«Entre lo divino y lo terreno»: Archivo personal
A principios del siglo XVII, un número indeterminado de copias de un oscuro manuscrito escrito a finales del siglo XV y culminado en 1507 —donde se hace un prolijo listado de familias judías del Reino de Aragón que optaron por la conversión al catolicismo para evitar que se les aplicara el Decreto de los Reyes Católicos que las condenaba a ser expulsadas de España— adquiere tal relevancia por los datos sensibles que expone y en los que se ven reflejados y señalados linajes aragoneses cuyos miembros ocupan puestos eximios en los estamentos de poder, que la Diputación General del Reino, institución sobreviviente de la antigua Corona de Aragón que ya había examinado el oprobioso manuscrito en 1601, se ve impelida a solicitar, en 1615, amparo a Felipe IV de Castilla (III de Aragón) y a la propia Inquisición para que se censure y prohíba el infamante libelo que amenaza con socavar, como si de una cruzada se tratara, los pilares de la sociedad aragonesa que, a tenor de lo revelado en tales páginas, ostenta tantas máculas e impurezas en sus ancestros —en su mayoría judeoconversos pero también moriscos— que, de aplicarse los Estatutos de Limpieza de Sangre, no habría familia ni gremio que se salvara de purgas y anatemas.
El supuesto autor del manuscrito —sobre el que los estudiosos no se ponen de acuerdo, considerando algunos que la autoría es anónima—, Juan de Anquías o Anchías, fue un allegado de la Inquisición que desarrolló su oficio en la Rioja y en las ciudades de Huesca y Lérida, así como en Zaragoza, población que abandonó al declararse la peste para acogerse en Belchite, lugar en el que, según asegura en el prólogo que quizás añadió a posteriori al manuscrito, «deliberé de hacer este sumario por dar luz a los que tuvieran voluntad de no mezclar su sangre limpia con ellos y se sepa de qué generaciones de judíos descienden los siguientes, para que la expulsión general de ellos hecha en España en el año 1492 no quite de la memoria a los que fuesen sus parientes». Parece ser, además, que esta insidiosa advertencia contra los linajes aragoneses de orígenes impuros, guarda relación con el asesinato en Zaragoza de Pedro de Arbués (1441-1485), Inquisidor de Aragón, que fue ejecutado por judeoconversos ante el altar mayor de la Seo zaragozana, dando lugar a una de las represiones más feroces que se recuerdan, a las que el censo de Juan de Anquías o Anchías, aún incompleto entonces pero bien detallado en las filiaciones anotadas, ayudó en la tarea.
El exhorto de los mandatarios aragoneses, dado el descrédito y la deshonra que suponía, pese a haberse redactado un siglo antes, el que ya era llamado Libro Verde de Aragón (en alusión al color de las velas de los Autos de Fe), tuvo cumplida respuesta a favor. En 1620, el Tribunal de la Inquisición decretó la prohibición de tenencia del manuscrito, su lectura, copia y propalación, realizándose, además, en 1622, en la plaza del Mercado de Zaragoza, la quema de cuantas copias del mismo fueron halladas.
El honor aragonés había sido, por fin, purificado por las llamas que, a la vez, habían arrasado con cualquier veleidad familiar pasada.
La celeridad de todas las instancias para deshacerse de un texto que ponía en la picota genealogías de importancia en la nobleza, la política y la membresía eclesiástica aragonesa, e incluso castellana, fue refrendada y alabada por el propio rey Felipe IV, que se dirigió por escrito al Inquisidor General en estos términos: «Por el Consejo de Aragón se me ha representado la diligencia y cuidado que habéis hecho poner en recoger el libro que llaman Verde en aquel Reyno. Agradescoos lo que habéis dispuesto en esto y por ser cosa de la calidad que es y convenir que no quede ni aun rastro del dicho libro, os encargo que hagáis continuar las diligencias tan apretadamente como conviene y lo espero de vuestro mucho celo.—Señalado de Su Majestad en Madrid, a 17 de Noviembre de 1623.—Al Inquisidor General».
En la actualidad, cinco copias del Libro Verde de Aragón —de distintas épocas y en su mayoría incompletas— se distribuyen entre el Archivo General de Valencia, el Archivo Histórico Nacional, la Biblioteca Colombina de Sevilla, la Bibioteca del Colegio de Abogados de Zaragoza y la Biblioteca Nacional.
Cuántas inquinas personales encontraron cruel venganza a través de los dichosos «familiares», que servían de correa de transmisión de verdades, medias verdades y mentiras, acusando sin piedad ante la Inquisición.
Muy interesante lo que nos cuentas, Una mirada.
Abrazo
Desde luego. Precisamente en Aragón, las acciones de la Inquisición chocaban con las leyes de los fueros aragoneses, que defendían a los autóctonos por encima de credos, por el simple hecho de tener vínculos con el territorio, de ahí que el Tribunal inquisitorial manejara una lista de conversos (lo fueran o no) y, algunos de estos, se conjuraran para asesinar al inquisidor. La historia siempre es fascinante, pero tiene una zona de sombras de la que se debería aprender.
Otro abrazo.
Un tema muy interesante. Es que uno alucina pensando en esas cosas que para los de esos siglos solía ser cosa natural… saludos.
Pero si esas actuaciones se analizan pausadamente se descubre que, en nuestro mundo actual, se cometen idénticos errores.
Salud.
Si, lo disfrazaran con ideas supuestamente modernas, pero sigue lo mismo, la persecución al ser extraño, al que le tememos. Un saludo, i bon dia.
Exactamente. De poco han servido las lecciones del pasado.
Buena jornada (aquí de frío y niebla).
Ciertamente que han servido de poco, solo hay que mirar el estado de las cosas en el mundo hoy en día para darse cuenta uno que el ser humano no progresa… Gracias, buena jornada igual a ti, aquí no hace mucho frio pero si es un día muy gris, de esos inusuales en Valencia.
Con lo que cuentas voy llenando las lagunas que tengo en historia de Aragón. Conocía la historia del asesinato del inquisidor Arbués pero no la existencia del Libro Verde. En nombre de la religión se han cometido muchas barbaridades.
Saludos.
JBernal
La historia nunca se termina de conocer detalladamente porque verdad y ficción se entrecruzan y solo nos queda interrelacionar los episodios que vamos descubriendo para acercarnos a un contexto que nos resulte comprensible.
Salud.
Existió mucha marejada con el decreto de la expulsión de los judíos, tanto en Castilla como en Aragón, aunque no conocía al epilense y martirizado Arbués.
La religión ha causado estragos en todos los sitios que la han mentado y en su nombre han hecho al igual que lo siguen haciendo verdaderas barbaridades.
Por cierto te iba a comentar que existen ejemplares en Sevilla, aunque tu lo has comentado y en la actualidad se puede comprar, ya que está a la venta.
El tal Arbués hizo tanto mal, como inquisidor, en vida, como, en su nombre, se hizo después de muerto. Quienes lo asesinaron pensando que muerto el perro…, ignoraban cómo se «emplearía» la Inquisición con unos y otros, ya fueran inocentes o culpables. El fanatismo religioso, antiguo o actual, solo genera conflictos y muertes.
Cuando yo era niña, se decía que los nativos de Granada descendíamos unos de los «moros» y otros de los judíos, y yo no sabía muy bien donde situarme, pues me sentía más cercana a los árabes, pero el color de mi pelo no encajaba nada. Luego supimos que fuimos repoblados y que hay más probabilidades de que yo descienda de gallegos que de beréberes… ¿Que es la limpieza de sangre entonces?
Antaño se exaltaba a los Cristianos viejos; hoy, algunos culipensantes apelan a los españoles de bien que, en cualquier caso, no es sino tropezar en la misma roca. Cuando la Wasqa musulmana fue conquistada por los aragoneses, algunos habitantes «moricos» se marcharon y se repobló con francos, que demostraron ser unos inútiles para conservar los cultivos, y menos mal que había muchos moriscos para hacr bien el trabajo. Lo mismo había pasado con la expulsión de judíos y el comercio, que consiguió salir algo a flote gracias a los conversos. ¿Qué más daría el credo de cada cual si lo importante era tirar hacia adelante individualmente y como territorio?
Interesante entrada, donde nos refrescas la memoria sobre una parte de la historia de Aragón, que bien podría ser la de cualquier otro lugar en el mismo escenario de la Inquisición.
Me gusta mucho tu manera de hacer que no olvidemos, de conseguir que actualizemos datos y sobre todo de hacernos pensar. Pensar que muchas cosas no han cambiado mucho, según se mire, y que los errores pasados no han desaparecido ni mucho menos.
Un abrazo fuerte!
El del Libro Verde fue un episodio curioso, porque la propia Inquisición, que lo había utilizado en sus persecuciones, se vio obligada a aliarse con La Diputación del Reino de Aragón y recular en evitación de males mayores, y todo ello en unas tierras donde la Inquisición era una institución que no encajaba en las leyes internas y con la que había habido múltiples enfrentamientos.
A la historia no hay que perderle la pista, porque muchas de las constantes actuales proceden de un pasado que no siempre se reconoce.
Abrazos.
Como siempre interesante episodio que me descubre y acerca a tu tierra. Muy fuerte los estatutos de limpieza de sangre, solo el nombre ya lo es. Casi parecido a lo que ahora llamamos limpieza étnica. No menos interesante el libro verde. Leo además en uno de tus comentarios que la inquisición chocaba con los fueros aragoneses que primaban al autóctono antes que a los credos. Curioso. Un abrazo.
El ejemplo de cómo los Fueros se anteponían a cualquier circunstancia está en Antonio Pérez, secretario de Felipe II caído en desgracia que, cuando huyó de la cárcel inquisitorial castellana, se refugió en Aragón alegando vínculos de sangre con el territorio. Eso fue suficiente, no solo para acgerlo, sino para defenderlo de las tropas del rey, que sitiaron Zaragoza. La defensa de Pérez, que logró marchar a Francia, tuvo como consecuencia la decapitación por orden de Felipe II del Justicia Mayor de Aragón, máximo representante en la defensa foral.
Cordialidades.
Hay libros que se resisten a morir. Pero lo preocupante es ese enquistamiento de dividir a la sociedad entre los nuestros y los demás. Algo que viene de muy antiguo y que aun hoy no hemos sido capaces de erradicar.
Así es. Aquella discriminación de antaño se podía comprender en su contexto histórico, pero en la sociedad actual carece de sentido. Es otra lección del pasado que no hemos aprendido.
Impresionante. Cuando Colón ponía un pie en este continente allá comenzaba todo eso… ¡y aún hoy seguimos con temas muy parecidos!
Me he guardado el enlace de Estatutos de limpieza de sangre, porque si bien tenía una leve idea de lo que ha pasado: son muchas las historias de este tinte que me han llegado de Galicia, la tierra de mis ancestros, y de Portugal también.
Pero no tengo para nada detalles, así que me guardo el enlace para empezar a leer al respecto.
Cuántos libros hay como el Libro Verde.
Hace poco leí «El infinito en un junco» que escribió una coterranea vuestra. Tiene interesantes historias sobre libros de la antigüedad que han sobrevivido.
Entiendo que Aragón pudo un poco (sólo un poco) hacer su propia ley, adaptando lo que podía esquivar a los mandatos de los Reyes
Cordialidades.
Aragón mantuvo sus leyes hasta que llegaron los Borbones a España, en el siglo XVIII, pero como reino peninsular no se libró de la tiranía de la Inquisición ni de los Estatutos de Limpieza de Sangre, aunque estos ultimos no evitaron que un buen grupo de conversos aragoneses ocuparan cargos importantes en el gobierno del territorio, porque las leyes eran más laxas que las castellanas.
Celebro que conozcas el libro de Irene Vallejo, un Libro de Libros, de defensa de quienes, a su través, recogieron y transmitieron conocimientos y que, en tantos casos, se perdieron por la intolerancia imperante.
Cordialidades.