«De asueto»: Archivo personal
Mientras los debutantes The Luperzios se afanan, con desastrosos resultados, en amenizar con su música desacompasada el tramo vespertino de la fiesta del camping, la mayoría de los asistentes forman corrillos convenientemente alejados de los bafles, hurgan en el puesto de venta de camisetas, carteles y libros —agotándose los siete ejemplares expuestos de Altasu. El Caso Alsasua— o se instalan, con sus bebidas, en los bancos del porche cubierto que se halla al lado de la casilla de recepción. Solamente mam’zelle Valvanera —“Los pobrecicos tocan de pena, pero bien hay que darles una oportunidad”, comenta— y Agnès Hummel, sentadas las dos en sendas sillas de plástico junto a tres o cuatro niños bailones, parecen atender a los cinco músicos adolescentes que desgranan y destrozan a Kortatu, Subterranean Kids, Eskorbuto, Barricada y La Polla, construyendo unos acordes tan irreconocibles que únicamente se sabe a qué históricos del punk, rock y hardcore remedan porque así lo dice el cartel anunciador de la entrada.
La melé ácrata comenzó pasadas las dos y media de la tarde del sábado, con el menú vegetariano elaborado por Mª Ríos, chef oficiosa del gastropub Mia-te tú, cuyos responsables son, también, los encargados del camping (abierto de abril a octubre), centro de actividades senderistas y barranquismo.
Ensalada de tomate rosa con olivas negras y tostada con queso de cabra, risotto de boletus y marcaspone, pimientos del piquillo rellenos de pisto y carne de soja y, de postre, tartaleta de frutas con helado; agua de Veri, vino del Somontano, pan, café o infusión. A 15 euros por persona; con degustación libre de cerveza, pacharán y anís de Colungo, todas bebidas de factura casera.
Parece que, en esta fiesta, la comida estuvo mejor que la música…
Afortunadamente; porque si la manduca y la música hubieran estado al nivel de la última…
Tenemos en Broto, pienso que es un veraneante, un «flautista» que va tocando su gaita, dulzaina o lo que sea por todos los caminos. De donde procede se lo tienen que tener prohibido, aquí es tan «bueno» que hasta las nubes se aterran al oírlo saliendo despavoridas y nos deja secos la mayoría de veranos.
Vamos, que a este tampoco lo bendijo la diosa Euterpe.
Con cada plato se me ponen los dientes largos. No me hubiera importado soportar la mala música a cambio de la comida. Me ha encantado.
Un abrazo, Mirada.
Con la buena mano culinaria que tú tienes te cocinas cualquiera de esos platos en un pispás. Ya contarás.
Otro abrazo.
Vamos, que algunos pagarían pero para «no oírlos»,
Me ha gustado este paseo musical, que me ha ido llevando por ídolos que nunca conocí y que recién ahora descubro.
Pero más me ha gustado los corrillos en torno a la suculenta comida, entre comentario y comentario musical.
Muy apetecible la narración, de principio a fin.
Digamos que son grupos de una música muy concreta que, aun desaparecidos o desperdigados, siguen teniendo quien los escuche en determinados circuitos, pese a los malos imtadores.
Siempre quedan los discos y saborear una exquisita comida para olvidar a los bisoños Luperzios.
Desconocía el caso Alsasua.
Todas esas bandas de punk que mencionas tienen un sorprendente éxito entre los seguidores argentinos. Tengo algunos amigos que los han escuchado de punta a punta y los siguen cada vez que alguno de sus integrantes cruzan el charco.
En esas comidas se denota el verano que permite abrir las puertas de esos campings
Abrazo!
Lo sucedido en Alsasua refrenda el significado de lo que, por absurdo, ha derivado en kafkiano o cómo una reyerta termina catalogada, en primera instancia, como delito de terrorismo.
La mayoría de esos grupos de punkrock sólo sobreviven en el recuerdo, así que un punto más por esos argentinos que no los han olvidado.
…y, poco a poco, tu invierno y mi verano avanzan hacia la siguiente estación.
¡¡Otro abrazo!!
No creo que estuviese dispuesto a soportar música mal tocada ni con la tentación de una buena comilona en el horizonte, pero hay gente para todo. Supongo que la reyerta de Alsasua nos la han mostrado de la forma sesgada habitual, con medias verdades. Yo en estos casos me atengo a lo que he vivido cuando he visitado el País Vasco. Mis ojos no me engañan, y no me gustaría vivir en un pueblo pequeño en el que hay una hucha en el bar con un señor al lado tomando nota de quién aporta y quién no.
Si los hechos de Alsasua hubieran sucedido en Aragón, Andalucía o Madrid, apenas ocuparían unas líneas en los medios y la Audiencia Nacional no habría metido baza. Pero se desarrolló en Navarra, y unos y otros, cual hambrienta jauría, se lanzaron a sacar tajada mediática, política y judicial.