«Nubes sobre el cementerio»: Archivo personal
Hay en el hayedo que linda con la parte trasera del cementerio y la ermita de la Virgen de los Morros de Cebollón, un sendero —actualmente desdibujado y apenas transitable— que desciende hasta casi rozar el río y culebrea entre los huertos de la zona baja para ascender de nuevo hacia el viejo molino y unirse al camino meridional que desemboca en el Barrio. Esa senda mortificante es conocida como la Trocha de las Almetas [1]. Según la tradición, por ella vagan, confundidos, los espiritus de aquellos difuntos cuya muerte repentina y/o violenta dejó en suspenso eterno sus rutinas y ocupaciones. Pugnan por regresar al Barrio, se dice, para cumplir con sus tareas inacabadas; como la abuela María de [Casa] Puimedón, fallecida a finales de los años cuarenta, que estuvo cerca de cuatro años recorriendo la trocha, desde el cementerio a su casa, hasta que Severina, la entendedera [2] —madre de la señora Benita— descubrió el motivo del pesar de la almeta de María y los familiares de la difunta pusieron remedio.
Se cuenta que María de [Casa] Puimedón recogía su pelo encanecido —que le sobrepasaba la cintura— en un moño que ella misma trenzaba y amoldaba en la nuca. Cada quince días, se descomponía el rodete, peinaba su pelo, lo pringaba con una especie de brillantina y rehacía hábilmente su moño. Para ese menester utilizaba un viejo peine, con algunas púas rotas, que dejaba en una oquedad del patio de la casa.
Aconteció que, regresando un día del huerto, la abuela María sufrió un vahído y cayó en la acequia donde, aunque apenas corría un hilillo de agua, se ahogó. Esa misma noche, mientras velaban el cadáver, empezaron los ruidos en Casa Puimedón. Los siguientes cuatro años las noches se convirtieron en un macabro concierto de golpes, puertas que rechinaban y, en ocasiones, ayes que sobrecogían a la familia. Finalmente, la nuera de la abuela María recurrió a Severina que, tras hacer recordar a los familiares todo lo que había sucedido el día de la muerte de la abuela, averiguó que la intención de la anciana al regresar del huerto era peinar sus guedejas. «¿Y el peine? ¿Dónde está el peine?», preguntó la entendedera. Entonces la nuera recordó que antes de adecentar a la difunta para el velatorio, había retirado el peine del lugar donde lo dejaba la abuela, guardándolo en el fondo de un cajón. Y no, no había peinado a la difunta; se había limitado a pasarle los dedos por la cabeza y a apretarle el moño.
Severina, que, dicen, era experta en almetas, pidió que volvieran a colocar el peine de la abuela María en la oquedad del patio. Y esa misma noche dejaron de escucharse los fantasmales sonidos.
Señalan las malas lenguas que los habitantes de Casa Puimedón quedaron tan escarmentados por lo acaecido con la abuela María que, desde entonces, cuando hay una muerte en la familia, entierran al deudo descalzo, para dificultar su regreso por la Trocha de las Almetas.
NOTAS
[1] En arag., almas, ánimas. Espiritus errantes de los difuntos.
[2] Id, mujer sabia. Bruja.
En ese Barrio y sus alrededores, estáis la mar de entretenidos con tanto suceso prodigioso y los muertos siempre de acá para allá.
Lo malo es que todos esos prodigios quedaron anclados en el pasado y las personas difuntas, que se sepa, ya no salen de jarana. Eso sí, la Noche de Difuntos (Nuei d’Almetas) se ha convertido en festejo popular en las localidades de la Sierra de Guara, rindiéndose homenaje a las antiguas creencias para envidia del Halloween moderno tan descafeinado.
Muy interesante el relato… y me ha encantado esa foto. Un saludo.
Son historietas viejas propicias para la Noche de Difuntos.
Salud.
Me encantan. Saludos.
Estamos justo en la época de las almetas y totones.
Las ánimas son los que no pueden ir ni al cielo ni al infierno por haber tenido una muerte violenta, cuando nos hacíamos una herida, se nos iba a salir la almeta por ahí, al pan no se le podía poner boca abajo, tampoco clavarle un cuchillo, si se caía había que besarlo, pero ya no recuerdo todas las costumbres y tradiciones, las almetas creo que se paseaban por el cementerio, los totones lo vigilaban…
Ahora Halloween con sus calabazas, invaden costumbres y mercado.
Lo has descrito estupendamente. Los Totones son los guardianes de los cementerios, siempre dispuestos a arrastrar a la muerte a las personas incautas que se acercan por allí; por eso, hay que dejar una piedra a cada lado del portalón del camposanto, para que los Totones se enreden en ellas y no se acerquen a las personas vivas.
De momento, por esta zona Halloween tiene poco predicamento porque hay suficiente tradición propia para festejar la fecha sin recurrir a americanadas.
Estupendo relato. En tu pueblo habrá que tener cuidado con la almetas. Ah me ha encantado el nombre de la Virgen de los Morros de Cebollón. Me encanta.
Salud.
Desde hace años se ha sacado provecho lúdico-festivo de estas historias e incluso hay una Procesión de Almetas, con sayones blancos y agrisados.
Estupenda historia que bien podría dar para un corto cinematográfico.
…y en blanco, negro y gris, que quedaría más genuina, con esa pátina de las películas española de posguerra.
Es muy original ese cielo de la foto parece hecho con trocitos de algodón.
¿Verdad…? Quedó ese efecto sin buscarlo, al quitarle el colorido original.
Saben que me gustan mucho las leyendas. Y esta que nos compartes, me ha encantado.
Yo me lo he creído, y parecía estar siendo testigo de lo acontecido incluido escuchando los ruidos en la casa.
Ayyy Día de Difuntos, cuántas leyendas suma ya. Leyendas, costumbres, etc.
Particularmente, a mí me encantan.
Un abrazote grande, querido amigo.
Yo las disfruto tanto al escucharlas como al transcribirlas, amasándolas a mi aire pero sin variar el argumento original. Esta misma, narrada por la noche, es perfecta para una velada donde lo sobrenatural cobra protagonismo.
Otro abrazo para ti, Contadora.
Que me ha prendido de principio a fin el misterio de tu relato!
Lo sobrehumano ejerce una atracción entre morbosa y placentera, ¿verdad?
Me ha encantado reencontrar tus posts, tan interesantes siempre, Unamirada.
Un saludo afectuoso!
Y a mí tu regreso, que me trae gratísimos recuerdos del pasado en esta virtualidad donde tanta sustancia tenían tus Cosas nimias.
Saludables abrazos de bienvenida.
Bientôt la nuit de la Toussaint, une nuit magique …
Novembre a ses charmes, novembre a ses larmes.
C’est vrai. Novembre est le grand mois de l’automne, avec le souvenir des défunts et l’attrait des jours ocres…
Ah, Colette…
Bon week-end, Olivia.
Bon dimanche à vous aussi, mirada.