«Aroma a canela»: Archivo personal
Vagabundean los efluvios de los alhelíes alrededor de las mesas de la terraza del bar del Salón Social, entremezclándose con el aroma a canela de las torrijas que la atenta Olarieta, cocinera y regente del establecimiento, va repartiendo entre la clientela —autóctona y forastera— que disfruta del primer domingo de una primavera tímida y ventosa.
Las miradas de la familia de turistas —abuela, madre y un chiquillo de no más de tres años— se centran en Meterete, la cigüeña, que, despreocupada del deambular humano por la plaza, zascandilea bajo el emparrado del jardincillo de la Casa de Turismo Rural. “¿Vive aquí todo el año?”, pregunta la madre forana señalando al ave. “Oh, sí. Por aquí las cigüeñas se ven todo el año. En los nidos de la iglesia hay cuatro parejas viviendo, pero en los alrededores del pueblo hay algunas más. A esa la llamamos Meterete. Es la más vieja de todas”, le explica Olarieta.
Junto a la puerta de la Asociación de Cultura Popular, en cajas multicolores apiladas y colocadas a modo de estanterías, se exhiben los libros de la Biblioteca Infantil al Aire Libre que las criaturas interesadas ojean —respetando la norma de mantener las manos atrás—, solicitándole a Feli, la bibliotecaria de turno, el ejemplar que desean leer. “Feli, dame el de los dragones”. “Feli, que me llevo el libro a mi casa”. “Feli, no veo bien los libros que hay en la caja azul”. “Feli, ¿me atas la zapatilla?”. “Feli, échame más gel”…
Runrún de voces, risas y sonidos familiares. Ir y venir de bicicletas, un par de motos de pequeña cilindrada, pasos —muchos pasos—, algún coche que entra o sale del desvío a la Urbanización y, a lo lejos, los sones de la Charangueta Fara que ensaya sus popurrís en el frontón.
Me ha encantado toda la escena: torrijas, cigüeñas y esos niños eligiendo libros sin tocar. Una pena, con lo bien que se pasa manoseando. Y Feli, ¡qué paciencia!
Meterete es un nombre muy gracioso, ¿será un poco entrometida esa cigüeña?
A un año del inicio de la pandemia, la gente menuda tiene ya interiorizado cómo debe comportarse, pero, claro, siguen siendo criaturas que buscan el apoyo de las personas adultas y, en ese sentido, Feli sabe cómo actuar sin perder la sonrisa.
Meterete debe su nombre precisamente a lo entrometida que ha sido siempre. Es la única de las cigüeñas residentes que se pasea con sus andares tambaleantes por el interior del pueblo en busca de comida.
Tú relato es un popurrí de cosas que me gustan. Todas juntas ya forman un collage fantástico. Primero el ambientillo del Salón Social, las torrijas, las cigüeñas, los libros, la bibliotecaria, los niños… Imágenes de unión festiva para envidiar.
Salud.
La calle compone retablos que, sabiéndolos mirar, encandilan, sobre todo cuando el tiempo acompaña y reina un ambiente distendido.
Salud.
Perdóname Olarieta, pero hoy mas que libros busco un pequeña cena de ¿podrían ser dos tostadas?, ya que como no trabajo con poco alimento es suficiente, te prometo que mientras me las preparas iré tarareando el taratatá, taratatá, que reclama Óscar, el novio de Madalina.
¿Las cigüeñas, no las llego a ver, quizás por la mañana?…
Saludos
¿Y qué le digo que te ponga encima de las tostadas…? Porque imagino que no las querrás a palo seco. Tú pide que le paso la nota y te lo envía por Seur (con un tupper de trorrijas de regalo).
Abracicos, Jubi. Me encanta que mantengas intacto ese sentido del humor.
Desgraciadamente mi sentido del humor solamente queda en los blogs y no siempre. Físicamente mi estado actual es el equivalente al 80 % menos de la anterior fuerza física, he perdido mucha masa muscular y mi estado anímico está por los suelos.
Sinceramente no se si llegaré a recuperarme.
Sé que no estás bien pero también sé que estás luchando para salir de ese bache. Y lolograrás, Jubi. No han sido buenos tiempos para mantener la moral al alza y solo nos queda acompañarnos unas personas a otras, cogernos de la mano y tirar hacia adelante aunque sea despacito.
Saldremos, Jubi. Renqueantes pero saldremos.
Un abrazo vitamínico y ya sabes que me tienes acompañándote en esta virtualidad, como tantas personas que te conocen y aprecian.
Creo que a todos tus lectores nos gustan las torrijas, las cigüeñas y las bibliotecas pensadas para los más pequeños. A menudo la vida se compone de pequeñas circunstancias que unidas dan más sentido del que se piensa. Lo de Meterete es un puntazo. ¿Una cigüeña vecina? o ¿una vecina cigüeña? Me encanta. Y en fin, que decir de las torrijas… Un abrazo
La vida cotidiana, aun con esta anormalidad impuesta, sigue ofertándonos sus momentos de disfrute y distensión; los mejores paraísos están siempre al lado, poblados de seres cuya contemplación hace asomar una sonrisa.
Cordialidades.
Mmmm quien las pillara….recuerdos de la infancia,que buenas las de mi madre!!!(que son los sabores a los que me llevan),igual que esa biblioteca al aire libre me recuerda los raticos en la casita de Blancanieves,con mis hermanas ,amiguit@s del vecindario
Me gusta leerte,casi siempre me llevas a algún recuerdo grato
Salud
Es cierto que hay sabores que nos transportan a la niñez. Las torrijas… y las frutas sartén con sabor a anís… Casi se puede tocar esa niñez feliz y despreocupada con las yemas de los dedos y volver a sentarse en aquellas sillitas de colorines de la Casita.
Salud.
Jeje, con la foto de las torrijas ya captaste toda mi atención. Iba avanzando por tu relato con ese sabor en la boca!
Todo se ve tan idílico, verdad? Es que al final los barrios y sus gentes, sus costumbres, su día a día, son la sal de la vida.
Como esos niños delante de los libros, o la paciencia y buen hacer de Feli, la estampa de turistas preguntando, las cigüeñas y la historia del nombre elegido, etc, etc, etc.
Me voy para allá, ¿hay hueco para mi? 🙂
Gracias por esta marea de agradables sensaciones, Una mirada.
Besos.
Son tan deliciosas las torrijas que, solo nombrándolas, se llena la boca de su sabor. Alguna vez ya hemos comentado que los parajes idílicos no hay que buscarlos lejos sino allá donde uno habita. Pasear la mirada por el entorno inmediato tiene muchos alicientes porque se van descubriendo esas cositas simples que forman parte de lo cotidiano.
Ya sabes que hueco tienes siempre.
Más besos.
¡Ay, las torrijas!… Ha cerrado la tienda donde las compraba… Esta pandemia acaba con todo.
Anímate, pues, y hazlas tú misma. Seguro que te saben mejor que las compradas.
Uff… No me meto yo en ese lío. Bastante he tenido con hacer hoy natillas para los hijos de un amigo.
Jajajajaja… Y qué bien sabe todo cuando lo cocina otra persona. Yo me apuntaba hasta a tus natillas con tal de no ponerme en faena.
Buena escena, bien armada de personajes variopintos.
¡Con razón la cigüeña no quiere aparecer por acá! Se ve que está muy entretenida por esas tierras… ya intuirás por qué te lo digo.
En estos días tendría que andar por aquí.
Abrazos
No sé si las cigüeñas americanas han cambiado también su hábitos migratorios como las de esta zona, que residen permanentemente en sus nidos de origen y se han habituado a los rigores del invierno.
Cordialidades.