Están pegados a mí. Tengo miedo, va a suceder algo… Lo presiento. Dan una calada profunda en los cigarrillos. Veo la brasa de los cigarrillos cerca de mi cara.

El que me sujeta por detrás, no aumenta la presión, solo ha tensado los músculos… Los siento alrededor de mi cuerpo, como dispuestos a paralizarme.

El primero que se ha movido se arrodilla entre mis piernas, separándomelas.

Es un movimiento preciso, que parece acordado con el que me sujeta por detrás; de hecho, pone sus pies encima de los míos para bloquearme.

Yo tengo subidos los pantalones. ¿Por qué me abren las piernas con los pantalones subidos? Me siento mal, mal, ¡peor que si estuviera desnuda!

De esta sensación me distrae algo que no consigo entender inmediatamente; un calor tenue que va aumentando, hasta volverse insoportable, en el seno izquierdo.

Una punta de quemadura. Los cigarrillos… ¡por eso se pusieron a fumar! Yo no sé qué puede hacer una persona en esta situación. Yo no consigo hacer nada.

Me siento como proyectada fuera, asomada a una ventana, obligada a mirar algo horrible.

Un cigarrillo detrás de otro, por encima del suéter, hasta la piel. Insoportable.

El olor de la lana quemada debe molestar; con una navaja me cortan el suéter de arriba abajo, me cortan el sujetador… También me cortan la piel superficialmente. En el examen médico midieron veintiún centímetros.

El que está arrodillado entre mis piernas, ahora me coge los senos a manos llenas. Las siento gélidas sobre las quemaduras… El que me sujeta por detrás se está excitando, noto como se frota contra mi espalda. Ahora… todos se afanan para desnudarme: solo una pierna, solo un zapato.

Ahora uno entra dentro de mí. Me vienen ganas de vomitar.

Tranquila, debo estar tranquila. Me agarro a los sonidos de la ciudad, a las palabras de las canciones. Debo estar tranquila. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Ya no conozco ninguna palabra… No comprendo ninguna lengua. Soy de piedra. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Es el turno del segundo… Un cigarrillo detrás de otro. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. La navaja, que han usado para el suéter, me pasa por la cara una, muchas veces. No siento si me corta o si no me corta. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Es el turno del tercero. La sangre de las mejillas me cuela hacia las orejas. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Es horrible sentir cómo dentro de tu tripa gozan las bestias. “Me estoy muriendo (consigo decir), estoy enferma del corazón”.

Se lo creen. No se lo creen. “Dejémosla bajar. No… Sí…”. Vuela un guantazo entre ellos. Después me apagan un cigarrillo aquí, en el cuello. Ahí creo que es el momento en que pierdo el conocimiento. Siento que me están vistiendo.

Me viste el que me sujetaba por detrás, como si yo fuera una niña pequeña. No sabe qué hacer con los lados de mi suéter cortado. Me los mete en los pantalones y se lamenta porque es el único que no ha hecho el amor conmigo… Perdón, es el único que no se ha abierto los pantalones. Me meten la chaqueta, me rompen las gafas. La furgoneta se detiene un momento para dejarme bajar… y se va.

Me cruzo la chaqueta sobre los senos desnudos. ¿Dónde estoy? En el parque. Me siento mal… me siento mal, como si me fuera a desmayar… y no solo por el dolor en todo el cuerpo, sino por la rabia… por la humillación… por el asco… por los escupitajos que han arrojado a mi cerebro… por el esperma que siento cómo me sale.

Me apoyo en un árbol… Me duelen hasta los cabellos… Me tiraban de ellos para inmovilizarme la cabeza. Me paso la mano por la cara… La tengo llena de sangre. Levanto el cuello de la chaqueta y empiezo a andar. Camino… Camino. No sé durante cuánto tiempo.

No sé dónde ir. A casa no, a casa no.

Al rato, sin siquiera darme cuenta, me encuentro de repente delante del edificio de la Comisaría. Estoy apoyada en la pared de la casa de enfrente. No sé cuánto tiempo llevo mirando a la entrada, a las personas que entran y salen, a los policías con uniforme. Pienso en lo que tendría que afrontar si entrara ahora… Pienso en las preguntas. Pienso en la sorna… Pienso y lo repienso… Al final me decido…

Me voy a casa… Me voy a casa… Los denunciaré mañana.


—Texto del monólogo teatral Lo strupo/La violación, escrito, a partir de un suceso real, por la dramaturga, actriz y activista de izquierdas Franca Rame (1929-2013), en colaboración con su marido, Dario Fo (1926-2016), y traducido del italiano por Antonia Cilla.

Secuestrada el 9 de marzo de 1973, Franca Rame fue vejada, torturada y violada, durante horas, en una furgoneta. Veinticinco años después se supo que el secuestro de Rame, perpetrado por neofascistas, fue ordenado por altos mandos de los carabinieri de la división de Pastrengo, extremo que no se investigó porque ya se había juzgado años atrás a los autores y el delito había prescrito—.




ANEXO

  • Lo strupo, subtitulado en castellano, de Franca Rame.

Read Full Post »

«Pigmentos»: Archivo personal


“[…]Pesaba treinta y cinco kilos cuando murió. Sólo era un esqueleto. Su cuerpo se había consumido en una larga batalla contra la injusticia en el mundo. No recibió más recompensa que una vida cada vez más solitaria y una muerte desamparada”.- Pablo Neruda, sobre el final de su amiga y colaboradora, Nancy Cunard, en su libro de memorias CONFIESO QUE HE VIVIDO.

 

En la urna 9016 del Columbario del cementerio parisino de Père Lachaise reposan las cenizas de Nancy Cunard (1896-1965), poetisa, escritora, editora y periodista, que combinó una vida personal tormentosa —aliñada con alcohol, drogas y desvaríos mentales— con la firme y lúcida defensa de la libertad y la igualdad de los seres humanos.

Nacida en el seno de una noble y acaudalada familia inglesa bien relacionada con la Casa Windsor, fue educada en selectos pensionados del Reino Unido y Europa, desarrollando desde muy joven inquietudes intelectuales que la llevaron a frecuentar lo más granado de la sociedad literaria londinense, colaborando como escritora y editora.

Divorciada de un oficial del Ejército británico con el que estuvo casada apenas dos años, se instaló en la Francia de los felices años veinte, donde se relacionó con la pléyade de artistas del vanguardismo y del surrealismo, creando la editorial Three Mountains Press para promocionar las obras de artistas noveles y editar producciones traducidas al francés de escritores consagrados de Estados Unidos e Inglaterra.

Su agitada experiencia sentimental —Tristan Tzara, Ezra Pound, Ernest Hemingway y Louis Aragon, fueron algunos de los hombres que formaron parte de su vida íntima— derivaría en escándalo de insospechadas proporciones al enamorarse de un hombre de raza negra, el afamado músico de jazz Henry Crowder, a quien conoció en Venecia, en 1928, y con el que viajó a Estados Unidos, de donde sería expulsada por su acendrada defensa de las tesis antirracistas. Crowder sería tambien el detonante del enfrentamiento con su madre, Lady Cunard, que la desheredó —con los parabienes de la aristocracia inglesa, que propuso la expulsión de Inglaterra de la transgresora—   por considerar obscenas las relaciones interraciales.

La respuesta de Nancy Cunard llegó en forma de folleto de treinta páginas  intitulado Black man and whithe ladyship que, según relata  Neruda en sus memorias, podría resumirse así:  “Si usted, blanca Señora, o más bien los suyos, hubieran sido secuestrados, golpeados y encadenados por una tribu más poderosa y luego transportados lejos de Inglaterra para ser vendidos como esclavos, mostrados como ejemplos irrisorios de la fealdad humana, obligados a trabajar a latigazos y mal alimentados… ¿Qué habría subsistido de su raza? Los negros sufrieron éstas y muchas más violencias y crueldades. Después de siglos de sufrimiento, ellos, sin embargo, son los mejores y más elegantes atletas, y han creado una nueva música más universal que ninguna. ¿Podrían ustedes, blancos como lo es usted, haber salido victoriosos de tanta iniquidad? Entonces, ¿quiénes valen más?”.

A la defensa de la negritud se unió su firme rechazo del fascismo y su simpatía por el republicanismo español, causa en la que se implicó promoviendo colectas y adhesiones favorables de los intelectuales europeos y americanos, ademas de denunciar, en multitud de artículos periodísticos, las condiciones miserables en que vivían los refugiados españoles, hacinados en los campos de internamiento franceses.

Durante la II Guerra Mundial trabajó en Londres, como traductora para la Resistencia Francesa, regresando a Francia una vez finalizada la contienda para continuar ayudando a los exiliados españoles.

Los últimos años de su vida su estado físico y mental sufrió serios quebrantos, en un camino hacia la autodestrucción que ninguno de sus fieles amigos pudo evitar.

 

El 15 de marzo de 1965, Nancy Cunard fue encontrada por la policía semiinconsciente y vestida como una mendiga en una calle parisina. La mujer que había fascinado a Picasso, Huxley, Joyce y Sender, la militante solidaria que fundó y editó,  junto a Neruda, la revista Los poetas del mundo defienden al pueblo español, falleció en el hospital para indigentes de Cochin el 17 de marzo de 1965.

Read Full Post »

Older Posts »