«Con los mallos al fondo»: Archivo personal
En la ruta de la Galliguera, en pleno Reino de los Mallos, se halla la torre donde nació y vive Mariliena, profesora de música jubilada y directora, durante muchos años, de la rondalla que agrupaba a personas del Barrio y sus alrededores.
En un paraje donde los cerezos en flor brindan su belleza y su aroma y los caballones del huerto parecen trazados con regla, se levanta, construido con sillares, un edificio extenso de planta y media rodeado de un encalado paramento de mampostería cuya poca altura no opaca la visión del precioso jardín interior, con arriates de petunias coloridas, margaritas y kalanchoes y, en el centro, junto a un banco pétreo, un olivo de tronco grueso y retorcido que ya formaba parte del paisaje mucho tiempo antes de construirse la casa. A la izquierda de la puerta principal, sobre losetas de pizarra, una mesa circular de cristal templado y fuertes patas de hierro en cuyo centro está encajado un parasol abierto y, rodeándola, Mariliena y sus invitados dando cuenta de una fuente de apañadijo que acompaña a los bocados de albóndigas de ternera, boletus y foie, con exquisita salsa de cebolla, que la anfitriona ha preparado para agasajar a sus visitantes.
Pero, sin duda, lo más apreciado del lugar del convite es su panorámica, con los mallos, a lo lejos, imponiendo sus extraordinarias hechuras en la vieja sierra prepirenaica, en el mismo lugar donde asegura la leyenda que la Giganta Hilandera, rechazada por las gentes, clavó las inmensas moles rocosas para esconderse entre ellas y aislarse de los humanos que la malquerían. Allí sigue, dicen, hila que te hila, inclinándose alguna que otra vez hacia el río Gállego para mojar el peine que desenreda sus cabellos canosos y el lino con el que lleva cientos de años entreteniendo su obligada soledad.
El interior de la torre de Mariliena podría considerarse un museo etnográfico, con los antiguos aperos del campo, rutilantes, adosados a las paredes del patio; los rosetones con complicados dibujos de los que penden arañas de luz; las altas camas con sus escaleritas de madera y los lustrosos lavamanos dispuestos en los dormitorios, y, sobre todo, el oratorio que se abre a la derecha de la entrada, que los abuelos de la actual dueña de la casa mandaron construir para Carmen, su nuera y madre de Mariliena, unos meses antes de que ella naciera y en el que, dentro de una gran hornacina con trazas de cueva, se encuentra una talla policromada de la Virgen de la Liena con el Niño Jesús, con un pajarillo en una mano, sentado sobre sus rodillas.
Explica Mariliena que a Carmen, su madre, se le habían malogrado cuatro embarazos en los primeros ocho años de casada. Una de las mujeres de un pueblo vecino, que faenaba en la casa, le habló de una virgen milagrera, protectora de embarazos y alumbramientos, y aun de las cosechas, que, en tiempos remotos, había hecho su aparición en una cueva próxima a Murillo de Gállego, y de la que eran muy devotas las mujeres que buscaban ser madres.
Cuando Carmen, embarazada por quinta vez, comentó en familia los prodigios relacionados con aquella virgen, sus suegros no albergaron ninguna duda. Se hicieron con los servicios de un artesano imaginero que, tomando como modelo la talla antigua que presidía la ermita, hizo una réplica preciosa de la misma que se colocó en la concavidad preparada en el oratorio, del que únicamente la sacaron para transportarla a la habitación de Carmen, por expreso deseo de esta, en el momento del parto.
Recién nacida su hija y antes de cortarle el cordón umbilical, Carmen se volvió hacia la talla de la virgen y le dijo: “Se va a llamar como tú”. Y aquella recién nacida, a la que se dio el agua de socorro por lo que pudiera pasar, fue inscrita como María de la Liena, siendo, quizás, una de las primeras niñas del comienzo de la posguerra que recibió tan singular nombre —liena es un vocablo aragonés que significa losa—, que llevan, también, su hija y la mayor de sus nietas.
Ahora entiendo el nombre de Mariliena, que iniciaba este relato tan interesante. No soy yo muy de vírgenes pero si esta hizo su trabajo, manteniendo ese embarazo, entonces chapeau ¡¡ Recordaba tu entrada sobre los Mallos que era y sigue siendo un destino futurible cuando se pueda viajar. Puedo imaginarme la absoluta tranquilidad de una buena dormida en tan extraordinaria ubicación. Un abrazo.
Fíjate que yo creo que esta virgen no es sino una reconversión de las antiguas creencias precristianas en las llamadas piedras fecundantes, que eran lugares excavados en las rocas donde se introducían las mujeres para obtener energia fertilizante que ayudara al embarazo. La provincia de Huesca está llena de covachos artificiales que no tenían otro fundamento que ese. De hecho, en el medioevo las autoridades religiosas prohibieron esa costumbre por herética. Ah, los mallos, son una visión increible y merecen ser conocidos y visitados.
Cordialidades.
Me he quedado enamorada de la leyenda de la Giganta Hilandera, es triste pero preciosa.
Son impresionantes los mallos y tener una casa en ese lugar, tal como la describes, un privilegio.
Mariliena es mucho más bonito que María de la Losa. Mejor este nombre en su versión aragonesa.
Cuado era niño y miraba los mallos, creía ver el pelo de la Giganta, alborotado por el viento. Son tan bonitas las leyendas y más tratándose de esas moles…
Razón llevas: Ni punto de comparación entre el Liena aragonés y el Losa castellano.
Según iba leyendo y envidiando me imaginaba al fondo los Mallos de Riglos y la envidia ya se iba multiplicando.
Me ha gustado mucho la leyenda de la Gitana Hilandera. poética y preciosa. Un placer de relato.
Saludo.
Y eso que tú tienes la ventaja de conocerlos in situ y sabes que, bajo ellos, la impresión es mayor, aunque como mejor se aprecian es en la distancia. No sé si conoces los mallos de Agüero, que están enfrente de los de Riglos pero más escondidos. Son, también, una maravilla geológica que me tienen fascinado desde la niñez.
Salud.
La de veces que habré visto los Mallos… desde el Canfranero, nunca he estado en el pueblo, seguramente es la asignatura ya suspendida de un mañico demasiado viejo.
“Se va a llamar como tú” la de expresiones oídas y muchas olvidadas, que me retraen hace 60 años…
Quién sabe, Jubi, si cualquier día haces turismo por esa zona… Aunque desde el Canfranero se ven cerqueta, cerqueta, así que se puede decir que los conoces.
Sigues siendo el Emilio de Casa Chilón de Bailo y eso es positivo porque las raíces enlazan con un sinfín de experiencias.
Ya me impresionaron esos mallos cuando hablaste de ellos en otra ocasión y me recordaron esta zona de Granada, que no conozco más que por fotos y vídeos. El caso es que he estado muy cerca y he nadado en ese pantano que se ve, pero no he llegado a la parte de desierto.
En cuanto a los nombres, en los pueblos los hay muy curiosos, pues suelen tener de Patrona vírgenes con nombres de supuestas apariciones en distintos sitios. Y así he conocido una niña que se llamaba Jara y tuve contacto hace años con una Yedra.
Precioso el paisaje que se muestra en el video; los elementos actuando sobre la geología durante miles de años crean parajes donde la vista se embelesa. Los mallos son muy propios del valle del Ebro y los hay en abundancia, aunque solo algunos sean famosos.
El nombre Yedra lo he escuchado poco, en cambio el de Jara es muy común en Huesca porque hubo una ermita dedicada a la Nuestra Señora de Jara muy cerca de la ciudad; lo mismo ocurre con los nombres Salas y Cillas, que son raros fuera de aquí pero en Huesca son muy corrientes, porque cada tierra tiene nombres propios unidos a su historia.
Yo tampoco había oído el nombre de Yedra hasta que conocí a esa que digo y que me contó que la patrona de su pueblo era la Virgen de la Yedra, por la tradición de que se había aparecido en una planta de yedra. Como las que hay en un pueblo de aquí cerca que tienen por Patrona la Virgen del Espino…
A todas esas vírgenes locales se añaden actualmente los nombres de montañas, lagos que amplían la posibilidad de poner a las personas nombres propios poco convencionales que únicamente son comprendidos en los entornos donde existen esas denominaciones.
Curiosamente, a esa niña llamada Jara la conocí cuando teníamos un alcalde que se apellidaba así y se daba la coincidencia de que el padre de la niña trabajaba en el Ayuntamiento, por lo que todos pensábamos que le habían puesto ese nombre por el alcalde y tenían que estar explicando lo de la Patrona a todo el mundo para evitar bromas.
Iba a decir que no lo conocía como apellido, pero me he acordado de Víctor Jara… Muy fan del alcalde hubiera tenido que ser el hombre para ponerle a su hija, como nombre, el apellido de aquel.
Son muy bonitas las vistas. 😍
Preciosas.
Y entradas como a esta lo agarran a uno en un momento tan similar…
Si era niño elegía el nombre la madre, tocó niña y ahí clavé el nombre, aprovechando que fue producto del encierro de la cuarentena y de noche me quedaba mirando los astros
Abrazo con emoción
Celeste es un nombre precioso en el que hay mucho de ti mismo, oteador de las aturas y de lo que hay más allá de esa bóveda bajo la que se sucede la vida humana.
Estrenarse como padre es una experiencia única. Felicidades de nuevo.
Más abrazos para ti.