Apenas cuarenta minutos después de comenzar el servicio de comidas, Josefo, el encargado del bar del Salón Social del Barrio, borra -de la pizarra donde se anuncia el menú del día- el plato estrella de la jornada, canelones de setas y jamón. “Todas las raciones posibles, ya están pedidas”, dice. Rafael de [Casa] Artero refunfuña: “Luego dirán que hay crisis… Medio pueblo comiendo en el bar en día laborable… Aquí no hay puta pobre”. Olarieta, la madre de Josefo, que sale de la cocina con una humeante fuente de borrajas con gambas, se le encara: “¿Otra vez de mal toque, Rafael…?”. Las risas indisimuladas de los comensales acompañan al hombre hasta la barra desde donde, acodado, finge contemplar el paisaje enmarcado en la galería acristalada que mira a la hondonada del río.
A Rafael -viudo y atildado sesentón- le dejó su padre, el señor Hipólito, un envidiable patrimonio que fue mermando hasta resultar insignificante. “Muerto el abuelo, todos morriaban y ninguno pencaba”, se dice en el Barrio, donde los Artero han contado, tradicionalmente, con escasos valedores; solamente del señor Hipólito -que entró a formar parte de Casa Artero por vía matrimonial y que falleció a principios de los setenta- se guarda unánime y respetuoso recuerdo.
Cuando el comedor se despeja y los manteles azulados son sustituidos por tapetes de guiñote, Olarieta se sienta junto a la señorita Valvanera, la antigua maestra del Barrio, que toma una infusión en la sala de lectura. “¿Querrá creer, Valvanera, que en el fondo me da pena ese hombre…?”.
La tarde -sol y viento- se instala, con luminosa coquetería, en el mirador mientras la calidez de la estancia decora, con desiguales pinceladas blancas, las aristas cristalinas.
Ya te lo he dicho varias veces. Tu prosa me parece magnifica. Una delicia que disfruto más que el chocolate:)
Sí, de conocerlo, a mi también, como a Olarieta, me daría pena ese hombre.
Es curioso como el que más tiene o tuvo, es el que más critica que los demás, que poco tienen, se permitan ciertos lujitos, como una racioncita de jamón o, como en este caso, unos canelones de setas y jamón. Pobres de alma que son:)
PD:Adoro a la señorita Valvanera.
Abrazos
…yo también la adoro, Trini.
Besos.