«A zequieta»: Archivo personal
Las útimas borrajas, lechugas y verduras tardanas de la temporada, a la derecha. En el centro, henchidos calabacines y níveas cebollas babosas. Detrás, hacia la izquierda, creciendo todavía, patatas, judías, tomates, pimientos, berenjenas, melones, sandías…
Asoman, al fondo, las primeras matas del tradicional plantío de albahaca junto a dos zonas rectangulares y despejadas que pronto acogerán la siguiente tanda de moradores vegetales. Y rodeándolo todo, en jugoso cercado, dos cerezos, tres manzanos, dos albergeros, una higuera y dos olivos más que centenarios recién trasplantados.
Acarician el Sol, el agua y las manos entusiastas la tierra bendecida con la vida.
A medio kilómetro de la pendiente del basón [*] y con la primera sección paralela al azud del río, discurre la acequia de Fontolla —familiarmente llamada A zequieta— que, “de toda la vida”, en palabras de la gente mayor, ha regado los huertos de la zona baja del Barrio. El primitivo canal de riego aparece ya con ese nombre, a zequieta Fontolla, en la documentación que, sobre una disputa por lindes allá por el siglo XVIII, se conserva en el Ayuntamiento. Modernizada y ensanchada la estructura, A zequieta conserva la mayor parte de su antiguo curso y sus brazales, con todas las boqueras —salvo las dos que sirven de aliviadero— controladas por un ordenador —que también regula el aforo hídrico para mantener la cota-caudal requerida en cada tramo— instalado en la denominada Caseta del Agua y alimentado por energía fotovoltaica.
NOTA
[*] En aragonés, balsa, charca.
Hemos llegado ha esa estación del año en que la tierra y sus aliados, el sol, al agua, el aire y el hombre nos ofrecen los mejores sabores. Qué delicia de: nectarinas, alberges, melocotón, calabacín, pimiento etc. Sin esta conjunción de elementos nada sería posible. Que el hombre cuide la tierra y esta siempre le responderá con sus mejores frutos.
Salud.
Cierto. La tierra, mimada, mima a su vez aquello que se sustenta en ella y recompensa, con creces, las jornadas laboriosas que se le dedican. Los huertos, llenos de exquisiteces, son la mejor prueba.
Salud y felices asuetos veraniegos.
¡Qué bonitos los huertos, qué gozada verlos florecer junto a los árboles que albergan en su interior, un peral, un manzano, una higuera, unos cascabillos, una viña…»
Mire usted no, lo pasaba fatal cuando tenía que regar, era demasiada cantidad de agua para un jovencito como yo, con el miedo a que me descuidara un momento y se me reventaran los surcos y se me fuera el agua a su libre albedrío.
Así que siempre he sido de los de comprar en la tienda y admirar los huertos de los demás.
Si los huerticos se cuidaran solos, ¿verdad…? Aun así hay quien se compra un terreno y planta cuatro cosillas para consumo familiar y a ello dedica su ocio. Claro, que es más cómodo ir a la tienda y comprar los productos y evitarse el trasiego que conlleva el trabajo hortícola. Depende del gusto y las aficiones de cada cual. Pero tú sabes bien que en los puebletes los huertos familiares son una tradición heredada que, con sus altibajos, se mantiene.
A pasar un buen mes de julio, Jubi.
Así se aprovecha más el agua de las acequias, pero eran mucho más bonitas cuando estaban sin encauzar o con un encauzamiento primitivo, corriendo libremente por el campo, con las orillas llenas de vegetación. Como recuerdo algunos tramos de la Acequia Gorda del Genil… Sí, Gorda. No grande ni ancha… simplemente Gorda.
Es verdad que las acequias tradicionales (las zequias, que decimos aquí) son más bonitas, pero con estas nuevas canalizaciones no solo se aprovecha mejor el agua sino que es más sencillo el mantenimiento del canal de riego.. Qué bonito el nombe, Acequia Gorda, y tan familiar. No en vano, las acequias perviven con su cauce de historia e historias; «murmuran versículos del Corán«, como dice una canción aragonesa y hasta los viejos dioses romanos hundieron sus pies en ellas…
Que este mes de julio recién empezado te sea propicio.
No falta de nada en ese vergel y qué fresquita y feliz está la niña con los pies en remojo.
Es mucho lo que nos perdemos los que vivimos en ciudades.
¡Cuántas historias habrán circulado y seguirán haciéndolo por los cauces de esas zequias!
Que tengas un feliz mes de julio.
Pues sí, un huerto al que se le dedica tiempo es un vergel que provee de alimentos imprescindibles. Hay quienes lo tienen tan bonito que puede hasta competir con cualquier jardín. Las plantas son muy agradecidas, tanto que hasta se puede tener un pequeño huerto en la terraza de una vivienda urbana.
A disfrutar de este verano todo lo que no se pudo en el anterior.
Es una fotografía muy simpática. 😀
Jajajaja… me gusta el adjetivo aplicado a la foto.
El lugar donde conocí unas acequias similares a los de la foto de la muchachita -buena foto, por cierto- , unas acequias que estaban por todas las ciudades y eran, en profundidad, directamente proporcionales a la calidad de sus vinos (cosa que las hacía muy pero muy peligrosas) fue en la provincia de Mendoza, Argentina.
Me gustaría ir a conocer las de aquellos lares. Mucho más si es en esta época en que el clima acompaña a los que nos gusta el calor.
Salud!
La acequia de la foto, aunque el trazado es el original, es de construcción moderna; antaño era un surco profundo cavado en la tierra. El recorrido de la actual acequia sigue siendo el mismo y su antigüedad está documentada. Imagino que, con mayor o menor simplicidad, este tipo de canales son comunes en todo el planeta al ser el agua un elemento imprescindible para la vida.
Salud.
Y qué envidia (sana), yo también quiero remojar mis pies en la acequia! Preciosa foto, sí señor.
Es bonito que no se pierda la tradición de los huertos, al menos así pienso yo. Cierto que da para mucho ocio, a pesar del trabajo que conlleva. No obstante, por mi experiencia personal (mi padre que siempre ha tenido su terreno y gusta de sembrar y cosechar con sus propias manos) sé las satisfacciones y buenos momentos que regalan los huertos para quienes aman esa costumbre y la cultivan; reuniones familiares, compartir momentos vividos, compañía, y luego regalar la cosecha entre ellos. Quien no tiene una cosa tiene otra, y al final en la familia, todos tienen de todo.
Las acequias……cuánto significado tienen, y no solo por su utilidad.
Bravo, te quedó una entrada preciosa.
Abrazo grande.
Así es; los huerticos particulares son también una manera de reunirse y compartir momentos a la sombra, con una buena ensalada y carne o pescado a la parrilla. Es otra manera de disfrutar, de dedicar el tiempo libre a una actividad que la tierra sabe agradecer regalando unos frutos que compensan el esfuerzo físico realizado.. Como tu padre faena en ello, ya sabes que, además, los productos recogidos en el huerto no son comparables a los que se encuentran en los supermercados; el sabor, el aroma, el tamaño, el colorido son extraordinarios. Pasa lo mismo con los huevos de las gallinas criadas en los corrales familiares, que poseen yemas flamantes porque se alimenta a las aves de manera natural. Y obvio que, donde hay hueto, se necesite una fuente de agua, ya sea de pozo o de acequia.
Un abrazo.