«Pigmentos»: Archivo personal
“[…]Pesaba treinta y cinco kilos cuando murió. Sólo era un esqueleto. Su cuerpo se había consumido en una larga batalla contra la injusticia en el mundo. No recibió más recompensa que una vida cada vez más solitaria y una muerte desamparada”.- Pablo Neruda, sobre el final de su amiga y colaboradora, Nancy Cunard, en su libro de memorias CONFIESO QUE HE VIVIDO.
En la urna 9016 del Columbario del cementerio parisino de Père Lachaise reposan las cenizas de Nancy Cunard (1896-1965), poetisa, escritora, editora y periodista, que combinó una vida personal tormentosa —aliñada con alcohol, drogas y desvaríos mentales— con la firme y lúcida defensa de la libertad y la igualdad de los seres humanos.
Nacida en el seno de una noble y acaudalada familia inglesa bien relacionada con la Casa Windsor, fue educada en selectos pensionados del Reino Unido y Europa, desarrollando desde muy joven inquietudes intelectuales que la llevaron a frecuentar lo más granado de la sociedad literaria londinense, colaborando como escritora y editora.
Divorciada de un oficial del Ejército británico con el que estuvo casada apenas dos años, se instaló en la Francia de los felices años veinte, donde se relacionó con la pléyade de artistas del vanguardismo y del surrealismo, creando la editorial Three Mountains Press para promocionar las obras de artistas noveles y editar producciones traducidas al francés de escritores consagrados de Estados Unidos e Inglaterra.
Su agitada experiencia sentimental —Tristan Tzara, Ezra Pound, Ernest Hemingway y Louis Aragon, fueron algunos de los hombres que formaron parte de su vida íntima— derivaría en escándalo de insospechadas proporciones al enamorarse de un hombre de raza negra, el afamado músico de jazz Henry Crowder, a quien conoció en Venecia, en 1928, y con el que viajó a Estados Unidos, de donde sería expulsada por su acendrada defensa de las tesis antirracistas. Crowder sería tambien el detonante del enfrentamiento con su madre, Lady Cunard, que la desheredó —con los parabienes de la aristocracia inglesa, que propuso la expulsión de Inglaterra de la transgresora— por considerar obscenas las relaciones interraciales.
La respuesta de Nancy Cunard llegó en forma de folleto de treinta páginas intitulado Black man and whithe ladyship que, según relata Neruda en sus memorias, podría resumirse así: “Si usted, blanca Señora, o más bien los suyos, hubieran sido secuestrados, golpeados y encadenados por una tribu más poderosa y luego transportados lejos de Inglaterra para ser vendidos como esclavos, mostrados como ejemplos irrisorios de la fealdad humana, obligados a trabajar a latigazos y mal alimentados… ¿Qué habría subsistido de su raza? Los negros sufrieron éstas y muchas más violencias y crueldades. Después de siglos de sufrimiento, ellos, sin embargo, son los mejores y más elegantes atletas, y han creado una nueva música más universal que ninguna. ¿Podrían ustedes, blancos como lo es usted, haber salido victoriosos de tanta iniquidad? Entonces, ¿quiénes valen más?”.
A la defensa de la negritud se unió su firme rechazo del fascismo y su simpatía por el republicanismo español, causa en la que se implicó promoviendo colectas y adhesiones favorables de los intelectuales europeos y americanos, ademas de denunciar, en multitud de artículos periodísticos, las condiciones miserables en que vivían los refugiados españoles, hacinados en los campos de internamiento franceses.
Durante la II Guerra Mundial trabajó en Londres, como traductora para la Resistencia Francesa, regresando a Francia una vez finalizada la contienda para continuar ayudando a los exiliados españoles.
Los últimos años de su vida su estado físico y mental sufrió serios quebrantos, en un camino hacia la autodestrucción que ninguno de sus fieles amigos pudo evitar.
El 15 de marzo de 1965, Nancy Cunard fue encontrada por la policía semiinconsciente y vestida como una mendiga en una calle parisina. La mujer que había fascinado a Picasso, Huxley, Joyce y Sender, la militante solidaria que fundó y editó, junto a Neruda, la revista Los poetas del mundo defienden al pueblo español, falleció en el hospital para indigentes de Cochin el 17 de marzo de 1965.
Hay personas que deberían ser eternas. Y Nancy Cunard parece una de ellas.
Porque sus enseñanzas son tan buenas, auténticas y genuinas, que no dejaríamos de aprender siempre, y además con el ejemplo.
«La palabra es sonido, el ejemplo es trueno».
Lástima que terminara sus últimos días en esas condiciones que no merecía.
Pero sin duda, su vida valió la pena, porque hizo caso a sus sentimientos y criterios por encima de muchas barreras mentales por parte del resto de la gente.
Una vida coherente consigo misma, que para los tiempos en que le tocó vivir ya fue un logro.
Gracias por traerla hasta aquí.
Un abrazo!
Fue una mujer que antepuso sus convicciones renunciando a una vida regalada y que, pese a sus penosos últimos años de vida, jamás se arrepintió del camino elegido. Fue libre, luchadora y solidaria y se involucró en todas las causas que consideró justas, sin importarle el peaje que hubo de pagar por ello.
Otro abrazo para ti.
No todo el mundo se atreve o nos atrevemos a ser consecuente con nuestras ideas. Ella lo fue y esas vidas son merecedoras de todo el respeto y admiración. Una mujer libre y valiente.
Exactamente. Una mujer digna de todo el respeto y admiración que merecen quienes defienden y ponen en práctica sus ideales.
Salud.
Una historia tan triste como el mundo que habitamos.
…pero también es la historia de una luchadora que actuó según sus propios dictados.
Estuve en el cementerio parisino de Père Lachaise y por falta de tiempo o que a mis acompañantes no les gustaba que fuera haciendo fotos de las sepulturas de personajes fallecidos conocidos o de los que pensaba indagar, nos tuvimos que ir.
No se si hubiera dado con la sepultura o columbario de Nancy Cunard, pero no me dejaron.
Desde la actual perspectiva social, Nancy Cunard [(«10 de marzo de 1896-17 de marzo de 1965) escritora, poeta, editora y periodista. Destacó por su activismo social y su mecenazgo en literatura)], seguro que hubiera destacado en manifestaciones, declaraciones o entrevistas que se le pudieran podido conceder en la actualidad.
Como todos los cementerios es un lugar de evocación, además de Museo de Inolvidables, con una no muy conocida Nancy Cunard cuya urna funeraria se encuentra si se sabe dónde buscar.
Si aquella Nancy viviera ahora, no dudo que sería luchadora incansable en todos los frentes que tuvieran al ser humano como sujeto de explotación y marginación. A personas como ella ni el tiempo es capaz de arañar en la firmeza de sus convicciones.
Quizás vivió demasiado rápido, o de una forma demasiado intensa, lo cual envidio, porque encontrar tiempo y fuerzas para relacionarse con esos talentosos artistas y enfrentar con valentía las odiosas costumbres de la época me parece un esfuerzo titánico digno de admiración.
Hay que ser muy valiente, tanto que no podemos imaginarlo en la blandita vida moderna que llevamos para enfrentarse a la sociedad, los amigos y la familia por unas firmes y justas convicciones.
Al final, lo que menos me gusta es el folleto. No se ensalza a nadie denigrando a los demás, especialmente si éstos no pueden caer ya más bajo.
Exacto; asumió con valentía hacer frente a los convencionalismos sociales en una época donde se mantenían vigentes, pagando el peaje del ostracismo familiar. El resumen que hace Neruda del escrito de Cunard contra su madre no es sino el reflejo del durísimo enfrentamiento que ambas mantuvieron; no me atrevo a juzgar los términos del folleto porque ignoro cuáles fueron las palabras de lady Cunard que propiciaron la respuesta de su hija, pero seguramente fueron harto desagradables porque ninguna de las dos retrocedió en sus convicciones y las relaciones maternofiliales se rompieron definitivamente.