«Pink Escape»: Liz Lopes
«Me dejasteis en el campo con una falsa promesa de buena vida. Cuatro años, cuatro, pasé en las dehesas dedicándome a vivir.
Un mal día me sorteáis y me metéis en camiones hacia un incierto destino.
Perdona, maestro, pero ahora debo salir al ruedo para deleite de tus seguidores.
Brindarás mi vida a quien te apetezca, como se brinda por una buena cosecha.
Me indultaréis si soy bravo, para que mis hijos hereden mi bravura y poder ensañaros mejor con ellos. Así presumís de haber creado mi raza como un dios.
Podrías lidiarme sin hacerme sufrir, pero eso no es suficiente para sacar lo mejor de ti. Me pregunto cómo será tu parte más oscura, matador.
Escuchas los vítores mientras siento crepitar los arpones entre mis huesos y mi carne que se desgarra, aunque todavía me queden fuerzas para que crean que no lo siento.
Violas la más honrosa de vuestras normas, la del sentido común. Y me das la espalda cuando sabes que ya no puedo embestir; la experiencia de haber matado a muchos como yo te lo hace saber. Y ellos te creen valiente por eso. Entre los de mi casta la valentía está en el respeto. Eso que tú no conoces.
Desde aquí abajo veo dos clases de taurinos vitoreando en las gradas: los que disfrutan viéndome sufrir para que tú te pavonees ceñido en tu traje de luces, y los ignorantes que van porque sí, porque los demás también acuden a la fiesta. A ésos les pregunto: ¿Es que no veis lo que me están haciendo? No hay que ser muy diestros para ello.
Tú, «maestro», me mirarás a los ojos y alardearás de tu faena cuando doble mi rodilla y apenas me quede aliento.
Y mientras el estoque me esté atravesando las entrañas, oiré veladamente los aplausos de esos homínidos con pañoleta, pues otra cosa no puedo considerarlos.
Si lo haces bien te darán mis orejas. Por suerte, yo ya no lo veré. Seré arrastrado como un fardo sangrante manchando la arena que ahora todavía piso azorado.
¿Y tú te atreves a decirles a los que te elogian que me amas? El amor es otra cosa, matador. Los humanos son otra cosa. Vosotros, sois simplemente unos malnacidos. Hasta yo, un animal irracional, puede comprenderlo.».- MI ÚLTIMA TARDE, José Mª Fuixench Naval.
…y la albahaca, orgullosa reina de la huerta y dama aromosa e imprescindible de laurentinos rincones, se teñirá de trágico bermellón.
Una sola vez he ido, por recomendación de alguien que afirmaba que sin asistir a una corrida de toros no se podía opinar en contra y nunca olvidaré lo que vi.
Aún se llenan mis ojos de lágrimas ( y no exagero) al recordar el dolor, las lágrimas, los mugidos del animal. En esto sí que no puedo respetar a aquellos que defienden eso que llaman fiesta y que es una horrible matanza.
Saludos
Pues ya ves, Luz: No hay localidad que se precie que no programe, en los festejos dedicados al santo/santa/virgen de turno, las consabidas sesiones de pública y vitoreada agonía de seis ejemplares criados para «goce, disfrute y regodeo» de seres humanos. “Fiesta Nacional”, dicen que se llama.
Nunca he ido a una cosa de estas ni tan siquiera soporto ver imágenes en la televisión.
Me ha encantado la manera de narrar la visión del toro.
Abrazos y albahacas. ¡Qué bien huele la albahaca!
Mucha y abundante albahaca, Trini; el aroma a albahaca en la capital oscense lo impregna todo en estos días.
Otro abrazo para ti.
Pues yo sí que he estado en los toros. La primera ves ,aún toreaba el Viti, me aburrí como una ostra y la segunda fue hace muy poco, un par de años, para ver una corrida de rejones.
A mí esta polémica siempre me ha traído al pairo. La posición en una discusión depende del grado de implicación que tengas en la denominada fiesta. Nunca veréis a un ganadero de este tipo de reses decir que no, es más, algunos dicen que esta raza de toro se perdería si no fuera por las corridas.
Una pregunta absurda: ¿los que están en contra de las corridas de toros están en contra del aborto?
Lo digo porque conozco de cerca quién está defendiendo a capa y espada el derecho del toro al no sufrimiento y está a favor del aborto de un feto de 22 semanas.osea de un ser humano de 22 semanas por mucho que digan algunas politicuchas del país.
Saludos
Eso es una analogía, Esperanza…