«La mirada de la yegua»: Archivo personal
“Mírala, ella, tan mimosa desde que nació…” Juaquín de [Casa] Foncillas juguetea con las crines de Caminera, a la que una tendinitis arrastrada desde comienzos de año le ha impedido participar, con sus compañeras de la yeguada de monte, en la excursión contratada por un grupo de navarros para visitar el entorno de la sierra de Sevil, aprovechando un domingo de lluvia arrinconada, en corta tregua, por el Sol. Junto a la valla, en un bol cubierto por un paño, las galletas de avena y zanahoria, las preferidas del animal, horneadas el día anterior por la veterinaria para celebrar los once años recién cumplidos por la hermosa yegua, que cabecea, ávida, con los ollares distendidos por los gratos aromas que advierte, reclamando sus golosinas con suaves resoplidos. “Juaquín, ¿puedo llevarme a Lizer de paseo hasta la ermita…?”, pregunta Jenabou. “Te lo ensillo y paseáis por aquí, que están con los tractores en los campos del camino y ya sabes lo nervioso que se pone con el ruido”. En la pardina de arriba, ladran, desaforados, los perros labradores de Carmelo, el pastor; responden, hoscos, los mastines del establo, con las señoriales cabezas encaradas a la lejanía dominada por el rebaño.
A las once y media, cuando los trabajadores del establo regresan a sus faenas tras el almuerzo, Juaquín y la veterinaria bajan al bar del Salón Social, donde Josefo, el camarero, discurre entre las mesas de la soleada terraza sirviendo pimientos rellenos de huevo y atún, raciones de ajoarriero, bravas y pulpo y tostas cubiertas de mermelada de olivas negras. “Hala, que mañana volverán los chaparrones y habrá que ponerse a cubierto”, advierte uno de los jugadores de guiñote. “Dos meses seguidos tendría que llover”, replica otro.
Lo único que me resulta familiar de todo eso, es que aquí también decimos Juaquín…
Fíjate que todavía no sé si se admite Juaquín lo mismo que Joaquín. Es curioso que de un nombre trisílabo con hiato, jo-a-quín, cambiemos a otro bisílabo y con diptongo, jua-quín. O, al menos, de esta última forma lo pronunciamos donde vivo.
Creo que Juaquín no está admitido, pero según el enlace que ha encontrado Emilio, parece que es muy antiguo lo de pronunciarse así y hasta escribirse.
En aragonés se admite el nombre Chuaquín como traducción de Joaquín, aunque tratándose este último de una palabra de origen hebreo simplemente se aragonizaron la pronunciacion y la escritura. En catalán, en cambio, se mantiene la raíz, Joaquim.
Con respecto a Joaquín o Juaquín he encontrado algo en la web geneanet.org.
En cuanto a las yeguas, he tratado mucho con ellas y sus respectivos potrillos y son muy agradecidas, hasta tal punto que cuando se las dejaba sueltas en el pinar y las iba a controlar una o dos veces por semana, bastaba con llamarlas por su nombre y si me oían acudían al trote a buscar entre mis manos alguna yerba que sabía que les encantaba.
He cenado hace un rato, pero no me importaría repetir con cualquiera de las raciones que está sirviendo Josefo.
Las yeguas, y también los caballos, son animales receptivos al lenguaje corporal humano, saben interpretarlo y captan un buen abanico de emociones y ellos mismos tienen una expresividad corporal y facial que nos sirve a las personas, a poco que nos fijemos, para entender sus necesidades. Seguro que las yeguas que dices te tenían tomada la medida y conocían tus rutinas casi mejor que tú.
El picoteo de media mañana siempre entra de maravilla; un poco de esto, otro poco de aquello y de lo de más allá y, al final, cuando llega la hora de la comida de verdad el apetito está más que saciado.
Qué bonito¡. Qué armonia se respira en ese pueblo, de gusto imáginarselo. Me ha encantado, por ser tan familiar para mí, esa frase de “Dos meses seguidos tendría que llover”. En mi pueblo el agua que llegaba del cielo siempre era bendita.
Salud.
Los momentos apacibles se llevan aquellos en los que se oresentan desencuentros, que también los hay. Y sí, en los pueblos, sobre todo, la cantinela del agua es la más escuchada en las conversaciones.
Salud.
Las generaciones son cada vez más mayoritariamente urbanas y entenderán a medias esa connivencia de los pueblos más pequeños en los que personas y animales se encuentran y se reconocen. Los urbanos pierden con ello, no es posible conocer bien el mundo y la vida con todas sus consecuencias sin haber experimentado esa connivencia. Tus relatos la reflejan muy bien.
Salud
A pesar de todo, sigue habiendo gente de ciudad que pasa el fin de semana en el pueblo, y, también, gente de pueblo que trabaja en la ciudad y va y viene. Son dos ritmos de vida diferentes, con sus ventajas y sus contras, pero en cuanto a la relación con los animales hay, en general, menos marrullería en la zona rural donde es raro que se pretenda humanizar a los animales, pero, en cambio, se les respeta lo que son y se les procura bienestar.
Salud.
La yegua de la fotografía es muy elegante, me gusta, dan ganas de acariciarla.
Es que tiene muy buen porte.
Qué bonita yegua! Y qué fotografía más bonita has hecho de ella, no solo en imagen, sino en lo que transmite.
Son animales nobles y muy sensibles. Yo no me canso de mirarlos cuando están en esa actitud relajada, me transmiten paz, tranquilidad, cercanía, me inspiran mucha ternura.
Gracias, Una Mirada.
Por traernos esa parte de cotidianidad rural que tantas cosas positivas me aportan, por lo que veo y por lo que me hacen imaginar-sentir.
Besos.
Los caballos son animales muy receptivos; algunos, incluso se utilizan en terapia porque ayudan a regular las emociones y generan estímulos relajantes. Son, además, tan expresivos que enseguida conquistan a cualquiera, y desprenden confianza, ¿verdad?, una vez que se pierde el temor a un mordisco o a una coz. Sirven de espejp de las intenciones de quien se acerca a ellos. Hacia ti irían enseguida porque leerían la positividad que desprendes.
Un abrazo.
A veces una sencilla historia, mezcla de armonía y tranquilidad hacen de lo cotidiano, lo normal. Yo también comparto que conocer la vida en el campo es un plus, especialmente con el entorno animal que difícilmente existe en la ciudad. He refrescado los posts de Caminera y de Lizer, visitando los enlaces. Solo me queda añadir que los pimientos rellenos de huevo y atún y las raciones de ajoarriero, me han subido la moral jajaja. Un abrazo.
Lo importante es que, en cualquier lugar, las personas seamos capaces de aprovechar lo que se nos ofrece adaptándonos al entorno. Pero es cierto que el mundo rural ofrece esa posibiidad de relación animal-humano ajena al concepto mascota que en una ciudad es poco probable; siempre digo que un gato o un perro pueblerinos cumplen con más objetividad su estatus de perro y gato que si estuvieran en un piso o en un chalé urbanos.
También los pimientos rellenos, con su rebozado crujiente, me rechiflan, jajaja… Pero lo que me apasiona es el ajoarriero, que es, siendo precisos, bacalao al ajoarriero aragonés, con ajico, cebolla, huevo, patatas y el sabroso bacalao mezclado con todo ello. Cualquier receta que lleve bacalao me hace salivar.
Otro abrazo.
Desconocía que se llama guiñote por allá. Veo que es parecido a la brisca, así que seguro me gusta.
Una variante rara por acá es el «tute cabrero», que tiene la particularidad de que para ganar hay que quedar en el medio, es decir: no ir ni a más ni a menos, tratar de quedar justo en la mitad de la puntuación.
Abrazotes
Reconozco no estar puesto en juegos de cartas y, aunque he jugado al guiñote y al póker, si he conseguido ganar alguna vez es por tener buenas cartas y no por mis habilidades. La brisca la conozco de oídas, pero el tute cabrero es la primera vez que leo sobre él.
Saludines.
[…] De las aparentes menudencias de una jornada festiva — Una mirada alrededor […]