«Bocados»: Archivo personal
Entre bocado y bocado, y con el cierzo cargando contra la loneta que ejerce de falsa pared de la veranda sin techumbre, van las conversaciones de la ceca a la Meca entremezclándose con las de los comensales arracimados en las mesas vecinas.
No mencionéis el avión otra vez, que aún estoy asimilando lo ocurrido…
Pues el abuelo de la víctima de Jaca ayudó a nacer a mi madre…
Ya veréis, ya, como terminan colocando a los depresivos en las listas de posibles terroristas…
Por favor, por favor, por favor…
Ayer, cuando sobrevolábamos el parque eólico cercano a Noain, me entró una aprensión…
Vamos a dejarlo, por favor…
Danzan los cabellos al viento y revolotean las servilletas de papel y los sobres vacíos de los azucarillos.
Estaba pensando en utilizar el We Shall Overcome de Pete Seeger para la lectura pública de las memorias de Martín Arnal…
Uf, demasiado lenta y con un origen religioso que tira para atrás…
Busca algo de Léo Ferré…
Podíamos improvisar algunos acordes con las guitarras…
Sí, claro, como tenemos tanto tiempo…
Pues a mí me gusta la idea…
Bueno, bueno, bueno, no os embaléis…
Van despoblándose de humanidad saciada las terrazas de la calle del Padre Huesca y acuden, en anárquico intervalo, los gorriones de los aleros a revisar los restos.
«Oh, deep in my heart, I do believe…
We shall overcome someday«.
Este asunto del piloto que presuntamente estrelló el avión está empezando a desbarrar de mala manera. Primero que si con depresión, después que si le había dicho a una exnovia que iba a hacer una nombrada, luego que si tenía el síndrome de burnout y como remate que si su vista estaba ‘tocada’… No me extrañaría que en las próximas entregas descubran que era ludópata, sordo y con parkinsson. Se están luciendo los que dan esos ¿datos? y quienes los retransmiten sin un mínimo de reflexión.
Aquí la única certeza son las familias de los fallecidos asistiendo a semejantes despropósitos aun antes de enterrar a los suyos.
Salud.
El sensacionalismo sigue alzándose sobre lo que debería ser información contrastada. Ante tal batiburrillo cabe preguntarse si la compañía aérea tenía algún departamento de Personal y Recursos Humanos o únicamente mostradores de facturación y venta de billetes.
De lo que no se habla es del “contagio” que puede haber a otros medios de transporte, pues un autobús lleno en ciertas carreteras causaría casi el mismo número de víctimas. Lo pensaba ayer subiendo al monte de la Sabica con la ciudad a los pies en cada curva.
No queda otra que confiar en la profesionalidad y estabilidad emocional de quienes nos transportan.
Para mi que se dan muchas vueltas a este asunto en torno a lo mismo dejando de lado otras responsabilidades de las que se habla por encima. ¿Qué es eso que la normativa permita a un trabajador de ese tipo ocultar a su empresa el resultado de sus revisiones médicas? ¿qué hacía su empresa dejando a un tipo como él volando?. La sensación que a uno se le queda es siempre la misma, que tiene que ocurrir una (grandísima) desgracia para que se hagan las cosas que las evitarán. Vamos, que de prevención tirando a nada…
En un principio, la rumorología en los mentideros en red señalaba que la compañía culparía exclusivamente al copiloto por aquello de desembolsar lo mínimo en las indemnizaciones, pero, independientemente de las causas de la tragedia, no hay dudas de la responsabilidad de la empresa por su dejadez absoluta; dejadez que, sin llegar a esa fatal consecuencia, puede que compartan el resto de empresas de transporte de viajeros al no existir protocolos más exigentes en cuanto a la periocidad de los reconocimientos médicos.
(Y luego están las extravagantes, contradictorias, incongruentes y amarillistas informaciones de los medios.)
Prefiero quedarme con los bocados, aunque ya se hayan volatilizado y es que pensar en ese tío que «Estaba como una regadera» se me quitan las ganas de viajar a Londres este verano y en autoestop creo que ahora no te coge nadie.
Tampoco hay que ser tan drástico… Todo medio de transporte tiene sus riesgos, y dudo que el mayor sea el de una persona exaltada a los mandos.
El trágico suceso del avión es tremendo y repleto de polémica y fantasías nocivas. Curiosamente, mis padres tenían planeado ir de viaje de bodas en avión, pero decidieron quedarse, al saber que una parienta iría a visitarlos. A ella le entró mucho remordimiento al saberlo. Pero al poco tiempo tuvieron noticias de que ese avión que iban a coger, se había estrellado y no había supervivientes, Entonces, el remordimiento se transformó en alegría. Gracias a su visita, mis padres se salvaron. Yo tampoco habría nacido.
Saludos.
La experiencia de tus padres forma parte de esas casualidades extraordinarias que se dan en cualquier catástrofe. Imagino cómo se les quedaría el cuerpo sabiendo que habían estado a punto de rozar la eternidad.
Y aquí estás tú, afortunada prueba de la supervivencia.
Saludos cordiales, compañero.