«Niñeces»: Archivo personal
Cuando las Tejedoras [1] traían a la escuela el cuerpo entelado y relleno de paja y papel que se convertiría en don Perifollos, con los rasgos de la cara perfectamente pintados y un colorido penacho de tela de dacha imitando un bisoñé con la raya en medio, empezaba la cuenta atrás para la celebración del Carnaval Escolar.
Don Perifollos, de unos ciento cincuenta centímetros de alto, era el moñaco [2] dispuesto para el quemadero al que se vestía en la escuela con todo detalle, desde los calzoncillos y la camiseta interior de felpa, a los pantalones, la camisa, el chaleco y el fajín, sin olvidar unos peducos [3] dentro de las alpargatas de suela de esparto atadas con cintas a las pantorrillas, la boina bien encajada en la cabeza y el cachirulo al cuello. Una vez acicalado, presidía el vestíbulo escolar sentado en un sillón de mimbre junto a la pared donde doña Patarrona, la bruja de la Cuaresma dibujada en cartulina, mostraba sus siete piernas, cada una de ellas con un mandado diferente y de obligado cumplimiento diario para el alumnado: Un día había que acudir a clase con la ropa del revés; otro, con dos coloretes relucientes en los pómulos; al siguiente, con algún adorno en la cabeza…
Pasados los siete días de obediencia a doña Patarrona, llegaba la tarde carnavalera, cuando, entre la expectación y los vítores del vecindario, la Comparsa de criaturas y maestras salía a la calle luciendo el vistoso diseño grupal en el que habían estado trabajando cerca de un mes y que exhibían, en musical pasacalles precedido por una pancarta, por todos los rincones del Barrio hasta desembocar en la plaza. Allí, en el entarimado dispuesto, la Comparsa interpretaba, con coreografía incluida, la canción reivindicativa en la que, con ironía y buen humor, solicitaban al Ayuntamiento unas veces más radiadores auxiliares para las clases o renovar la puerta principal de la escuela; otras, el cambio de las ventanas, o pintar las aulas o crear un arenero en el recreo o subvencionar una excursión a la playa… “Pedir, ya saben pedir, ya. Bien enseñaus los tienen estas maestras”, se le oyó decir un año a Gonzalo, el alcalde de entonces.
Concluida la actuación, que solía tener algún bis a petición del público, y entregada al regidor municipal copia escrita del tema interpretado para que no olvidara los pedimentos, don Perifollos y doña Patarrona eran llevados en procesión hasta la hoguera instalada tras la Casa Abacial y, entre cánticos, se les prendía fuego para continuar el festejo en los bajos del Ayuntamiento, donde una bien surtida merendola, ofrecida por el municipio a la chiquillería y las maestras, cerraba la tarde lúdica.
NOTAS
[1] Nombre que reciben en el Barrio las miembros de la Asociación de Mujeres.
[2] En arag., muñeco.
[3] En arag., calcetines de lana gruesa.
«Lorsque les tisserands ont apporté à l’école le corps recouvert de tissu et bourré de paille et de papier qui ferait Don Perifollos, avec des traits du visage parfaitement peints et une coiffe colorée en tissu de datcha imitant un toupet avec une partie au milieu, le comptage a commencé derrière. pour la célébration du carnaval de l’école. …»
Quel plaisir de lire votre texte sur le carnaval de l’école, mirada!
Je me souviens que moi aussi, j’aimais me déguiser comme enfant. Mon costume préféré était celui du «Chinois» – avec une longue fausse tresse, un chapeau chinois et des yeux fendus peints. C’était le bon temps …
Dans l’enfance, se déguisser c’est comme un rêve, c’est comme vivre une merveilleuse aventure dans laquelle on peut être n’importe quel personnage. Un simple chapeau, n’importe quel tissu, nous transporte dans un monde où tout est possible.
Enfant en costume chinois, je rêvais d’aller en Chine, de vivre en chinois. C’était un monde de rêve, un rêve de carnaval.
Et on peut encore rêver, chère Olivia, en laissant s’épanouir notre esprit enfantin.
Oui, c’est vrai. On peut toujours rêver.
Cómo quedan en el recuerdo cada uno de los detalles de las vivencias infantiles.
!Pues teníais una semana llena de actividades festivas!
No había oído lo de «peducos». Por León (o por Castilla y León, para atenerme a lo oficial) se les dice también «peucos» a los patucos de los bebés.
Un abrazo de domingo!
Son recuerdos que se rozan con las yemas de los dedos y que siguen ahí, sobrevolando el Carnaval Escolar actual que tanto se asemeja al de hace cuarenta años, como si apenas hubiera pasado el tiempo.
La palabra «peuco» no la conocía; los «peducos» tradicionales eran bastante toscos pero cumplían muy bien su función.
Otro abrazo de final de domingo.
Preciosa descripción del carnaval para niños, que hoy he fotografiado parcialmente, pero no lo he vivido, al menos no recuerdo que me disfrazara de algo, suponiendo que lo hiciera, es una festividad que no creo haber vivido nunca.
Eran, los de tu etapa escolar, otros tiempos; hoy en día, además de las actividades carnavaleras de los Ayuntamientos, son muchos los colegios que lo celebran. En Huesca, por lo que sé, mucho centros escolares, de mano de las Amypas, participan con sus comparsas en el Carnaval municipal e incluso se inscriben en el concurso para optar a los premios de comparsa mejor ataviada y/o comparsa más numerosa.
Me ha sorprendido tu post carnavalero. No sé en qué años sitúas el relato, pues durante el franquismo las fiestas de carnaval ,creo, que fueron durante perseguidas.
Debe de ser que el estar, allá, casi en el límite, los tentáculos de la represión llegaban con menos fuerza.
Felices días carnavaleros.
Es que no me remonto a los tiempos del franquismo sino a finales de los setenta y principios de los ochenta y años siguientes. Antes, igual se celebraba, aunque bajo el nombre de «Fiesta de disfraces», que era la denominación usada en los pueblos con tradición carnavalera (Bielsa, San Juan de Plan…) para saltarse la prohibición y mantener unas costumbres antiquísimas que no tenían otro objeto que saludar la pronta llegada de la ansiada primavera.
Mi carnaval infantil era de lo más soso comparado con esto. Este año no he podido acercarme, como otras veces, a Lucerna. Aquí también se disfrazan los niños, pero es una fiesta más dirigida a los adultos, nada que ver con lo que hacíais al otro lado de los Pirineos.
Es que el de Lucerna son palabras mayores, al menos por algún reportaje que he visto; elegante como el veneciano, nada que ver con este carnavalico escolar de «andar por pueblo».
Bueno, lo importante es que celebrábais algo, y cuando se es niño no se entiende de tamaño. Al de Lucerna voy siempre el sábado, cuando ya está muy descafeinado, pero es que comienza el jueves a las tantas de la mañana y al día siguiente hay que trabajar. A ver si el año que viene me animo…
Como cada año se repite, siempre tendrás la posibilidad de dedicarle al de Lucerna ese sábado que se te ha escurrido este año.
Mis recuerdos carnavalescos son relativamente recientes, si por reciente entendemos más de treinta años. Encontré hace tiempo unas fotos de la celebración de Carnaval siendo niño, pues se me ve con un intento de disfraz. Por deducción debería tratarse de algún pueblo de Aragón o Navarra, pues también se ve a mis hermanos y primos. Pero mi recuerdo lejano no pasa de esas fotos. Y debió ser una única vez, seguramente por un motivo familiar. Y desde luego nada que ver con la semana de Carnaval tan especial que has descrito en tu texto. Abrazo.
Aquí, en el pueblo, las actividades dinamizadoras de la escuela trascendían a la localidad. El Carnaval solo duraba esa tarde y todos los preparativos se realizaban sin dejar de lado las actividades escolares, y así se sigue haciendo actualmente. Era y es una manera de reforzar la importancia de la escuela en una localidad pequeña.
Cordialidades.
Las costumbres en los pueblos, son muy importantes que se mantengan. Las buenas tradiciones, las que unen a la gente y hacen que pasen momentos divertidos, propicios en estas fechas de Carnaval en los colegios.
Cuando yo era pequeña me encantaba el carnaval porque significa todo eso; tradiciones, costumbres que nos unían, risas, diversión, colores, luz y alegría….. En definitiva todo lo que me gustaba (gusta). Hoy en día no participo en los carnavales adultos porque ya no reconozco ninguna de esas bondades, ahora no me gusta lo que veo y la manera en que (hablo en mi tierra, claro) se confunde la libertad con el libertinaje, el mal gusto y hasta la falta de respeto.
Me ha encantado que me hayas traído tan buenos recuerdos con los que me identifico plenamente en mi niñez. Gracias!
Un abrazo grande para ti, con colores, luces y alegría.
La mayoría de las tradiciones terminan perdiendo, con el paso de los años, el espíritu primigenio de su realización; en el caso del Carnaval, esa crítica que siempre llevaba aparejada. Por eso, en el Carnaval Infantil del Barrio, ya se encargaban las tres maestras de unir divertimento con reivindicación, exponiendo en el tema que se cantaba las necesidades escolares en infraestructuras, que eran competencia del Ayuntamiento. Era una manera inteligente, amena y «dulcificada» de recordar al Consistorio sus obligaciones que, al ser expuestas públicamente, tenían ciertas garantías para que se tomaran en serio.
Abrazos sin disfraz.
Yo sí que pasé toda mi infancia -y hasta mi juventud- en el franquismo y, cuando se empezó a celebrar, esa fiesta no me decía nada, pues nunca la había vivido.
Por entonces estaba prohibida y es lógico que, al volver a celebrarse, mucha gente la considerara ajena.
Estoy encantado de descubrir esta tradición del Carnaval escolar y me parece una pena que las mitologías y costumbres que lo rodean no sean más reconocidas y celebradas.
No siempre resulta fácil conservar las tradiciones tal cual se transmitieron, pero la esencia de lo más importante queda; y fuera del Carnaval Infantil se siguen manteniendo algunos ritos.
Don Perifollos y doña Patarrona hacían bien recordar al alcalde sus obligaciones, no fueran a quedar en el olvido.
No recuerdo celebrar carnavales en mi infancia, será porque no los permitían. Si los viví con mis hijos participando en el colegio, los tiempos habían cambiado.También ahora han cambiado y vemos demasiada libertad.
Buena noche.
Un abrazo.
En general me parece que el Carnaval ha ido perdiendo su parte crítica, esas que perviven en el de Cádiz pero que en el resto de celebraciones o han desaparecido o carecen de relevancia. Prima más la fiesta y el divertimento. A mí me sigue apasionando la parte tradicional que dice que, en el Pirineo, el Carnaval se hacía para despertar al oso de su hibernación para que llegara presta la primavera.
Salud.
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