«Boira»: Archivo personal
Que viene la niebla.
Que viene y me toca.
Ay, que viene, que viene…
Que viene y me envuelve.
Me besa.
Me moja.
(Retahíla)
Emborronado el sendero que discurre en pendiente, se ocultan los árboles de la otra orilla bajo siete velos. A través de un caprichoso descosido en la ceguera blanca que sitia a los andarines, las siluetas distorsionadas de los farallones, apenas esbozados en la lejanía, señalan la frontera entre la trocha y las aguas calmas que fluyen, ribeteadas por fantasmagóricos gigantes pétreos, hacia el sur.
Caminan a tientas por la cornisa resbalosa de la cortada, braceando entre etéreas colgaduras que les engullen los cuerpos y los revisten de tonalidades plomizas. Conforme se acercan, o así lo estiman, a su destino, se desplazan, burlonas, las casas niebla adentro y la hora que, calculan, resta para avistar los contornos consabidos de las chimeneas de la calle Baja, se torna en dos.
Es todo un cuadro pintado con las palabras precisas y las imágenes perfectas…
Pues muchas gracias por tan gratificante opinión.
De nada, un placer. Saludos.
El título hoy de tu post me ha recordado la primera novela que publicó Carmen Martin Gaite, creo que por los años cincuenta del pasado siglo.
Verdaderamente, la niebla es «a modo de visillo» o incluso a veces a modo de pesados cortinones, como ocurre en algunas zonas de la ribera del Duero, que puede estar dos o tres semanas sin que la niebla se disipe…(así lo he vivido)
Abrazo!
No vas desencaminada. Cuando subía ayer la imagen a la galería de fotos para insertarla en el texto, se me fue la vista a la mesita de café, a los cuatro libros apilados que coronaba Caperucita en Manhattan, de Gaite, y me vino a la mente Entre visillos, que me pareció un título bien traído para este humilde post nebuloso.
Por esta sierra la niebla es, también, compañera insistente de muchos días.
Otro abrazo.
Es curioso porque hace unos días escribí un esbozo de post con la niebla como protagonista. Confieso que me encanta, por lo que tiene de mágico, de confuso. Debo ser un poco raro, pero de siempre me atrae ese misterio que entraña.
Comparto el primer comentario referido a tus palabras precisas. En efecto, así son. Abrazo.
Espero que ese esbozo no se quede en eso e inundes de niebla tu blog lo justo para que se puedan leer tus palabras. También me gusta ese fenómeno atmosférico y caminar entre esos cortinajes; otra cosica es la niebla en carretera que, pese a padecerla invierno tras invierno, me produce cierto desasosiego yendo en coche.
Otro abrazo.
El título de tu post también me ha recordado aquella novela de Carmen Martín Gaite.
Esa niebla que lo emborronar todo.
Salud.
Que lo emborrona
De allí lo tomé, sí, por esa sensación de «mirar entre velos» que produce la niebla, aunque no haya ninguna relación cn el argumento de la novela.
Salud.
¿Emborronado? Que no se ve ni torta, en Zaragoza en invierno o cierzo o niebla, si es esto último con abundante frío nos aparece la cencellada, que como te descuides crees ver los visillos… de las casas de enfrente del hospital ya que con mala suerte te has roto una pierna por andar descuidado en un suelo helado.
En mi pueblo, a la cencellada la llamamos dorondón, que «viste» el paisaje de crujiente y blanquecina escarcha y convierte el suelo en peligrosa pista deslizante.
Aquí, pocas veces tenemos niebla y, cuando la hay, es leve y se disipa media mañana. En la costa sí la viví espesa una vez en verano y era agobiante, pues parecía que no podías respirar.
Supongo que depende de muchos factores. En el valle del Ebro las nieblas son persistentes y densas y tardan en disiparse aunque por encima brille el Sol., que solo se aprecia si se asciende en altitud.
Ahhhh ¿qué tendrá la niebla que tanto me gusta y me hipnotiza?
Puedo pasarme mucho tiempo mirándola, viéndola venir, sintiendo cómo me envuelve y gira a mi alrededor.
Sí, algo mágico tiene, como también lo tiene este relato tuyo que acaricia los sentidos. Cuando único no me gusta la niebla es para conducir, ahí me pone tensa.
La foto es preciosa, Una mirada. El invierno que tanto me gusta, por fin hace acto de presencia por estos lares también.
Abrazos con olor a petricor.
La niebla le presta al invierno ese toque de magia que transforma el entorno en cuentecillo donde todo es posible. Y esa plácida sensación de mojadura fría que resbala por el rostro y que deja ese grato olor a lluvia, a petricor (mira que es precioso y poético ese término…).
Es tiempo de disfrutar del invierno, de sus colores y aromas.
Abrazos.
Un poco alejado de esta ciudad y remontando el Delta del Paraná, las nieblas se hacen densas.
Tu foto con esas ramas y hojas secas choca contra nuestra actualidad: hoy 35 ºC y un verdor en cada árbol, a pesar de que no está siendo un verano tan lluvioso.
Abrazotes, hasta el próximo viaje por estas aguas
Es lo que tiene vivir en diferentes hemisferios, que tú te cueces en los 35º y, en mi entorno, hay treinta grados menos.
Cordialidades.
La niebla y su magia. Por Béjar no solemos verla, el clima es más seco, pero hace unos días nos ocultó la sierra. Y si que viene y nos toca, nos envuelve y nos moja.
Sin tu permiso me quedo por aquí.
Buena noche.
Un abrazo.
¿En Béjar vives…? Qué lugar tan bonito. Estuve hace mucho tiempo pero tengo un buen recuerdo y no se me olvidan los huesillos y las perrunillas que comimos.
Estás en tu casa, Laura; además, nos conocemos un poco por coincidir en algunos blogs amigos, así que, ¡bienvenida!