«Naturaleza»: Archivo personal
Ella, la culebra. Al pie de la costana de acceso al viejo molino de aceite. Arqueada e inmóvil. Casi mimetizada entre el mantillo. Sin duda advertida por sus precisos receptores térmicos de las inquietantes morfologías vivas que se arriman, silentes, calibrándole las brillantes escamas dorsales atravesadas por dos líneas longitudinales oscuras. Quietud. Un tenue giro de cabeza. Los ojos globosos y renegridos del ofidio se miden con las atentas pupilas humanas que parecen absorberlo. Súbitamente, alzando apenas unos milímetros la zona ventral clareada y chascando contra el suelo la parte inferior de su anatomía, la huida. Ágil y flexible. Abarquillando el cuerpo en bucles acompasados para, en escasos segundos, desaparecer entre la urdimbre de zarzas desbordantes que cubren los sillares del murete de contención.
“Al principio parecía muerta, ¿verdad?”, comenta Jenabou, sentada al borde del azud, con los pies rozando las todavía frías aguas de la orilla y volviendo repetidas veces la cabeza —con más curiosidad que prevención— hacia los arbustos sarmentosos que se extienden por la ladera, casi rozando las paredes del aliviadero de la balsa. “Seguro que nos está vigilando desde su escondrijo y huele que somos inofensivas, ¿verdad, mamá?”. Y, una vez introducida en el agua, tiritando pese al neopreno y con las manos asidas al resalte del tapial, añade: «Si quisiera venirse a vivir al corralito de casa, que ya sé que no, se me ha ocurrido hasta un nombre. ¿Sabes cómo llamaría a la culebra…? Lupercia«.
Un frío ha recorrido mi cuerpo, porque leyéndote ha sido como si la tuviera justo al lado. Lo has descrito con tanto detalle, paso a paso.
También decir que la naturaleza es siempre tan bonita, y tan especial la fauna que la habita……..es muy importante y hay que respetarla y protegerla.
Tienen por ahí unos parajes para recrearse una y otra vez. A disfrutarla mucho!
Gracias por compartir.
Abrazote.
Aunque hubieras estado al lado mismo de la culebra, salvo el repelús que producen estos animales, estarías a salvo, porque incluso su mordedura es inocua; esta especie carece de depósitos venenosos.
Y, cierto,por aquí hay parajes excelsos, como los hay en tu isla, donde seguramente habrá, escondidos, ofidios más vistosos que la humilde culebra de las zarzas.
Besos.
Al agrandar la fotografía me he dado cuenta que la culebra no es tan poca cosa como parece, se le nota el grosor y que mide más de lo que parece apreciarse. No son animales que me gusten. Me ha admirado el respeto y amor que demuestra esa jovencita por un animal que otros temerían.
Saludos.
JBernal
La fotografía es engañosa, cierto; como bien dices, el ejemplar -conocido como culebra de escalera– tenía una longitud y un grosor que el tamaño de la imagen impide apreciar. La jovencita -una niña de diez años- es muy protectora con los aninales; a todos, si pudiera, los acomodaría en su casa.
Un saludo.
Ellas nos sienten antes de que las veamos, e instintivamente, saben qué hacer mejor que nosotros. Suerte de poder vivir tan cerca de la naturaleza.
Afortunadamente para ellas, porque hay especímenes bípedos más venenosos que algunas víboras. Y, por si no fuera suficiente, el asfalto y las edificaciones les estrechan el territorio, de ahí que se vean obligadas a deslizarse a cielo descubierto.
Es curioso, porque a menudo avanzamos temerosos por el campo, por el bosque. Y es muy probable que esos animalillos y bichejos, nos persigan con su instinto y con su sentido, con más miedo hacia nosotros que al revés. Excelente descripción del ofidio.
Un abrazo y buen domingo.
Ellos, los ofidios, por instinto, practican el «vive y deja vivir» y con no dejarse ver solucionan cualquier contingencia. Sin embargo, en el campo, entre la vegetación, son más temibles los avisperos, cuyas ocupantes consideran enemigo a batir a cualquiera que se acerque a su territorio.
Otro abrazo para ti.
Veo a la culebra. La veo total en tu estupenda descripción. El nombre de Lupercia me parece genial para una culebra. Salud.
Va a ser Lupercia para los restos; el nombre parece haber sido creado para ella.
Salud.
Me gusta mucho el nombre de Lupercia pero no tanto la propia Lupercia.
La verdad es que me dan miedo. Creo que no hacen nada pero su forma de moverse y ese siseo que emiten no me atraen mucho.
Son animales que imponen cierto respeto y a los que es mejor tratar con prudencia, como a cualquier animal que se desarrolla libremente, evitando avasallar sus hábitats. Tranquilos ellos, tranquilos nosotros y nosotras.
Estos días todos teníamos miedo de encontrarnos con víboras en nuestras parcelas, tres meses de confinamiento sin aparecer nadie por aquí, temperaturas altas y abundante humedad, predecían un rebrote de estos viperinos, sin embargo parece ser que no ha sido así, al menos con los propietarios que he hablado.
Se habrán acomodado en otros lugares, que por allí tienen suficientes espacios sin necesidad de compartirlos con los humanos. O quizás estivieron pero abandonaron los jardines cuando percibieron la proximidad de las personas que regresaban.
Yo no he visto nunca un bicho de estos, pero tampoco es que me me apetezca verlos, la verdad.
Desde luego no son animales que apetezca tener entre las piernas; no despiertan muchas querencias.
una vez paso una de ellas (pequeña) sobre mi pie… inolvidable jaja
si por algo no me gusta el campo es por esta clase de bichos… saludos
Pero ocurre que el campo es su territorio y dudo que a ellas les guste sentir nuestra presencia. Nos evitan igual que las evitamos.
Un saludo.
Magnifica descripción de este bíblico y denostado animalejo, que objetivamente me parece hemoso
Quizás su presencia bíblica les ha dado esa mala fama, haciéndonos olvidar que las humildísimas culebras son muy beneficiosas para el campo.
Hola Una Mirada..!
qué sorpresa ver esa culebra. Desde que era chico (niño) que no veía una en nuestro hábitat. Vivo en Buenos Aires, pero en las afueras, en el conurbano. Y si bien es todo ciudad tiene sus descampados o sus pequeños rincones de naturaleza (todavía por suerte). Pero las culebras no se hacían ver… hasta hace dos meses que, me imagino por el aislamiento social se habrá animado a la calle.
Me crucé una por mi barrio
Qué casualidad ver una entrada sobre esto. Aunque no se si es sólo casualidad. Los bichos empezaron a recuperar un poquito su espacio
Abrazos!
No es habitual ver culebras por la ciudad, aun cuando suelen rondar por los alrededores, bien escondidas. En ocasiones se las ve, pero muertas, en las carreteras, atropelladas por algún vehículo, porque sus zonas de tránsito están copadas por el ser humano. Imagino que el confinamiento les ha dado mayor amplitud territorial, igual que a otros animales que han «tomado» las ciudades para hacer turismo.
Otro abrazo.