«Tiempo detenido»: Archivo personal
“¿Y si preguntamos en las oficinas..?”, sugería Étienne, impaciente, tras más de una hora deambulando por el Cementerio de Torrero, en Zaragoza. “Estas no son trazas de buscar un nicho… ¡Si han pasado casi treinta años! Y no me vengáis con encontrar puntos de referencia ni zarandajas… Ha pasado demasiado tiempo para que recordéis el lugar exacto. A Maíto solo lo localizaremos si alguien nos indica dónde está enterrado. Vosotras veréis…”
Mario, Maíto, de dieciocho años, compañero de pandilla y novio in péctore de María Petra, se mató en Monrepós, al derrapar su moto y golpearse contra un quitamiedos, cuando se dirigía a un viejo despoblado donde el resto de sus amigas y amigos trabajaban como voluntarios en la reconstrucción de una vivienda. Tardaron un día en enterarse del accidente porque el pueblo carecía de teléfono y asistieron, todavía estupefactos, a un desgarrador entierro en medio de una soleada y vistosa primavera que parecía querer homenajear al joven fallecido.
Desde la sencilla lápida de vetas marrones y blancas del nicho. un sonriente Maíto, con el flequillo desigual y la media melena castaña enmarcándole el rostro, contemplaba a sus visitantes, congelados sus rasgos en aquella adolescencia detenida en el tiempo que un día compartieron.
[…]
…y en el centro del cementerio, el mausoleo de Joaquín Costa con el epitafio compuesto por Silvio Kossti sobre mármol blanco:
Aragón a Joaquín Costa.
Nuevo Moisés
de una España en éxodo.
Con la vara de su verbo inflamado
alumbró la fuente de las aguas vivas
en el desierto estéril.
Concibió leyes para conducir a su pueblo
a la tierra prometida.
No legisló.
Manuel Bescós Almudévar, alias Silvio Kossti, costista hasta en su seudónimo; un tipo inteligente, leal a sus amigos, republicano confeso, incisivo articulista, escritor polémico, furibundo anticlerical, alcalde de Huesca durante cuatro meses y escasamente conocido hoy en día por los oscenses, ya sea con su nombre real o con el seudónimo que utilizó porque, según le escribió a Costa, “tengo tres hermanos bastante imbéciles como para hacerme desear el perder de vista el apellido”.
Kossti, que murió con poco más de sesenta años, fue autor de unos Epigramas tan provocativos que él mismo decidió retirar su publicación convencido del perjuicio que podían suponer para sus hijos, que estudiaban en academias militares. Ya en 1909 su novela Las tardes del sanatorio supuso un escándalo que él ya presuponía cuando, hablándole a su admirado Costa de su proyecto novelístico, expresaba que su pretensión era “rascar de la mentalidad española el fraile que la mayoría lleva dentro”. Su propósito tuvo cumplida respuesta eclesiástica; los obispos de Huesca y Jaca y el arzobispo de Zaragoza reprobaron Las tardes del sanatorio. Tras el escándalo, circularon por la capital oscense dimes, diretes y anécdotas chispeantes como la de que el mastín que acompañaba a Kossti en sus paseos tenía por costumbre entrar en la iglesia de San Lorenzo a echar una meadita en las esquinas de los confesionarios…
Dícese, no obstante, que Manuel Bescós arrepintióse de sus ataques a la iglesia y, momentos antes de su muerte, accedió a recibir la extremaunción y a ser enterrado como buen católico. “Descansó al morir”, es el epitafio de Silvio Kossti grabado en su nicho del cementerio de Huesca. Junto al epitafio, un bajorrelieve realizado por uno de sus grandes amigos, Ramón Acín Aquilué, del que fue testigo en su boda con Conchita Monrás.
Muy acertado al poema a Joaquín Costa.
Salud.
Fue una mente privilegiada este Costa, con una avidez intelectual que le llevó a disertar sobre temas sociales, educativos, económicos, políticos… No es de extrañar que Kossti le escribiera un epitafio tan laudatorio.
No conocía la vida de Joaquín Costa, ni tampoco que estuviera enterrado en el cementerio de Torrero, una vida extraordinaria, plagada de estudios y ánimos para ayudar a las instituciones y a todos en general.
Con respecto a Mario, he recordado que los nichos tienen caducidades, al menos en Zaragoza de 5, 25 ó 49 años, en el último año ponen una pegatina advirtiendo de la caducidad del plazo y si no se paga un nuevo periodo, los restos van a la fosa común.
Los restos de Costa se los disputaban, también, Graus y Monzón, pero se quedaron en el entonces cementerio civil (creo que se le llama ahora Cementerio Viejo) y el Ayuntamiento de Zaragoza abrió una suscripción popular, que tuvo mucho éxito, para construirle el mausoleo.
Pensaba que los nichos (que no son precisamente baratos) eran propiedad de quienes los habían comprado, y que eran las tumbas en tierra las que tenían caducidad en la ocupación si no se desembolsaba una cantidad cada ciertos años…
Tengo en un nicho a mis padres y cada cinco años tengo que pagar la cuota de oros cinco para que sigan allí.
Ahora que lo dices, me suena que lo comentaste en tu blog en alguna ocasión.
“Rascar de la mentalidad española el fraile que la mayoría lleva dentro” es una genialidad de frase. Con una pequeña modificación se puede aplicar a las mentalidades de otros lugares con algunas pequeñas variantes en el oficio del que llevan dentro.
Mi perro está empecinado con el pasto de la iglesia del barrio, le encanta cagar en el pasto de entrada que tiene… y cuando hay misa parece que lo hace adrede.
Abrazotes!
Kossti tenía una pluma afilada que siempre daba en el blanco.
Jajaja, así que tienes un perro anticlerical… Cualquier día, como encuentre la puerta de la iglesia abierta, deja su regalito dentro y ya te veo corriendo detrás de él para recoger la dádiva antes de que el sacerdote y los fieles sean conscientes de lo que ha pasado.
Cordialidades.
En Granada tenemos una calle céntrica y antigua, que se llama Joaquín Costa y a mí siempre me ha llamado la atención que la denominaran así en unos tiempos en que pocas personas sabrían quien era ese aragonés. Ahora, con motivo de esta entrada, me he puesto a indagar un poco y creo que el hilo de unión pudo llegar a través de Giner de los Ríos.
Costa tiene calles en muchas ciudades españolas, lo que da la medida de la influencia de su ideario en la España de su tiempo. Aunque, por causas obvias, su figura sigue recordándose mayoritariamente en Aragón, traspasó los límites de su tierra y ese regeneracionismo costista fue recogido por muchos intelectuales, que lo llevaron a su terreno buscando aplicarlo en sus territorios. Incluso la idea de Andalucía de Blas Infante, admirador de Costa, está enraizada con las disertaciones agrarias expuestas por el aragonés. Otra cosa es lo que, hoy en día, se está haciendo con el ideario de Costa, que hasta los de Vox de Huesca pretenden apropiárselo, lo mismo que han hecho partidos de izquierda.
Joaquín Costa y Ángel Ganivet fueron contenporáneos y su pensamiento coincidía en algunas cosas, pero, sin embargo, no he encontrado que se conocieran ni tuvieran el menor contacto.
No sé si llegaron a conocerse, pero ambos eran regeneracionistas y europeístas; quizás Ganivet, por lo poco que he leído de él, más escorado en lo que hoy definimos como derecha, mientras que Costa desarrolló posicionamientos que sin llegar a ser del todo revolucionarios, rozaron, por momentos, el anarquismo.
Pequeñas lápidas vs grandes mausoleos.
Veo que Costa tenía una mente afilada y de fuertes convicciones. De esas personas que no pasan desapercibidas y que la historia le ha dado su lugar.
Siempre nos traes cosas muy curiosas, Una mirada. Tocas en la puerta de la memoria y sacias nuestra curiosidad.
Gracias.
Un abrazote.
La figura de Costa se mantiene en el recuerdo, quizás porque desplegó tal actividad y fue tan insistente en sus propuestas, que es muy difícil no tomar en cuenta muchas de sus disertaciones. Fue, además, fiel a sus raíces campesinas y acuñó un lema, «Escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid«, que deberíamos tener presente para obrar en consecuencia.
Cordialidades (y… ¡¡¡feliz cumple!!!).
La fotografía es del mausoleo???
No, no; la foto es de una escultura de Salvador Dalí que hay en una plaza del Principado de Andorra.
Mi primer trabajo fue muy cerca de la calle de Joaquín Costa en Madrid. Una idea de la importancia de su persona es -como dices- que forma parte del callejero de numerosas localidades. Un tipo con una capacidad para afrontar los temas más variados de su época y en distintos ámbitos. Conocía su persona pero ahora visto el enlace, la he conocido bastante más. El epitafio escrito por Kossti (Manuel Bescós) es brillante. Por cierto, la anécdota del mastín de Kossti en la iglesia (sea cierta o no) es para nota y daría para un divertido post. Un abrazo.
Parece ser que al gran Costa le perdían su carácter difícil (tenía un mal genio muy aragonés) y su arrogancia, aspectos de los que era consciente pero se sentía incapaz de dominar, y esas «peculiaridades» le supusieron cierta soledad porque cuando se enfadaba era temible, incluso capaz de retar en duelo al más pintado. Eso no le importaba a Kossti, que le era fiel aun cuando Costa le echaba alguna bronca. Kossti era el verso suelto de una familia religiosa y conservadora; un tipo mordaz y provocador capaz de hacer que su perro entrara a mear en la iglesia (aunque no se sabe si lo hacía realmente) y poner a caer de un burro a quien hiciera falta, ¡menuda pluma mortífera tenía!, como cuando, en un artículo que escribió a propósito de la inauguración de la Estación Internacional de Canfranc, contaba a los lectores que en el evento, junto al rey, estaba representada «toda la garrulería de Huesca» (sic), en referencia a los caciques. Se ve que se armó una…
Otro abrazo para ti.