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Posts Tagged ‘neofascismo’

«En el ángulo del horror»: Archivo personal


Suena una radio… pero tardo en darme cuenta. Solo después percibo que alguien está cantando. Sí, es una radio. Música ligera: cielo, estrellas, corazón, amor… Amor… Tengo una rodilla, solo una, clavada en la espalda… Como si quien está detrás tuviera la otra apoyada en el suelo… Con sus manos sujeta las mías muy fuerte, retorciéndomelas. Especialmente la izquierda. No sé porqué, se me ocurre pensar que quizás es zurdo. Yo… yo no estoy entendiendo nada de lo que me está sucediendo. Siento el espanto de quien está a punto de perder la cabeza, la voz… La palabra.

¡Dios! ¡Qué confusión! ¿Cómo he subido a esta furgoneta? ¿He llegado yo sola moviendo los pies uno detrás de otro a golpe de sus empujones o me han metido ellos, llevándome cogida? No lo sé, no lo sé.

Es el corazón, que me golpea furioso contra las costillas, lo que me impide razonar… Es el dolor en la mano izquierda, que se está haciendo verdaderamente insoportable. ¿Pero por qué me la tuercen tanto?

No intento ningún movimiento. Yo estoy… Estoy como congelada.

Ahora, el que me sujeta por detrás, ya no tiene su rodilla contra mi espalda… Se ha sentado, cómodo… Me sujeta entre sus piernas separadas, como vi, hace años, que sujetaban a los niños cuando les quitaban las anginas. Es la única imagen que me viene a la cabeza.

Pero ¿por qué la radio? ¿Por qué bajan el volumen? Quizás es porque no grito. No hay mucha luz y tampoco mucho espacio… Por eso me tienen medio tumbada. Además del que me sujeta por detrás, hay otros tres.

Los siento tranquilos. Muy seguros. ¿Qué hacen? Encienden un cigarrillo. ¿Fuman? ¿Ahora? ¿Por qué me sujetan así y fuman? Tengo miedo. Va a suceder algo, lo siento… Respiro hondo… Dos, tres veces. No consigo despejarme… Solo tengo miedo…

Uno se mueve, se queda aquí, de pie, delante de mí. El otro se agacha a mi izquierda, el otro a mi derecha. Están pegados a mí. Tengo miedo, va a suceder algo… Lo presiento. Dan una calada profunda en los cigarrillos. Veo la brasa de los cigarrillos cerca de mi cara.

El que me sujeta por detrás, no aumenta la presión, solo ha tensado los músculos… Los siento alrededor de mi cuerpo, como dispuestos a paralizarme.

El primero que se ha movido se arrodilla entre mis piernas, separándomelas.

Es un movimiento preciso, que parece acordado con el que me sujeta por detrás; de hecho, pone sus pies encima de los míos para bloquearme.

Yo tengo subidos los pantalones. ¿Por qué me abren las piernas con los pantalones subidos? Me siento mal, mal, ¡peor que si estuviera desnuda!

De esta sensación me distrae algo que no consigo entender inmediatamente; un calor tenue que va aumentando, hasta volverse insoportable, en el seno izquierdo.

Una punta de quemadura. Los cigarrillos… ¡por eso se pusieron a fumar! Yo no sé qué puede hacer una persona en esta situación. Yo no consigo hacer nada.

Me siento como proyectada fuera, asomada a una ventana, obligada a mirar algo horrible.

Un cigarrillo detrás de otro, por encima del suéter, hasta la piel. Insoportable.

El olor de la lana quemada debe molestar; con una navaja me cortan el suéter de arriba abajo, me cortan el sujetador… También me cortan la piel superficialmente. En el examen médico midieron veintiún centímetros.

El que está arrodillado entre mis piernas, ahora me coge los senos a manos llenas. Las siento gélidas sobre las quemaduras… El que me sujeta por detrás se está excitando, noto como se frota contra mi espalda. Ahora… todos se afanan para desnudarme: solo una pierna, solo un zapato.

Ahora uno entra dentro de mí. Me vienen ganas de vomitar.

Tranquila, debo estar tranquila. Me agarro a los sonidos de la ciudad, a las palabras de las canciones. Debo estar tranquila. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Ya no conozco ninguna palabra… No comprendo ninguna lengua. Soy de piedra. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Es el turno del segundo… Un cigarrillo detrás de otro. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. La navaja, que han usado para el suéter, me pasa por la cara una, muchas veces. No siento si me corta o si no me corta. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Es el turno del tercero. La sangre de las mejillas me cuela hacia las orejas. “Muévete ¡puta! hazme gozar”. Es horrible sentir cómo dentro de tu tripa gozan las bestias. “Me estoy muriendo (consigo decir), estoy enferma del corazón”.

Se lo creen. No se lo creen. “Dejémosla bajar. No… Sí…”. Vuela un guantazo entre ellos. Después me apagan un cigarrillo aquí, en el cuello. Ahí creo que es el momento en que pierdo el conocimiento. Siento que me están vistiendo.

Me viste el que me sujetaba por detrás, como si yo fuera una niña pequeña. No sabe qué hacer con los lados de mi suéter cortado. Me los mete en los pantalones y se lamenta porque es el único que no ha hecho el amor conmigo… Perdón, es el único que no se ha abierto los pantalones. Me meten la chaqueta, me rompen las gafas. La furgoneta se detiene un momento para dejarme bajar… y se va.

Me cruzo la chaqueta sobre los senos desnudos. ¿Dónde estoy? En el parque. Me siento mal… me siento mal, como si me fuera a desmayar… y no solo por el dolor en todo el cuerpo, sino por la rabia… por la humillación… por el asco… por los escupitajos que han arrojado a mi cerebro… por el esperma que siento cómo me sale.

Me apoyo en un árbol… Me duelen hasta los cabellos… Me tiraban de ellos para inmovilizarme la cabeza. Me paso la mano por la cara… La tengo llena de sangre. Levanto el cuello de la chaqueta y empiezo a andar. Camino… Camino. No sé durante cuánto tiempo.

No sé dónde ir. A casa no, a casa no.

Al rato, sin siquiera darme cuenta, me encuentro de repente delante del edificio de la Comisaría. Estoy apoyada en la pared de la casa de enfrente. No sé cuánto tiempo llevo mirando a la entrada, a las personas que entran y salen, a los policías con uniforme. Pienso en lo que tendría que afrontar si entrara ahora… Pienso en las preguntas. Pienso en la sorna… Pienso y lo repienso… Al final me decido…

Me voy a casa… Me voy a casa… Los denunciaré mañana.


—Texto del monólogo teatral Lo strupo/La violación, escrito, a partir de un suceso real, por la dramaturga, actriz y activista de izquierdas Franca Rame (1929-2013), en colaboración con su marido, Dario Fo (1926-2016), y traducido del italiano por Antonia Cilla.

Secuestrada el 9 de marzo de 1973, Franca Rame fue vejada, torturada y violada, durante horas, en una furgoneta. Veinticinco años después se supo que el secuestro de Rame, perpetrado por neofascistas, fue ordenado por altos mandos de los carabinieri de la división de Pastrengo, extremo que no se investigó porque ya se había juzgado años atrás a los autores y el delito había prescrito—.




ANEXO

  • Lo strupo, subtitulado en castellano, de Franca Rame.

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