«Colza florida»: Archivo personal
Tras recorrer poco más de treinta kilómetros desde el Barrio, dejan el coche en el arcén, en un saliente de tierra y piedras con un antepecho que da al río Guatizalema. En lo alto del tozal resplandecen los blancos muros de la ermita de la Virgen de Bureta mientras en el llano hace ondear el cierzo las lustrosas flores amarillas de los campos sembrados con colza de primavera.
Una amalgama de perfumes con un ligero toque de almizcle acaricia los bulbos olfativos. Conforme se adentran en la senda de zarzales y se acercan a la explotación porcina, los gratos efluvios desaparecen y el hedor a fiemo y a restos orgánicos pútridos les roza las aletas de la nariz y se introduce con brusquedad en las fosas nasales hasta acomodarse en los estómagos, obligándolas a sustituir los pasos por enérgicas zancadas en tanto se internan con premura por un camino donde apenas se advierte, entre la exuberante maleza, el suelo que pisan. Al final, un álamo de tronco escorado y, bajo él, el lecho del río bordeado de juncos, con escasamente dos palmos de agua discurriendo silente y limpia.
Cruzan descalzas hacia la otra orilla y ascienden por un terraplén desde cuya cúspide se avista la sierra. A la izquierda, a menos de cien metros del lugar por el que han subido hasta el praderío, descubren el hato de Carmelo, el pastor, que, alertado por los dos perros labradores que controlan el rebaño, dirige la mirada hacia sus visitantes. “¡¿Pero cómo venís por allí, chiquetas, con lo cargadas que vais, si lo teníais mejor por el otro lado?!”, les grita cuando reconoce a María Petra y a la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Barrio. “Bah, que no queríamos pasar por el centro del pueblo, que siempre hay alguien con ganas de saber quiénes somos y dónde vamos”. Depositan en el suelo las mochilas con el avituallamiento y sacan el termo de café. “Pasado mañana, a primera hora, bajará el Andorrano a ayudarte con las ovejas para que subáis a la pardina Furtasantos, ¿te hace? Vendrá también Emil con el Land Rover para enganchar la roulotte”. “Buá, a bueno me mandáis. ¿El Andorrano…? Si es más vago que la chaqueta un guardia. Para nada lo necesito. Con que venga Emil me basta”. “Eso lo hablas con los de la cooperativa, que nosotras solo venimos a traerte las provisiones y a transmitirte lo que nos han dicho”.
Departen con el pastor unos tres cuartos de hora y, antes de marchar por donde han venido, María Petra y la veterinaria ayudan a Carmelo a organizar la hatería en la pequeña roulotte aparcada bajo los árboles.
Serán «rutinas», como tú las titulas, pero descritas por ti adquieren el interés de un relato costumbrista que se lee con toda curiosidad e interés.
Y las fotos que siempre acompañas, me encantan.
Tus apreciaciones me halagan y estimulan, apreciada Bisílaba. En realidad solo soy un mirón de lo que acontece ante mis ojos intentando transmitir, con fidelidad algo subjetiva, lo contemplado.
Un abrazo.
Tienes un don a la hora de contar las cosas, Una mirada. Las haces atractivas, las dotas de vida y belleza.
La foto es preciosa y, viéndola mientras lee tu relato, puedo avanzar con María Petra y la veterinaria que se ocupa de la salud de los gatos del Pueblo. Casi siguiendo el mismo paso las tres, hasta llegar al pastor.
¡Cómo no querer subir por esa ruta, que aún siendo más farragoso, nos priva de miradas y preguntas indiscretas! la gente siempre quiere saber de la vida de los demás 🙂
Gracias, Una mirada.
¿Te he dicho lo agradable que es venir hasta tu casa?
Abrazos y sonrisas.
Ay, Contadora, qué entusiasta y generosa eres siempre y con cuánta sensibilidad te adentras en lecturas ajenas. Esas sonrisas tuyas son impagables y ojalá pueda proporcionártelas siempre con mis palabras.
Y sí, llevas razón, en los pueblos pequeños las personas desconocidas despiertan mucho interés y hay quien no tiene reparo en saber y conocer sobre ellas preguntando directamente. Hay un dicho qu reza: «A quien mucho quiere saber, se le dice poco y al revés«.
Más abrazos, alegres, para ti.
Caigo ahora en que tus «rutinas» son las de la Arcadia. No son unas rutinas cualquiera :-)) Así que ahora te digo, además, que ya desde el título se revela tu cuidada impronta.
Un abrazo
Bueno, esta arcadia tiene menos empaque que la Arcadia clásica, así que la impronta es más de andar por casa.
Otro abrazo.
«en primavera todo el valle florece y se convierte en una arcadia»
Envidiable y bucólico paseo.
Salud.
Lo cierto es que, un día de primavera suave, pasear por el campo es un gozo.
Salud.
Me ha gustado tu historieta y me ha recordado una de hace unos 25 años en Broto, cuando una persona ya fallecida, nos llevaba con su vehículo todo terreno a todos los sitios que se le ocurría.
Era verano y había un pastor de Broto, más solo que la una, en lo alto de un monte con la mayoría de ovejas de Broto, llamó por el móvil para que se le subiera alimentos ya que estaba a punto de agotarlos, así que al día siguiente seis personas, entre ellas me encontraba yo, subimos a llevarle tabaco, periódicos y las viandas que había solicitado, yo me imaginaba que ese día casi no comeríamos, pero me llevé un agradable chasco, el pastor había preparado una fogata en un sitio despejado y nos lo encontramos asando chuleticas de cordero, a mi no me quedó muy claro si la oveja se había despeñado como nos dijo o si por el contrario, la había hecho pasar a mejor vida, para poder comer todos en agradable convivencia.
El caso es que yo me hacía cruces de por donde habíamos tenido que pasar con el todoterreno para llegar a el y la soledad que el pastor se encontraba, donde solamente existía una pequeña cabaña de piedra, sin luz y sin agua.
Se me olvidó preguntarle como cargaba el móvil, ahora lo hubiera hecho, aunque me imagino que lo haría con un pequeño artilugio que existe para estos casos que es un minúsculo panel solar.
Perdona por mi extensión.
Hoy en día la vida montaraz de los pastores (cada vez quedan menos profesionales y eso sí es un problema) ha tenido pequeños cambios para bien y, como señalas, el móvil les permite estar en contacto con la «civilización» en circunstancias que, hasta hace poco, eran inviables. Lógicamente, hay que llevarles comida y aquello que solicitan y allí empieza la aventura de los proveedores, porque no siempre el lugar de pasto es fácilmente accesible con cualquier vehículo. Es toda una experiencia.
Por la extensión de tu texto no te preocupes; con lo interesante que es se me queda corta.
Un relato que suele ser de maravillas especialmente como tu lo has contado. Y la foto, fenomenal! Salud!
Gracias, Francisco.
Salud.
De nada, un placer. Saludos
Muchas veces me he preguntado cual es tu misión en todas las andanzas de la veterinaria y su grupo. ¿Simple espectador? ¿Cronista Oficial?
Digamos que soy quien sopesa lo que ve y oye y decide qué y cómo lo cuenta.
¿Con su visto bueno?
Con el mío propio, Senior, porque ninguna de las personas mencionadas conoce los posts antes de ser publicados.
Uff… Que peligro…
Me gusto el relato. La forma como cuentas lago tan cotidiano Y como tocas la vida de la veterinaria es genial. Te mando un beso.
Gracias, Citu. Otro beso para ti.
Siempre contado con la sencillez y a la par, el entusiasmo que hace únicas las historias y permite al lector, meterse en ellas, incluso cuando son tan olorosas como esta o aunque elijan el camino más complicado para subir a ver al pastor. Hermosas rutinas. Excelente foto y enlaces. Me ha gustado tu respuesta a Senior Citizen ante una pregunta que yo mismo me he hecho. Sopesas, ves, oyes y decides. Casi nada. Un abrazo de admiración.
Cada bloguero/bloguera tiene sus recursos, así que los míos no son excepcionales. Tú trabajas la ficción y yo me dedico a la realidad con toques subjetivos; en uno y otro caso hay que sopesar el qué y el cómo de los relatos; unas veces cuesta más, otras menos.
Y la admiración es mutua. Que conste.
Cordialidades.
Cuentas las cosas de una manera que nos incitas a iniciar el camino a pesar de determinados olores. Solo por la ermita, por sencilla que parezca, ya merece la pena. Aquí plantan bastante colza, pero la van turnando según los años.
Ya sé que no todos los olores descritos son agradables, pero el campo tiene esos contrastes. La ermita la conozco por fuera y de lejos; por dentro, solo gracias a las fotos.
En esta comarca la siembra de colza se utiliza, también, como saneamiento de la tierra; en algunos campos, van alternándola con otros cultivos.