«La picaraza en el cañizal»: Archivo personal
Ronda Bruja, la picaraza, los establos de la yeguada donde comparece, engreída y soberana, cuando Juaquín de [Casa] Foncillas, su valedor, trajina entre los equinos. Acude el ave, chillona y de vuelo desacompasado, al cobijo del hombre que, cinco años atrás, la recogiera, de polluelo, de un nido destrozado y la criara en el granero de las pacas de forraje y paja, donde un jaulón sin puerta le sigue sirviendo de acomodo a su capricho. Bruja es lista, provocadora y con unas dosis de mala sombra que parecen imposibles en un animal de cerebro tan diminuto. Mayoral, el mastín viejo, que la tiene calada, intenta mantenerla alejada de lo que él considera sus dominios, lanzándole secos ladridos a los que ella responde con gritos que semejan carcajadas, ora desde el techado, ora desde la valla o del bamboleante jaulón. Cuando la presencia de Juaquín contiene el instinto del inmenso y normalmente apacible Mayoral, Bruja abandona las alturas y brinca en el suelo, sabedora de que el hombre cercenará cualquier iniciativa agresiva de Mayoral o de los otros dos canes que celan la yeguada. El hombre la mima, le da de su propia mano trocitos de hígado de pollo mezclados con arroz y galletas y ella, ladina y zalamera, cuando ya ha dado cuenta del contenido depositado en la mano, le grita, con inteligible pronunciación que asombra a cualquiera que la escucha —salvo al propio Juaquín, que se pasó horas y más horas enseñándole—: «¡Bruuuuja! ¡Bruuuuja!«. Y se aleja volando hacia donde pulula el grupo de picarazas con las que hace migas. O se posa, ufana, en el cañizal de A zequieta, desde donde avista y controla el ir y venir de animales y humanos.
Qué bien sabes atraparnos con estas historias tuyas.
Así, como quien no quiere la cosa, resulta que pareciera ser yo la que estaba allí junto a Juaquín viendo la escena, en mi caso sin quitarle ojo a la picaraza Bruja.
Mira que es zalamera, sí, y simpática y muy lista.
Un placer leerte, una mirada, como siempre….
Y un hurra por los jaulones sin puertas!
Las urracas (picarazas) son muy,muy listas; son capaces de repetir sonidos formando palabras, claro que sin comprenderlas y, aunque mantienen cierta distancia con los seres humanos, saben reconocer a quien las alimenta -y más si, como a Bruja, la han criado manos humanas recién salida del huevo-. Pero también tienen ese punto de maldad, si puede llamarse así, en muchas ocasiones. Bruja, por ejemplo, se «apañó» un nido dentro del jaulón utilizando lana de oveja y el pelo que le arrancaba a picotazos a un gato persa, al que suele plantar cara (o, mejor, pico) en cuanto lo ve. En fin…animalicos.
Un placer, también, tener una lectora tan generosa.
(Soy Nélida- FaerieGlen)
Quizás deberías poner tus datos manualmente en el cajetín dado que, por razones que se me escapan y me es imposible corregir, wordpress no te reconoce de manera automática.
Ya lo siento.
Para mí, estas historias tuyas son como relatos, ya que desconozco totalmente lo que es la vida en un pueblo, que tú describes tan bien.
Un pueblo pequeño es como una de esas diminutas barriadas donde las familias viven años y años en la misma localización y cada vecino o vecina conoce la vida y milagros del resto. En un pueblecito nadie pasa desapercibido -para lo bueno y para lo malo- y las personas mayores que viven solas siempre cuentan con vecinas y vecinos que están pendientes; lo mismo que las niñas y niños que juegan en la calle, que siempre hay muchos ojos observando. Como en cualquier vecindario, también hay rencillas e incluso rencores heredados. Son como ciudades pequeñitas rodeadas de campos de los que ya no se puede vivir exclusivamente, de ahí que mucha gente resida en el pueblo pero trabaje en la ciudad.
Lo malo es cuando todos los vecinos de esos pueblos pequeños trabajan en la ciudad y el pueblo se convierte en solo dormitorio, perdiendo esa vida que tú nos cuentas. Si a esto le añades que van a vivir allí personas de ciudad, que nunca han vivido en el campo ni tienen nada que ver con él, el carácter de pueblo-dormitorio aumenta y puedes recorrerlos un día de trabajo a media mañana sin ver una puerta abierta ni cruzarte con una sola persona.
Que haya personas de un pueblo que se trasladen a trabajar a una localidad más grande no perjudica la socialización; el pueblo nunca está vacío y cuenta con el mayor tesoro que un pueblo pequeño pueda poseer: una escuela -aunque sólo sea de una, dos o tres aulas-. Y se suceden los talleres y las actividades en las tardes-noches donde hay una buena participación. Es un estilo de vida que comprenden muy bien quienes optan por un lugar pequeño que, en ningun caso, se halla aislado pero que posee otros alicientes.
Las picarazas, pegas, o urracas, son listísimas las puñeteras.En la terraza de la cocina, que está protegida de la vista por una celosía de cemento, algo similar a esto que cubre toda la galería para evitar que la ropa tendida se vea desde fuera, poníamos embutidos a secar, otras veces postres para que se enfriaran dejándolos por la noche… pero una picaraza, se conoce que al olor aprendió a entrar y nos encontrábamos, con el alimento picoteado, incluso en nuestras propias narices la veíamos que entraba a buscar alimento fácil, hasta que un día me entretuve en estar unas tres horas en la cocina, y cada vez que la veía salía disparado haciendo ruido, incluso una de las veces casi la llego a golpear, de momento no han vuelto a entrar ninguna, bien es verdad que ya no nos fiamos y no dejamos nada allí.
Pues eso, que mejor no os fiéis, que son muy «lagartonas» y se las saben todas. Una señora que vive en Huesca, en una casa de planta baja, contaba que se le instalaron un par de picarazas en el jardín y solía dejarles alimento y un bol con agua. Una mañana, recién levantada la señora, empezó a escuchar a su marido roncar en el jardín y salió la señora a ver qué pasaba… Y resulta que la de los ronquidos era una de las picarazas, que al faltarle la habitual ración de comida, estaba llamando la atención de los habitantes de la casa imitando los ruidos que el marido de la señora hacía al dormir.
Hermoso que las urracas tengan nombre propio en tu historia.
Pues parece que son muy listas, sí sí
Abrazo!
Ésta tiene su nombre porque es semidoméstica, aunque no sea el tipo de ave, con toda su listeza, que la gente se apresure a llevar a su casa. Las urracas no son pájaros muy estimados.
Otro abrazo.
En parques y jardines de Zaragoza se ven muchas picarazas desde hace pocos años y son tan pesadas como las palomas. No sabía que fueran capaces de aprender a hablar, sí que les atraen los objetos brillantes. No es un ave que me gustaría como mascota.
Un abrazo y buen domingo.
No, no son muy apreciadas como mascotas. Y llevas razón, han colonizado las zonas verdes urbanitas y, como son carroñeras cuando se tercia, no tienen problema a la hora de agenciarse el alimento; además, ocupan los espacios donde habitan los gorriones, a los que incordian de la peor manera.
Feliz semana ya veraniega y…¡que vivan los gorriones ciudadanos!
Es como estar allí y ver la escena desde primera fila. Puede que el cerebro de estas aves no sea muy grande, pero son muy listas.
…y lo que abundan en cualquier paraje con acceso a alimento y agua.