«Quietudes»: Archivo personal
Muerden los crampones el espeso cobertor de hielo aún aferrado al prado, al pie del tozal donde los troncos de la vetusta cocina de hierro fundido confinada en la Fosqueta fenecen lanzando estelas de humo por la recién estrenada chimenea de sillares rematada con un orejudo conejo de hierro forjado. Tatuadas en la nieve compacta, vienen y van, hasta la orilla del aliviadero congelado del río, huellas de raposo que se adentran más allá de los árboles entre los que resiste el longevo tejo bajo el que, en el otoño de 1940, se suicidó, para no caer en manos de la Guardia Civil, el zapatero Santistebe, enlace de una de las partidas de guerrilleros que se ocultaban en estos parajes. Como los antiguos maquis, invisibles entre la perenne maraña boscosa, quizás observan los huidizos vulpinos el caminar crujiente de las figuras rebozadas en colores que, al descubierto e indiferentes al frío y la aguanieve, recorren las alburas de la tarde sabatina ociosa y encalmada.
Junto a la aislada edificación, en el cobertizo abierto, blanquea la leña apilada y expuesta al tiempo; una quebradiza capa de hielo recubre el antiguo abrevadero de las caballerías sobre el que apenas una hora antes encontraron un acentor muerto. En el depósito anejo a la pared sur, el agua se ha solidificado en feo mazacote que han roto a martillazos hasta conseguir que el líquido se deslizara por la cañería y cayera en la pileta esmaltada de la cocina, entre silbantes sacudidas del grifo.
Sucumbe el día, sin preámbulos, al otro lado de la ventana de la bien pertrechada borda rehabilitada de la pardina Foncillas, con la quietud glacial anunciando el dorondón. Las brasas que languidecen tras la portilla de la vieja cocina de fundición todavía reparten sus ardores por el edificio de piedra de interiores estucados; en una esquina de la gruesa plancha de metal negro, alejado de la boca de alimentación, gorgotea, hirviente y olvidado, el café de puchero.
Y parece que hace mucho frío por allá, no dejan de llegar noticias sobre nieve, mientras acá estamos con nuestros 30 grados a las 9 de la mañana
Salud!
Las nevadas que trajo a la península la borrasca Filomena ya han quedado atrás. Ocurre que la zona de la que hablo es alta montaña y aquí la nieve, el hielo y el frío son normales en esta época del año, haya o no borrasca en el resto de España.
Salud.
Se aprende mucho vocabulario leyéndote. Lo malo es que se me olvidará. Me ha gustado mucho «dorondón» espero poder recordarla cuando haya niebla y haga frío.
¡Qué rico ese café del final!
Un saludo
El dorondón es lo que en castellano se denomina cencellada. Visualmente es una pasada, porque la niebla heladora cubre de escarcha todo lo que toca envolviéndolo en una blancura compacta espectacular. Nunca hermosea tanto un paisaje como con el dorondón / la cencellada. Y sí, apetece un café bien caliente y de fuerte sabor.
Salud.
Cuánto terror extendió el Franco durante y después de la guerra. Bueno hasta su muerte.
En cuanto a vocabulario, algunas palabras las he tenido que mirar, paro la que más me gusta es la de dorondón. Mi padre decía: «P’a san Antón, ni niebla ni dorondón». Me ha encantado. Salud.
Hasta su muerte y unos pocos años más, que él murió pero sus acólitos aún siguieron dando mal un tiempo…
Ese refrán que decía tu padre, también lo he escuchado mucho, igual que su remedo «Pa San Antón, a boira en un rincón«, aunque la meteorología locuela no siempre respeta los dichos costumbristas.
Salud y a empezar bien la última semana del mes.
Aquí, la borrasca Filomena apenas nos ha rozado, pero sí el frío… y los terremotos, que vaya racha que llevamos de sustos. El de ayer, de 4,4 fue para olvidar y esta mañana otro de los que se sienten poco antes de las 9. Una alegría para empezar el año…
En la zona donde vivo ha hecho y hace el tiempo que corresponde al invierno: frío, algo de nieve, heladas y viento. Con la nieve en las localidades hay buena sintonía porque la normativa municipal obliga a la ciudadanía a limpiar las aceras y jamás se ha llegado a la desidia de Madrid.
Lo de los terremotos lo leí y he visto algunas grietas. Bien servidos de sustos os habréis quedado porque creo que teniais el epicentro allí mismo.
El problema de estos terremotos es que son muy superficiales y por eso se sienten tanto. Creo que fue ese de 4,4 el que estaba a menos de un km. O sea, que la tierra se rompe debajo de nuestros pies. Cuando vuelvo a leer ahora el título de esta entrada, pienso que el «croquis del paraíso» es un lugar donde no se mueva el suelo, ni la cama, ni el sillón donde estás sentada.
Por esta zona, la última sacudida que se notó fue en octubre, en una secuencia de dos terremotos y sus réplicas con epicentro en Navarra, uno de ellos con escala 4’6. Fueron de madrugada e hicieron temblar media provincia de Huesca, sobre todo en edificios de altura. Ha habido más después, pero tan alejados de la superficie que solo los han percibido los sismógrafos.
Una noche movida por aquí…
http://www.ign.es/web/resources/sismologia/tproximos/prox.html
…pero movida, movida, movida… Un sinvivir contra el que no se puede hacer otra cosa que esperar a que las placas tectónicas se asienten y den un respiro de muchos años a las sacudidas tierras granaínas.
Pocos recuerdan ya a los maquis, yo había oído hablar de ellos pero en Broto personas mayores, me dijeron las rutas que seguían y los productos que intercambiaban con los franceses, ron, aceite, azúcar, vasos de cristal, platos de cerámica…
Había oído sobre la isla de San Borondón en Canarias, leyenda, pero no me sonaba de nada dorondón, yo siempre lo conocía como cencellada.
En cuanto a la poca leña que tengo en Broto la tengo en el exterior y desgraciadamente con carcoma, esperaba haber subido este invierno para quemarla, pero no ha sido posible.
Imagino que el uso de la palabra dorondón dependerá de la zona, aunque es un término muy extendido en Aragón. De la isla fantasma de San Borondón solo sé lo que tú escribiste; recordaba el nombre pero no la historia completa, que he actualizado releyendo tu escrito.
Vaya, vaya con la carcoma, cómo saben dónde encontrar alimento…
¡Qué bonito, Una mirada!
De tus relatos me gustan muchas cosas, como siempre, pero destaco esa manera que tienes de hacernos bailar contigo. Da igual la música que suene, siempre es fácil seguir tus pasos, recrearse en lo que cuentas, visualizar a los personajes, a los paisajes y a los animales, vivir las sensaciones y sentir las emociones. Tus relatos se saborean, se huelen y hasta se palpan!!
Es una agradable sugestión la que se apodera de nosotros (de mi) al leerte, mil gracias. Al tiempo que voy aprendiendo (buscando su significado) palabras nuevas que no había escuchado nunca, o que de haberlas escuchado alguna vez, tenía olvidadas.
Muchas gracias por todo. Por tanto.
Un beso.
En las descripciones, por mucho que se atengan a la realidad, siempre prevalece el punto de vista del narrador y quien las lee no tiene más remedio que sumergirse en esas apreciaciones subjetivas porque son los únicos trazos con los que cuenta para componer el cuadro completo. Luego, lo que cada cual extrae de lo leído ya depende de sus propios gustos. Ocurre que tú eres una lectora entusiasta y muy generosa con los escritos ajenos, algo que te agradezco mucho porque me permite «mirar» el cuadro terminado desde otra perspectiva.
Gracias, pues, a ti, que siempre acercas tu mirada positiva.
Un abrazo.
Beautiful blog
Thanks!!
Qué buenas descripciones haces. Parece que estemos allí, viéndolo con nuestros ojos, aspirando los aromas y tocando todo con nuestras manos.
Esa es la idea, que las palabras acerquen el paisaje a los ojos.