«Que por mayo era»: Archivo personal
Más de medio Barrio tiene ya apalabrada cita en Maruja, la peluquería; ni en los primeros tiempos de apertura del sencillo negocio contó con clientela tan ávida de poner la parte superior de su cuerpo en manos ajenas. Maruja fue una de las bachilleras de la señorita Valvanera, la vieja maestra, y una de las primeras universitarias becadas de la localidad. Maruja estudió Filosofía y Letras, pero una apoplejía sufrida por su madre la ató irremediablemente al pueblo. Realista ante la situación familiar, completó unos cursos de peluquería y estética, reformó y convirtió la cuadra de las dos vacas que ya no tenían en centro de sus actividades y se consagró a domar y recortar el pelo del vecindario con la misma dedicación que había invertido en sus estudios. Fueron buenos años aquellos, recuerda; era la única peluquería de los alrededores y quien más y quien menos iba a Maruja —así se decía y se continúa diciendo: “Voy a Maruja”—. Hombres y mujeres. Pequeños y mayores. Hasta que la gente joven se decantó por los más innovadores establecimientos de la ciudad y solo la mayoría añosa mantuvo su pelo en manos de Maruja y su hija María José, que empezó ayudando a su madre a lavar cabezas y terminó quedándose al frente de la peluquería cuando se jubiló la titular, circunstancia que no varió la percepción de la clientela fiel, que, pese al cambio, siguió «yendo a Maruja» —no a María José—, a veces únicamente para charlar, como antaño, y estar al día de «los avatares cotidianos locales», que así bautizó María José, tan socarrona como su progenitora, los cotilleos de las vecinas entre lavados y marcados, permanentes, recortes de puntas, mascarillas capilares, manicuras, depilaciones faciales y ojeadas al Hola.
El confinamiento ha colocado las peluquerías en la categoría de servicios esenciales. Yo no puedo quejarme, mi cabellera no es abundante y mi mujer se da maña con el corte.
Saludos.
JBernal
Sin duda. Hay servicios que no se valoran hasta que dejan de estar a nuestra disposición. Y no todos tenemos a nuestro lado a alguien que sea hábil con las tijeras.
Saludos a ti.
Curiosa historia de Maruja. Los tiempos reclaman peinados más como decir… modernos o tal vez extraños , pero al final hay una fidelidad ganada con merecimiento tras años de esfuerzo. Ojalá su hija pueda sostener este entrañable establecimiento, del que me haría cliente sin la menor duda. Un abrazo.
Maruja pertenece a ese grupo de mujeres cuyas vidas quedaron marcadas por las renuncias y, pese a ello, supieron hacerse un hueco en el que disfrutar. Si fueras cliente de Maruja, no quedarías defraudado.
Otro abrazo.
“Voy a Maruja” es más que ir a cortarse el pelo o arreglarse el peinado y el color.
Tal y como lo has descrito, Maruja es LA mujer ( con mayúscula) que antepuso la realidad y la necesidad, a sus preferencias.
Y la imagino haciéndolo con tanto amor, como para hacer suyo aquel negocio que nunca pensó desempeñar.
No, ir a Maruja no es ir a una peluquería. Es retomar lo cotidiano con la gente que de verdad importa. Devolver el mismo amor de los ojos que te miran.
Y eso en parte se consigue con los pequeños negocios de toda una vida, sosteniendo el testigo de su historia, enfundándole el valor y la autenticidad que tiene y tendrá.
Precioso homenaje el que has hecho, Una mirada….
Abrazos.
Así es. Hay negocios que son mucho más porque detrás hay una historia personal agridulce, un plan de futuro distinto que se frustró para rehacerse por otros derroteros y, entre vaivenes, desembocar en un final feliz. Dudo que Maruja piense demasiado en aquel otro futuro que no pudo ser y sí en los buenos momentos de la peluquería, con sus habituales que tanto la han valorado siempre.
Más abrazos.
Bonito homenaje a las madres y de manera indirecta al confinamiento que estamos teniendo casi todos.
Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor;
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor;
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.
Cuídate mucho.
En realidad, todo fue consecuencia de una conversación escuchada donde alguien pedía hora en la peluquería para cuando se diera permiso gubernamental de reapertura…
Y, mira por donde, pensé en el poema que transcribes cuando decidí el pie de foto.
Cuidate tú también. Ahora más, que hay mayores aglomeraciones humanas,
Noto un tono de optimismo, de alegría en el relato. Tal vez van soltando de a poco la cuarentena, tal vez sea la llegada de la primavera por allá. Pero pintaste con todos los colores un rincón de tu aldea.
Besos y a seguir cuidandose!
Pues sí; poco a poco se va suavizando el confinamiento y hasta se puede salir a pasear o hacer deporte por franjas horarias y de edad. Resurgimiento. Retorno a una cierta normalidad dentro de la anormalidad que nos circunda.
Abrazos.
Me gusta la gente que se adapta a las circunstancias, que no se cruza de brazos y consigue sacar las cosas adelante. Yo me corté el pelo la semana pasada, después de dos meses, y me sentó de maravilla. Confiemos en que sean los primeros de muchos negocios en ir volviendo a la normalidad.
Salvo que haya repunte del virus -que tampoco es improbable- se va yendo, poco a poco, a cierta normalidad. El pequeño comercio (y las peluquerías) vuelven a abrir sus puertas. Se respiran aires nuevos…
Cualquier día voy a Maruja a ver si me compone estos pelos, que no hay por dónde meterles mano. ¡cuántas renuncias hemos hecho las mujeres!. Las mujeres ahí, para todo y para todos. Salud. Un abrazo.
Demasiadas renuncias femeninas, como si el hecho de haber nacido mujer llevara aparejados sacrificios personales de oblgada aceptación.
Otro abrazo para ti.
No es fácil que un establecimiento, sea de lo que sea, cambie a otra generación y siga siendo el mismo, pues por lo general, los que lo heredan llegan con ganas de renovarlo todo, hasta la clientela.
Curiosamente, yo tenía preparado un post para ayer con un tema parecido, pero se me impuso la fiesta del día y lo aparqué, de forma que quizá ya no pueda publicarlo porque estarán las peluquerías abiertas.
Intenta publicarlo antes de que entre en vigor la apertura al público sin más restricciones que la limitación de aforo.
Creo que lo publicaré de todas formas, ya que, al menos aquí, las peluqueras se resisten a abrir en estas condiciones, aun inseguras. Yo no tengo prisa, pues el otro día me metí la tijera con aceptables resultados…
Será un placer leer ese artículo.
Pero en una comunidad pequeña renovar la clientela no es una opción; se aspira a mantenerla no a hacer criba.
Cuando digo renovar la clientela me refiero a que esta emigre porque el trato ya no sea el mismo.
Quien se permite la licencia de no cuidar de la clientela, tiene muchas papeletas para que el negocio se estrelle.
Realismo del pueblo y del día a día.
Es que esta bitácora tiene un componente rural muy acentuado.