«Negrura y claridad»: Archivo personal
A media tarde arribaron los nubarrones, lóbregos y túmidos, y evacuaron violentamente sus entrañas sobre el pueblo, abatanando tejados y atemorizando a las tres gallinas ponedoras en su recién estrenado habitáculo junto al anciano e imponente olivo del fondo del corral. Pasados apenas veinte minutos, volvió a abrirse paso el Sol y marcharon las nubes, ligeras y clareadas, hacia los promontorios de la otra orilla del río, descomponiéndose en caprichosas volutas remolonas que terminaron fagocitadas por la masa de nimbostratos que parecía aguardarlas sobre los dominios de la pardina, por cuya pendiente se distinguía, pese a la distancia, el copioso rebaño de Casa Faustino, de regreso a la paridera, con el pastor veterano caminando en la retaguardia, cobijado bajo un paraguas de dimensiones desproporcionadas, y los dos perros labradores —corrida va, salto viene— abriendo ruta a la apocada cabaña ovina.
Cuentan los viejos que, por esa misma pendiente que asciende el rebaño, fueron avistados los primeros nacionales que, allá por el año 1938, vinieron a cercar el Barrio. Llegaron por todos los flancos, armados y silenciosos, ignorando que hacía dos semanas que no había ningún soldado republicano en la localidad para hacerles frente. El vecindario aguardaba en sus casas, temeroso, pero confiando en que el pacto a que habían llegado la derecha y la izquierda local, y que había evitado que los miembros de la primera fueran maltratados y asesinados durante los casi dos años de colectividad anarquista, se mantuviera con los nuevos gobernantes, lo cual, hasta cierto punto, fue cierto, porque la única fusilada fue la pobre perra de Casa Berches, que se abalanzó contra los que zarandeaban a su dueño y a la que cosieron a balazos. La influencia del rico del pueblo —notable falangista— y del cura, posibilitaron que los lugareños, mayoritariamente de izquierdas, que no habían huído en las jornadas precedentes, eludieran, no el ser violentados, encarcelados y esquilmados —que lo fueron sin piedad ni mesura—, sino unir sus destinos a todos aquellos cuyos cadáveres alimentaron eriales y cunetas.
Podría hablar largo y tendido sobre este artículo, pero sería excesivamente largo. En primer lugar en varias ocasiones, estando de yeguacero, se abalanzó sobre mi una negra tormenta que me obligó a salir a galope montado en una yegua hacia el pueblo, hoy no lo haría, por supuesto llegué empapado.
Pardina, recuerdo varias, sin embargo solamente me viene un nombre, la de «Lobera», nuestras casas estaban una enfrente de la otra en el pueblo, casa Chilón, y casa Lobera.
Con respecto a los nacionales y a los republicanos, creo que ya lo he comentado en alguna ocasión, mi padre no era amigo de los nacionales y se salvó gracias a que el alcalde amigo del régimen le avisó, vienen a por ti, huye y yo no te he dicho nada, eres buena gente.
Las tormentas, aunque duren poco, descargan con gana y empapan a quien no ha podido ponerse a cubierto. Esta tierra nuestra lo es de pardinas; las hay en todos los pueblos y buena honra que hacen cuando en ellas hay algún cobijo.
Igual que tu padre, muchas personas se vieron obligadas a huir, sin más delito que haber sido señaladas. Tu padre, según creo, tuvo la suerte de poder regresar; otros muchos abandonaron su casa para siempre. Malos, muy malos, tiempos.
Desgraciadamente ya quedan pocos para poder contar la verdad de lo que vieron con sus propios ojos y sufrieron en su propia carne. Pero estamos los hijos y los nietos para nombrar y no olvidar.
Nos queda, únicamente, su testimonio, valiente y valioso. Y de esa memoria transmitida surge la historia viva y terrible de la que, en recuerdo de esos hombres y mujeres, seguimos dando fe quienes, en muchos casos por sus propias bocas, conocimos sus vivencias.
Hola, Una mirada….
Por aquí, aunque con un escenario algo diferente, se van sucediendo estas escenas de aguaceros, y siempre cuando uno menos lo espera. Se sucede con más frecuencia de la habitual. Y digo yo……que tengo mi particular idea-teoría: y es que siento que la naturaleza, ahora que nosotros estamos confinados en casa y la hemos dejado tranquila y en paz, está haciendo lo que no le permitíamos hacer y necesitaba. Hemos dejado de asfixiarla por un tiempo, y ésta es su manera de expresar tal liberación.
En cuanto a la memoria de aquellos tiempos difíciles y complicados, duros, my duros…..Si nos damos cuenta, mientras una sola voz propague la injusticia de entonces y los nombres de tantos y tantos perseguidos se sigas escuchando, nunca se irán del todo. Al menos eso le debemos.
Contigo tienen un aliado, porque siempre nos llevas de la mano por esos momentos, personas, lugares, situaciones, circunstancias…que no debiéramos borrar de nuestra memoria histórica.
Gracias.
Y un abrazo, que los virtuales sí podemos seguir dándolos, sin riesgo al contagio.
Cuídate, a ver si esto pasa pronto y termina de la mejor manera posible.
P.S: No sabía lo que era una pardina, pero ahora ya lo sé 🙂
Primavera de aguaceros y tierra mojada, rememorando los otoños de aromas fuertes, al igual que se recuerdan a personas -la mayoría, fallecidas- que nunca olvidaron aquel tiempo doloroso y lo recompusieron con palabras de las que yo me hago eco. «Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta«, escribió Neruda.
He enlazado la palabra pardina al diccionario de la RAE.
Gracias a ti por tanto y un abrazo sin más virus que el de la fraternidad.
Gran relato para la memoria historica. Además me gusta que coloques en bastardilla lo de nacionales. ¿Acaso los republicanos eran polacos?
Así seguían llamándolos, nacionales, los tres abuelos -que entonces tendrían entre diez y doce años- recordando la llegada de los franquistas y las consecuencias que tuvo en sus familias y ellos mismos.
Escribí hace tiempo (copiando a Neruda):
… que me perdí el otoño por estar como ausente
Ahora muchos nos estamos perdiendo la primavera, encerrados en nuestros pisos, sin más paisaje que la casa de enfrente ni más naturaleza que media docena de macetas. Y con la duda de si habrá otra primavera…
Quedan, todavía, días para disfrutar al aire libre de esta primavera que añoras y que pasearás y admirarás en esos mágicos jardines granaínos cubiertos de colores que expanden fragancias. Y, será, sin duda, la mejor de todas; incluso de las que vendrán.
Aunque siempre hay un rayo de sol.
Lo hay; y se puede atrapar.
Qué preciosidad de orquídea.
Y más preciosa porque se ha hecho esperar. La planta tiene lo menos 10 años y ha estado muchos sin dar flor, pero este año ya ves. Quizá para compensar lo que se nos venía encima…
Ya le tocaba, pues. Y lo ha hecho a lo grande.
En Suiza no hay aguaceros, y hasta las tormentas se cuidan mucho de hacer demasiado ruido, pero la suavidad del agua fomenta los prados verdes. Cuando viví en Huelva era todo lo contrario, y a veces las calles se inundaban en cuestión de minutos. En cuanto a la contienda, ya sabes mi opinión.
Por estos lares aguaceros y chaparrones se dejan notar y las tormentas rugen desaforadas. «Bronca al canto«, que dice un vecino.
Hay aguaceros que se anuncian despacio y otros aguaceros que de repente nos caen. Tal vez sólo hay aguaceros, y somos nosotros los que no queremos verlos.
Publicaste esto el día de la Memoria en Argentina. Cuando se recuerda el inicio de la nefasta Dictadura Militar de 1976. Todos recordamos, encerrados en nuestras casas por esta vez. Pero recordamos.
Abrazo grande.Buena foto.
El mejor aguacero es, sin duda, el que cae de las nubes; su mojadura no hiere.
Me uno al recordatorio de esa Memoria de todas las personas vilipendiadas, desaparecidas y asesinadas de Argentina.
Otro abrazo.