«Concha Monrás y Ramón Acín»: Archivo
“Deseo que mis restos sean trasladados un día a tierra española y enterrados en Huesca, al lado de mi maestro, el profesor Ramón Acín, y de mi amigo Evaristo Viñuales(1)”.- Testamento de Francisco Ponzán(2) escrito el 27 de diciembre de 1943 en la prisión militar de Fourgolle (Toulouse).
A Ramón Acín Aquilué, intelectual y anarquista oscense, lo detuvieron y apalearon unos buenos vecinos de Huesca el 4 de agosto de 1936, para terminar fusilándolo, el día 6, en la tapia del cementerio.
Escondido en su casa desde el golpe de Estado, el profesor y artista salió de su refugio al escuchar los gritos de su esposa Conchita, que estaba siendo maltratada para que revelara dónde se encontraba su marido. La entrega de Acín a los enfurecidos falangistas y su asesinato poco después, no atajó el ánimo revanchista. Conchita Monrás, esposa, amiga y madre de sus hijas Sol y Katia, sería fusilada diecisiete días después.
«No pudimos ver a mi madre en la cárcel en todo este tiempo. Sabemos que estuvo en condiciones penosas y que lo pasó muy mal. Se despidió de nosotras a través de una reclusa que sólo muchos años después nos lo pudo trasmitir. Recuerdo que cuando llevaban a los detenidos camino del cementerio había gente aplaudiendo en los balcones de las casas más importantes del entorno de la cárcel, no se me olvidan sus caras… Era todo tan horroroso que con Sol apenas hablábamos de ello, había una especie de pudor, una necesidad de silencio para no aumentar nuestro dolor. Nos guardábamos la amargura sin decir una palabra«, relataría Katia Acín Monrás cuando los nombres de sus padres y las circunstancias de su detención y muerte dejaron de ser materia reservada en la pequeña ciudad.
«Sólo se aprende de aquel a quien se quiere. Tú supiste hacerte querer por muchos; por eso fuiste todo un pedagogo».- Evaristo Viñuales a su profesor Ramón Acín.
ANEXO
Los buenos vecinos de Huesca, pdf, de Víctor Pardo Lancina.
Paco Ponzán o el beso del olvido, de Víctor M. Juan Borroy.
NOTAS
(1) Evaristo Viñuales, maestro, cenetista integrante del Consejo de Aragón y comisario de la 28 División, se suicidó junto a su amigo Máximo Franco -comandante de la 17 Brigada Mixta- en el puerto de Alicante, en abril de 1939, conscientes ambos de que jamás lograrían embarcar en un improbable buque que los alejara de la represion de los vencedores.
(2) El maestro, anarquista y activista principal de la Red de Evasión Pat O’Leary, Francisco Ponzán, fue fusilado y posteriormente incinerado -aunque alguna fuente asegura que fue quemado vivo- por la Gestapo en el bosque de Buzet-sur-Tarn (Francia) el 17 de agosto de 1944. La actividad del grupo resistente, que tantas vidas salvó, fue reconocida por los gobiernos de Francia, Inglaterra y EEUU, que condecoraron a Paco Ponzán a título póstumo.
Las guerras nunca fueron buenas. Los resentidos, de siempre, las han aprovechado para vengarse de inocentes que su único pecado fue mover un metro un mojón, por poner un ejemplo o simplemente tener una ideología diferente a la de la clase en el poder.
Al final, esas venganzas arrastran tras de sí a los que viven junto a esos inocentes, por aquello de estar en el lugar inoportuno en el momento inoportuno.
Saludos y feliz vuelta al teclado.
Triste destino el de estas personas y tantas otras. Si es deleznable que unos bastados te fusilen por pensar diferente, mucho peor es que el odio y la sinrazón recaiga en el resto de tu familia para regocijo de alguno de tus vecinos. Por no hablar de los cadáveres enterrados en las cunetas.
Menos mal que hemos hecho una transición modélica, nos hemos perdonado y blablabla…
Saludos
Off-topic: No sé por qué me aparece el «miguelins migu» en los post de wordpress. Tendré que borrar el registro.
Saludos
PD: A ver si ahora no sale.
Ciertamente, Esperanza; sin olvidar que las auténticas atrocidades no se cometen en el campo de batalla sino en la retaguardia, entre la población civil.
Acín y su mujer fueron siempre no beligerantes, pero esa huída de la violencia que conformó sus ideales no les sirvió para nada.
Un saludo.
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Los buenos vecinos, las buenas gentes, Miguelins, son una fauna que sale victoriosa de todas las circunstancias; triunfan en la dictadura y en la democracia y fallecen en su propia cama, añosos y colmados de honores. Precisamente de uno de esos buenos vecinos de Huesca a los que se refiere Víctor Pardo en su artículo, acabo de leer unas sentidísimas palabras de emocionado recuerdo dedicadas por una cofradía católica que se hacía eco del aniversario de su muerte…
Más saludos.
Además de impactarme el hecho, no menos lo han hecho las palabras de su hija «Era todo tan horroroso que con Sol apenas hablábamos de ello, había una especie de pudor, una necesidad de silencio para no aumentar nuestro dolor».
Como bien dices, las verdaderas atrocidades se cometieron en la retaguardía, y con ´la complicidad de «las buenas persinas» Buenas por los…
Abrazos
Qué horrores se cometieron durante la guerra y la postguerra. Pone los pelos de punta, pero aún así, creo que son hechos que hay que conocer para que no vuelvan a repetirse, aunque hayamos de aprender por defecto.
Siempre pienso que acciones de esta naturaleza no son justificables por nada; son auténticos crímenes que la mayoría quedan impunes y que no pueden apoyarse en ideología alguna.
Me alegra volver a leerte. Un abrazo
Así es, Trini.
Tuve la suerte de conocer a las hermanas Acín Monrás y su recuerdo siempre va unido al respeto y la ternura.
Más abrazos para ti.
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Siempre queda ese poso permanente de tristeza, Luz. Y la convicción de que ese pasado infame sólo puede ser paliado no repitiéndolo en el futuro.
Besos.