«Primavera»: Archivo personal
Reverdece el solanar entre amarillos, lilas, granates, blancos y turquesas de las flores y se acuestan, distendidos, los felinos en los escalones, bajo la marquesina artesonada que sombrea y enjoya la entrada a la cocina.
Vuelan libres, en la limitada primavera del patio bastionado, las abejas que frecuentan la parra infértil de la esquina umbría; picotean tres gorriones las miguitas del desayuno que, diseminadas por la mesa, acompañan a Los asquerosos, de Santiago Lorenzo, y resiguen los ojos humanos los trazos tatuados en las espectaculares alas de la enorme mariposa que ronda entre el rosal y las dalias.
Huele el ambiente a hierba ligeramente humedecida, a bizcocho horneado, a pienso de gato, a tiza y a la colonia de vainilla con que ha rociado la pequeña Jenabou la cabeza de la paciente Yaiza, la perra, enroscada entre los morrongos.
Se escucha, al otro lado del muro de argamasa, el motor de un coche que desciende desde la plazuela del altozano para ganar la carretera.
Leo esta poética y bucólica entrada a continuación de tragarme un audio, en el que una médica de Madrid me dice, con voz sollozante, que me voy a morir de asfixia porque mi respirador se lo pondrán a un joven.
¿Con que me quedo? Esa es la cuestión…
Hay, querida Senior, gente que, no conforme con restringirnos los movimientos, pretende adocenarnos las mentes; y en lo último no podemos transigir ni siquiera por miedo. Hay mucho discurso maniqueísta perfecta, y hasta necesariamente, desechable.
https://youtu.be/hY76JrWpeiQ. La primavera no lo sabía. La naturaleza sigue, igual nos está hablando pero no entendemos ni escuchamos. Y la primavera no se para y llegara el verano… y a la pausa le seguirá el ruido de siempre.
Son muy pocas las personas capaces de oír y entender esos susurros; solamente cuando la Naturaleza se torna irascible y se revuelve contra las tropelías humanas reparamos en aquella apacible armonía trasmutada en rugido.
Qué imágenes tan hermosas las del vídeo y qué buena elección musical.
Yo no estoy intramuros, estoy intraparedes, aunque sea una palabra que no exista todavía, pero como dure mucho el confinamiento… la popularizaremos.
Al leer el corto de «Caracol, col, col» he pensado en la famosa canción infantil, pero nada más lejos de la realidad con un final muy trágico.
Cuando este airado torbellino pase -que pasará- y recompongamos las viejas rutinas tal vez haya elementos y sensaciones nuevas en nuestro bagaje de aprendizajes.
Magnifica descripción, hasta huele a gato.
Sin duda es el olor que predomina siempre; un olor gratificante, duradero y familiar.
Si algo nos enseña este trago es que necesitamos menos cosas de las que creemos y la colección Austral es una compañía perfecta. ¿Por qué quería pegarle el antidisturbios?
Se supone que el antidisturbios cree hallarse ante uno de los participantes en una manifestación; falsa presunción porque el protagonista, ajeno a la algarada, acaba de bajar de su casa al portal y se encuentra con un uniformado que, sin mediar palabra, blande su porra para arrearle y él se defiende con lo que tiene a mano. Esa acción sirve de argumento para una novela distinta, sencilla y con un personaje que va descubriéndose a sí mismo en cada página.
Eso que se escucha es la vida. Y lo que se huele, lo que se ve, y aquello que se siente.
Y tal vez necesitábamos parar para darnos cuenta de todo eso, o para fijarnos que estaba más cerca de lo que pensábamos en los intramuros de uno mismo.
Es parar, respirar y mirar. En relativizar.
Precioso texto, evocador y lleno de sensaciones.
Un abrazo, amigo.
Como bien argumentas, necesitamos detenernos y observar la vida que fluye, en perpetuo movimiento, alrededor nuestro; aspirarla y advertirla en cada célula, para sentirnos parte de ese engranaje que nunca se paraliza.
Otro abrazo para ti.
Feliz equinoccio!
acá hoy aparecieron las nubes frescas, se hace notar la llegada del otoño. Es que veníamos de unos días de 30 grados húmedos que nos hacía creer que todavía era verano
Besos y abrazos a la distancia!
Lo mismo pasa por estas tierras del noreste peninsular, que asomó la primavera pero se adelantó hoy un par de pasos el invierno regalándonos copos de nieve para despedir el mes.
Abrazos no víricos.