«Fertilidad»: Archivo personal
En la suave ladera donde asoman los muñones grisáceos de las raíces de los robles marcescentes que ribetean la cortada del río, se observan algunas setas aisladas y tempranas que emergen de entre el herbazal saludando al Otoño recién aposentado en la sierra, a apenas cien metros de donde Celsa y Brita, las dos cerdas truferas, ejercitan sus habilidades olfativas bajo la supervisión de Pablo e Izan. “¿Ya habéis empezado con las trufas?”, pregunta uno de los andarines. “No, no. Solo desentumecemos. Estas bichas llevan muy mal la inactividad”.
Suena el río arengando a las piedras erosionadas que se apelotonan, enmohecidas, en la margen izquierda, cerca de los matorrales de la umbría, todavía con restos de la helada nocturna en las inmutables hojuelas de bordes dentados.
Nueve kilómetros hacia el norte, en el luminoso solanar, se tienden los andarines sobre la hierba áspera de tallos vencidos y secos. Callan y haraganean —los cuerpos desmadejados— dedicándose sonrisas bobaliconas y aspirando la mezcolanza de efluvios —algunos incognoscibles— que impregnan el oxígeno. Reposan, junto a las formas humanas derrengadas, las mochilas livianas, con los botellines de agua, los sándwiches, las piezas de fruta y los portamascarillas desaparramados.
Sobre el pecho de la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio se bambolea Patricia Highsmith, ofreciéndole al Sol, desde la contraportada de Los cadáveres exquisitos, su rostro amustiado.
Detiene el tiempo Cronos en estos silvestres Campos Elíseos donde humildes criaturas mortales amasan ensueños sabatinos.
Pidió la mano de su novia y al día siguiente la recibió en una caja. Seguramente, la frase no era exactamente así, pero esa era la idea que subyacía en el comienzo del cuento. La Highsmith me gusta, pero hay que entrar en su juego.
Por otro lado, guárdame un par de trufas.
El cuento al que te refieres forma parte de los «Pequeños cuentos misóginos«, crueles y mordaces, en la línea acostumbrada de la escritora, que a tantas situaciones retorcidas dio vida.
Y cuánta exquisitez imprime una porción menuda de trufa rallada o laminada a cualquier plato…
Veo a los andarines tumbados en la ladera de una montaña . Qué placer y qué añoranza en este tiempo tan feo. Y qué envidia de la veterinaria leyendo a P. Highsmith al sol rodeada de los colores del otoño. Es fácil imaginarlo tal como lo cuentas. Me ha encantado. Salud.
Ya sabes que incluso con el tiempo feo, la montaña tiene ubicaciones que los rayos de Sol se afanan por calentar y es una gozada sentir esa calidez, que amodorra, en el rostro.
Salud.
Detener el tiempo en los Campos Elíseos, allá donde tu relato me ha llevado.
Me quedo con el sonido del agua del río, qué paz….Y esas trufas, qué ricas estarían en un plato del lugar.
Nunca he leído a esta autora, sólo conozco (y por el cine) la serie de Mr. Ripley. Siempre he tenido la impresión de que no me iban a gustar sus libros.
Un beso, Una mirada…
Paz y cierta despreocupación momentánea en este paisaje que los viejos dioses elegirían para su resposo…
Highsmith no fue una escritora de novela negra al uso. «Escribo sobre los efectos de la culpa«, decía, y esa proyección es la que se refleja en sus novelas, en las que crea personajes anodinos, de vidas aparentemente triviales pero con un mundo interior complicado y explosivo, en permanente conflicto consigo mismos, un poco como la propia autora.
Otro beso para ti.
Esos boletus son una invitación a cortarlos y llevarlos a la cocina. No soy buscador de setas en el campo, compro de las de ostra y me gustan mucho de cualquier especie cocinadas solas o como acompañamiento. Las trufas me llaman menos porque no tengo costumbre de cocinar con ellas.
Un saludo.
JBernal
Imagínate un risotto con boletus edulis… Delicioso, ¿verdad…? Añádele unas virutillas de trufa y ese delicioso risotto sube de nivel; la trufa magnifica su sabor por todo lo alto. Lo único malo de las trufas es el precio; sobre todo si es negra.
Saludos.
Tengo idea de haber leído algo de Patricia Highsmith en la época que le cogía a mi madre sus novelas policíacas, pero hace tanto tiempo de eso que no me acuerdo. Lo que sí recuerdo es la pelicula de Hitchcock basada en su obra.
Excelente la versión de Hitchcock de Extraños en un tren, que honra la novela de Highsmith. A esta escritora le han adaptado muchas de sus novelas y relatos cortos porque sus tramas son, casi siempre, magistrales. Siempre que se la relee se aprecian detalles que pasaron desapercibidos en una primera lectura.
Te confieso que he leído el texto varias veces antes de comentarte y en cada una de ellas, he visto con más claridad la realidad de tus descripciones. No le vendría nada mal a mi ánimo, tumbarme en ese solanar y ya puestos leer hasta que el sol me avisara de que se marcha. Un abrazo.
La realidad suele ser más simple que todas las palabras que se utilizan para describirla. A veces únicamente se trata de desvestirse de las preocupaciones cotidianas para sumergirse en esos instantes de alivio mental que reconfortan por dentro y por fuera.
Otro abrazo.
Veo que estáis montados en la gastronomía exquisita… Yo no he tenido nunca ocasión de probar las trufas y no las he visto más que en fotos.
Bueno, es que además de formar parte de la gastronomía exquisita, la trufa es rica en vitamina B y minerales. Es, simplemente, un hongo, pero necesita unas condiciones muy especiales de clima y suelo y eso la hace más preciada.
Volvieron las cerdas truferas!
No leí a Patricia Highsmith, pero siguiendo el enlace que nos dejaste, noto que vi alguna de las películas que han interpretado de su serie Mr. Ripley
Abrazotes!
Siempre regresan en Otoño las simpáticas cerditas…
Highsmith ha sido una novelista muy cinematografiada; el Ripley de Delon es memorable. Te confieso que no son las protagonizadas por Ripley las novelas que más me gustan.
Saludines cordiales.
[…] Campos Elíseos — Una mirada alrededor […]