«Calma»: Archivo personal
De vez en cuando, se presenta María Blanca, la vecina, con algún guiso. “Como siempre hago de más y este hombre me come muy poco…”, explica. El hombre en cuestión es su marido, el señor Paco, tan taciturno como su mujer expresiva, del que la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio no recuerda haberle escuchado más de media docena de palabras desde que se arregló con él para alquilar la casa y el terreno adyacente. Se lo decía Emil entonces: “Con Paco no tendrás ningún problema aunque prendas fuego a la casa, pero cuídate de la lengua de María Blanca”. Y lo cierto es que la mujer no anda escasa de generosidad verbal, de tal manera que, cuando a alguien le interesa que algo se sepa desde el Camino del Cementerio hasta el ruinoso ventorrillo de la carretera vieja, solo tiene que susurrárselo, como si de un gran secreto se tratara, a María Blanca y ya se encarga ella de que corra la voz; buena es. Pero esa afición al chismorreo desmedido no hace sombra a otras habilidades que posee y que comparte con idéntico desprendimiento. Porque lo mismo que narra, al detalle, la última bronca entre la de la Casa de Turismo Rural y el vivalavirgen (sic) del marido —“que está enredado con la rumana que limpia en el bar del Salón Social, por si no lo sabías”—, prepara una cazuela de albóndigas de bacalao, “que sé que os gustan”, para surtir a dos o tres casas, o cose una réplica de una espectacular colcha de patchwork para regalársela a una visita que elogió el color y las texturas de la que luce en la alcoba matrimonial. O, tras un “estas plantas las tienes pachuchas”, se pasa media mañana en jardín ajeno, trajinando en las macetas, trasplantando y renovando el sustrato —todo ello sin dejar de parlotear— hasta que, tras componer el paisajismo a su gusto, se acuerda de que tiene casa propia y un marido achacoso al que dejó limpiando judías verdes o rotulando tarros de mermeladas caseras en la mesa de la cocina, sin más compañía que Melitón, el canario.
Has pintado a pinceladas gruesas el guión de una comedia dramática. El papel de Paco hay que dejárselo al mejor actor que consigamos, no va a tener mucha participación, pero de seguro van a ser apariciones estupendas
Abrazos!
La seguimos
Ocúpate, pues, del casting. El actor que haga del señor Paco, aunque no haya de memorizar mucho, habrá de ensayar diferentes movimientos de cabeza y entrecejo, de los que el callado Paco es un experto.
Más abrazos.
Me ha encantado. Y yo que soy tan de pueblo, este relato solo puede acontecer en un pueblo. Magnífico. Buena tarde.
Ay, los pueblos… Tan denostados, a veces, y la miga que se puede sacar de ellos…
A disfrutar del fin de semana.
Interesante historia, ¡con lo poco que me gustan a mi los chismorreos! hasta tal punto que prefiero no escucharlos, ya que un tanto por cierto muy elevado, solamente una pequeña parte puede ser verdad, el resto es añadido al pasar de boca en boca.
Hay quienes, entre sus ocupaciones habituales, ejercen de chismosos y chismosas con entrega total a la causa, y no siempre resulta fácil cerrar los oídos a esas chácharas insustanciales que, en ocasiones, llevan su dosis malévola.
En se Barrio no hay lugar para el aburrimiento…
En el pueblo hay que sacarle el mejor partido a todo para amenizar los días.
Pues seguro que ahora están más entretenidos que yo encerrada en mi piso.
Pero ahora, con prudencia, puedes y dar algún pequeño paseo y testar el ambiente, aunque sigan siendo malos tiempos para socializar in situ.
Con lo bien que estaríamos las plantas y yo ahora allí….
Gracioso relato
En el paraíso, estarías. Lo sabes bien porque lo has vivido…
No sabes cómo me alegra que te hayas animado a entrar.
¡Gracias!
Lo has clavao
Gracias, maja. Un placer saber de ti.
Real como la vida misma. Me parece estar allí, viéndolos en vivo y en directo. Es cierto eso de que los extremos se atraen.
Se atraen y, además, se complementan.
¡Qué sería de los Barrios sin gente como María Blanca!
Que un día vociferas estar harto/a de su lengua y chismorreos, y otro día cuando no se deja ver la echas mucho en falta.
Todos tenemos defectos, pero esta señora también tiene un puñado de virtudes, como todos.
Me gustó mucho leer esta entrada, y verla, porque se hace fácil ponerle cara y escenario a todo.
Un abrazo, Una mirada….y gracias por estos retales de feliz cotidianidad, que son la sal de la vida, de los pueblos y de su gente.
La vida cotidiana está plagada de situaciones que se asumen como vienen y que resultan más cómicas que tensas y, aunque no siempre sean oportunas, hay que afrontarlas con el mejor humor, sin darles demasiada importancia y aprendiendo a valorar a las personas en su conjunto, no solo en aquellas facetas que no nos agradan.
Un abrazo.