«Retrospective»: Bev Hodson
Hállase Silvestre restituyendo lacerantes bloques de recuerdos en el rompecabezas de la memoria que destruyó, años ha, en un intento no siempre conseguido de regodearse en la dicha de cada presente que barrenaba pretéritos de aflicciones.
[…]
Protegido con un delantal verde pistacho y un paño de cocina a juego colocado sobre uno de sus hombros, se afana Silvestre en elaborar, con briosos toques de rasera, un dorado ribete de igualadas puntillas en el huevo frito de dos yemas que reina, brillante, en el centro de la sartén puesta al fuego. “¿Lo quieres más hecho?”, pregunta a quien, sentado en la mesa, de espaldas a él, transcribe, con suaves roces de teclado, los retazos de vivencias que se amontonan en los labios del hombre.
Sobre una silla de cuero rojo descansa el libro por el que los debilitados ojos de Silvestre llevan transitando dos días. Tiempo destruido, de Víctor Pardo Lancina, con prólogo de Ignacio Martínez de Pisón.
—Qué ominosos esos tiempos en los que una circunstancia así basta para convertir en un asesino feroz y despiadado a un ciudadano habitualmente pacífico y respetuoso de la ley-, dice Silvestre con los ojos cerrados.
—¿Qué…?
—Es del prólogo-, afirma, señalando con la cabeza el libro cerrado mientras deposita en un plato el engalanado huevo.- Pero no es verdad. Esos ya eran asesinos antes de empezar a matar… La guerra sólo hizo que pusieran en práctica sus malos instintos… Impunemente. A ese pobre hombre de Abiego al que lincharon delante de su hija… La guerra había terminado. No había combatientes que mataran para salvar la vida. No. Eran asesinos. Ellos y los que taparon sus crímenes.
Silvestre se sienta junto al comensal y se ajusta en los orificios nasales la cánula que conecta sus vías respiratorias con el dispensador de oxígeno. “Anda, termínate el huevo, que frío no es lo mismo. Luego haré café”. El octogenario estira un brazo, toma el libro entre sus manos y lo hojea hasta encontrar un marcador plastificado en el que, bajo dos margaritas secas, se lee: Para el mejor yayo.
Tomo nota del libro q pinta interesante.
Salu2.
y q lo pases bien en las miniminivacaciones.
¡ qué interesantes suelen ser las historias de nuestros mayores!.
Deberíamos, todos, en algún momento de nuestra vida, haber ido tomando nota de lo que nuestros abuelos o padres nos contaban de su juventud, de sus vivencias, de las costumbres de éste o aquél lugar; creo que es la mejor manera de que su recuerdo perdure en el tiempo más allá de la muerte.
Que disfrutes de estos pocos días de fiesta (si los tienes)
Si no lo encuentras en tu ciudad, Sands, hay una librería virtual que lo vende.
Saludos cordiales y espero que tú también hayas dsfrutado de estos días de asueto.
Así es, Esperanza. Las aportaciones que pueden hacer las personas de edad venerable son valiosas porque nadie puede interpretar mejor la historia -su historia- que aquellos y aquellas que la protagonizaron, aunque no formen parte del dramatis personae de los historiadores.
Mis mejores deseos también para ti.
Sin duda que merece la pena leer el libro y que Silvestre estará feliz de que al fin su historia y otras se vea publicada.
Abrazos