«Aire»: Archivo personal
Bajan hasta la poza por el solaniello[*] mientras el Sol matinal despereza sus candentes ballestas luminosas. Van en serpenteante fila, con los ojos entretenidos ora en el pronunciado desnivel arcilloso, ora en el arbolado de ribera que oculta el suave y umbrío meandro del río. Desde mitad de la pendiente ya se escuchan las voces y risas de los bañistas más madrugadores que, minutos antes, han saltado la coqueta valla protectora de madera y atajado, como ahora ellas, por el abrupto terraplén que convierte, a quienes por él se aventuran cargados con las bolsas de playa, en contumaces transgresores e imprudentes equilibristas en la casi vertical ladera.
Hace algunos años, cuando todavía no se había colocado el vallado, ese mismo terraplén lo remontaba Talito —único hijo de Presen, la del Invernadero—, cabalgando la Honda que le habían regalado sus padres por aprobar la Selectividad y vitoreado por algunas de las que hoy descienden, a pie, por el mismo declive para llegar hasta la poza. Presen se angustiaba cuando veía a su hijo caracolear por cualquier montículo en los aledaños del Barrio con aquella elegante moto azul y plata: “Este hijo se me mata cualquier día”, decía. Pero no fue el motocross sino una leucemia diagnosticada demasiado tarde la que frustró el futuro de Talito recién cumplidos los diecinueve años.
A media mañana arde bajo los pies desnudos la lustrosa laja que los bañistas utilizan como trampolín y las tupidas copas de los árboles apenas contienen el implacable avance del Sol que destella y agujerea la espesura en pos de los cuerpos húmedos que retozan y se distienden, prófugos de la quemazón, a la orilla del río.
NOTA
[*] En aragonés, ladera orientada al sur.
El otro día, me confesaba una amiga que no sabe nadar y yo le dije: ¿Como es que habiéndote criado en un pueblo, no te bañabas en la poza de algún río? Porque lo que los de ciudad hemos hecho pagando en las piscinas, en los pueblos se hace gratis y hasta es mucho más agradable.
Antes solía ser como dices, pero hoy en día los niños y niñas de los pueblos aprenden a nadar en los cursillos de natación de las piscinas municipales.
Pues que desilusión, porque no es lo mismo ni de lejos.
No, no es lo mismo, pero es más cómodo y menos peligroso.
Pobre muchacho, en lugar de estozolarse como su madre Presen había pronosticado, una enfermedad impensable se lo llevó por delante.
En cuanto a lo que comenta Senior citizen, yo aprendí a nadar en una piscina municipal, pero por mi mismo. Después de una limpieza general de la piscina, la empezaron a llenar y aunque teníamos prohibido bañarnos hasta que no estuviera llena, los jovencitos nos pusimos de acuerdo para entrar todos a la vez y bañarnos, yo lo hacía de pie y chapoteando en el agua, hasta que de repente me doy cuenta de que, al ir subiendo el nivel del agua, ya no hacía pie, tras el susto correspondiente, observo que puedo mantenerme en el agua y se me quitó el miedo para siempre.
Yo hubiera supuesto que que tus primeras brazadas las diste en el río; me equivoqué. Los rituales de iniciación acuática, cuando no media un cursillo, tienen algo de aventurero en esa lucha para mantenerse a flote, venciendo el miedo natural y tomando consciencia de cómo, poco a poco, el cuerpo va liberándose de la fuerza invisible que pugna por retenerlo en el fondo para deslizarse, ágil, por la superficie.
No había escuchado nunca la palabra solaniello, es bonita. Me has transportado por esa ladera huyendo de la ola de calor y me has hecho recordar mis baños en el río, más divertidos que los de la piscina. No quiero ni pensar en la amargura que le habrá quedado a esa madre aunque hayan pasado muchos años de la muerte de su hijo.
Un abrazo, amigo.
El entorno de un río siempre tiene más alicientes que el asfalto y el césped de una piscina pero todo depende del gusto de cada cual y de las posibilidades que tenga de acudir a uno o a otra.
La pérdida de un hijo es una experiencia tan perturbadora que el tiempo nunca borra.
Otro abrazo.
Se nota que el verano se asentó con todo su sol por allá.
Acá andamos con temperaturas cercanas a cero. Difícil para usar las lajas como trampolín, difícil ver un bañista.
Buen texto. Me gusta que aclares palabras en aragonés.
Abrazo!
En las últimas semanas de junio las temperaturas no bajaron de los 40º, fenómeno nada habitual en ese mes, así que envidio no sólo esos grados bajos de Buenos Aires sino el paisaje helado de la Antártida.
Las palabras del vocabulario aragonés no queda más remedio que traducirlas porque, salvo Un Jubilado y Pili , el resto de comentaristas procede de lugares donde no se usan.
Otro abrazo.
Siguiendo tu relato es fácil imaginar la escena, que en cierto modo me recuerda El Jarama. Yo aprendí a nadar en el mar y en los lagos suizos me voy al fondo como una piedra por la pureza del agua. Lástima que ese muchacho muriese tan joven, apenas le dio tiempo a disfrutar de la moto.
Inmenso Sánchez Ferlosio en esa historia suya de tiempo reducido pero con extraordinaria profundidad… Los ríos tienen una atracción mágica, no en vano, cerca de ellos se agrupan los seres humanos para vivir.
gracias .
He leido tus escritos y contimuo disfrutando de ellos..
A veces ese recorrido me traslada bastante lejos … a mis ancestros
Gracias a ti por acercarte y comentar. Un placer.