«En el corazón del monte»: Archivo personal
“Chicota, no m’encorras o ganau, que s’afogan os corderetes” [*]. El vozarrón de Carmelo, el pastor, inunda el claro donde Jenabou retoza junto a los perros labradores y un par de crías del rebaño que pasa los rigores del estío en la zona más alta y fresca de la sierra, compartiendo pastos, por primera vez en muchas décadas, con parte de la yeguada de monte de los Foncillas. Carmelo es el último pastor profesional del Barrio; cincuentón, dicharachero y con un cacumen que contradice cualquier ósmosis genética de un dicho —nada generoso y muy arraigado en la localidad— que tiene como protagonista a su abuelo, también del oficio. «Ser más corto que Josetín Buera», es una máxima popular cuyos dicentes se cuidan de no dejar caer delante de los sucesores del cuitado, que más de alguna riña, y no solo de palabra, ha habido en el bar del Salón Social por lo que los Buera consideran, con toda la razón, burla y afrenta continuada. Se ve que el tal Josetín —a quien únicamente los más añosos habitantes del lugar llegaron a conocer, porque lleva cerca de sesenta años morando en el cementerio— era notorio por su escasez de luces y su ingenuidad y, como consecuencia, diana constante de las bromas —la mayoría pasadas de rosca— del mocerío, muy dado a incordiar, en manada y en cualquier tiempo, al débil. Únase a lo anterior que al cándido Josetín lo enredaron entre unos y otros para casarse con una muchacha de Zaragoza que, según proclamaba la sociedad falócrata, tenía “mucho recorrido” y se comprenderá el retintín local, tan propio de la época, en una comunidad cerrada cuya estrechez de miras se transformó en crueldad, labrando para las siguientes generaciones la frase de marras que aún en la actualidad se sigue utilizando de vez en cuando, siempre fuera del alcance de los oídos de Carmelo y allegados.
NOTA
[*] En aragonés, «Niña, no [persigas] hagas correr al ganado, que se asfixian los corderitos«.
Me recuerda ese dicho popular que desde siempre escuché: «las costumbres son fáciles de coger y difíciles de quitar».
Pobre Josetín Buera, un hombre bonachón e ingenuo. A todas luces carne de cañón para los dimes y diretes de un pueblo, y más en aquella época.
No me extraña que hoy en día se contengan de decirlo delante de un familiar del susodicho, no sería agradable para ellos esa eterna mofa.
Y digo yo…..qué serían de los lugares sin estos trocitos de historia, ¿verdad? gracias por compartirla con nosotros.
Besos.
El problema no es la frase hecha sino que hace referencia a una persona con hijos, nietos y bisnietos a quienes ofende su uso, y esta circunstancia tendría que ser razón suficiente para no utilizarla, estén o no delante los familiares. Desgraciadamente, como bien señalas, las (malas) costumbres arraigan con facilidad y terminan formando parte de la historia del entorno.
Un abrazo.
Ay, los pueblos. Yo soy de pueblo. de pueblo pequeño, al que cada día, según me voy haciendo mayor me siento más unida y quiero más, pero un día escuche una frase que me pareció que en muchas ocasiones va que ni pintada para un pueblo, la frase era: «pueblo pequeño infierno grande». A Josetín la cayó de pleno. Muy propio. Buena tarde. Salud.
Desconocía ese Pueblo pequeño, infierno grande que tan bien se ajusta, en alguna ocasión, a determinadas vivencias rurales puntuales; pero de la misma manera, coexisten muchos valores que revierten positivamente en quienes habitan en pequeñas comunidades, donde, con desencuentros y todo, cada cual intenta dar lo mejor de sí mismo y, por encima del egoismo, se halla la consciencia de formar parte de un grupo.
Salud.
Es de todos sabida la costumbre de poner motes a la gente del pueblo y a los forasteros. Motes que perduraban en sus descendientes, fuesen curiosos, o más o menos afortunados.
Pero que sean ofensivos y con nombre y apellidos es algo sorprendente y de mal gusto y que debería evitarse en presencia o no de los familiares. Vaya papelón tiene Carmelo por el mote de su abuelo Josetín 🙄 un abrazo.
En este pueblo los motes tradicionales que acaban denominando a las Casas y sus moradores nunca han levantado suspicacias; se asumen con normalidad, pero no es lo mismo protagonizar una frase hecha de carácter ofensivo que lleva de boca en boca, según he calculado, desde la década de los años veinte del siglo pasado y que es perfectamente prescindible en el habla.
Otro abrazo.
Lo malo es que Carmelo y allegados estarán al tanto de ese dicho, aunque no lo pronuncien en su presencia.
Es inevitable; la comparación tiene más años que ellos mismos y no solo se conoce en la localidad de referencia sino en las de los alrededores.
Siempre hubo en cada pueblo alguien a quién colgarle todo, lo verdadero y lo inventado… Y sí, todo es heredable…
En los pueblos, en las barriadas, en el bloques de edificios y en cualquier ámbito donde se congrega gente.
Al estar hablando de ganado llevé la primera palabra para otro lado. Menos mal que al pie me aclarás de qué se trata.
Acá Chicota es el látigo que se usa para pegarle a los animales, para que obedezcan. El chicotazo es el latigazo.
Ahora si lo entendí a Carmelo.
Abrazos!
En castellano, chicota/chicote significa persona joven, robusta y bien formada; en aragonés, tiene el sentido de pequeño/a aplicado a alguien que no ha llegado todavía a la pubertad. El universo de las palabras es fascinante e inmenso, lleno de matices enriquecedores. El significado de látigo lo ignoraba, así que ya he aprendido algo más.
Otro abrazo.
No hay mayor ofensa que la que lleva algo de verdad.
…y cuán difícil es borrar aquello que zahiere.